15 agosto, 2011

Maquiavelo y sus príncipes

Pongamos reglas. Asignemos responsabilidades. Evaluemos resultados proporcionales a las nuevas deudas.

Pedro Ferriz

Se encendieron alarmas que deben ser llevadas a una reflexión nacional. Hoy, antes de que se vuelvan una calamidad irremediable. La Secretaría de Hacienda hizo ver en su más reciente reporte sobre el balance de las finanzas del país, que la deuda de los estados se ha trepado en la última década hasta llegar a un estimado de 365 mil mdp. Cifra que representa el 1.3% del PIB. Si bien, por ahora, el número no es un peligro para la hoja contable de la nación, sí preocupa la tendencia. A este ritmo, en otra década bajo el mismo proceder, podríamos estar viendo comprometidas las políticas de disciplina fiscal, dictadas desde Hacienda y Banco de México.

En las constantes necesidades propuestas de manera cotidiana por los Estados de la República, las entidades han tomado el camino de emitir bonos, tomar líneas de crédito o hacer compromisos contractuales o bursátiles que suman a su hoja de ingresos/egresos. Pero al mismo tiempo entran caudales de dinero, absolutamente ausentes de cualquier tipo de control, que no sea aquel del Gobernador y su criterio o escrúpulo para manejarlo. Y como por lo general, de criterio y escrúpulo hay poco o nada... Entonces estamos presenciando —a la vista de quien quiere ver— uno de los métodos de robo, más dañinos y descarados de nuestra historia. Gobernadores que sin control: endeudan, comprometen y condenan a su pueblo a pagar obligaciones de las que ellos al terminar su mandato, se ausentan, llevándose el producto de su botín. Dejando un lastre que indolentemente debe ser saldado por una sociedad que en su quietud, ni siquiera tiene el derecho de reclamar. Porque no sabe, porque no entiende, porque no puede hacer nada más que enfrentar préstamos no deseados, a costa de una cada vez mayor pobreza.

En la Constitución hay imprecisiones que deben ser especificadas. Finalmente es México el obligado solidario. Como los gobernadores lo saben, miden que al llegar un caso extremo y si el estado no tiene fondos para responder a sus obligaciones, entonces será la Federación la que —como último eslabón— saldrá al paso de las consecuencias de un incumplimiento. Ahora México se ufana de que nuestras finanzas públicas son de las más sanas del planeta, aunque si viniera un eventual descalabro, éste se daría de compromisos que están fuera de su control. Traten de analizar la personalidad de gobernadores en funciones. Intenten dilucidar el sentido de responsabilidad que pudieran tener algunos personajes recientes y presentes. Recientes: Ulises Ruiz, Mario Marín, Fidel Herrera, Narciso Agúndez, Humberto Moreira, Arturo Montiel, René Juárez, Patricio Patrón, Pablo Salazar Mendiguchía, Amalia García, José Reyes Baeza, Sergio Estrada Cajigal. Comentarios sobran con estos nombres para llenar el diario. Presentes: Enrique Peña Nieto, Ángel Heladio Aguirre Rivero, Ney González, Jorge Torres, Juan Manuel Oliva, Ivonne Ortega Pacheco, Roberto Borge Angulo o Javier Duarte. Obvio que cometo la injusticia de que ustedes piensen que olvido a su villano favorito. Les pido que lo anoten en la lista de la ignominia. Futuros como Eruviel Ávila. O Rubén Moreira. ¡Puro héroe nacional!

¿Cree usted que en estos nombres haya alguno consciente de su responsabilidad en el endeudamiento de sus administraciones? ¿Les importará disponer de un Estado de la República como colateral a su ambición? Acabaremos todos los mexicanos pagando inmensas riquezas de políticos advenedizos.

Pongamos reglas. Asignemos responsabilidades. Evaluemos resultados proporcionales a las nuevas deudas. No dejemos —por ignorancia— una acumulación irresponsable. Toda esta lista de nombres será olvidada. El aderezo de frases lindas y prometedoras de sus carreras políticas, envuelve un engaño que está presto a mordernos como una víbora al acecho. Desechemos compromisos de gente que el sistema político mexicano tiene fuera de control. Nombres de muchos que debieran estar en la cárcel, en lugar de gozar de una jubilación dorada.

El país lo sabrá agradecer.

No hay comentarios.: