03 agosto, 2011

¿No hay de otra? ¿A la rutina de siempre, con los de siempre? ¿Cambiará esto?

Lo visto en EU estas últimas semanas, pinta de manera clara la situación que enfrentamos todos; países ricos y pobres.

Ángel Verdugo

Con toda seguridad usted ya sabe que el suspenso terminó; republicanos y demócratas encontraron —no obstante lo parcial y temporal del mismo— un acomodo en las propuestas de ambos para enfrentar el elevado endeudamiento de su gobierno, la lenta recuperación de la economía y los severos compromisos y problemas fiscales que como país enfrentan.

Si bien estos últimos problemas darán mucho de qué hablar en los próximos meses dada su gravedad y profundidad, así como la renuencia de los actores políticos clave para enfrentarlos y darles solución, en nuestro país donde la irresponsabilidad histórica de la clase política es proverbial —dice la Real Academia de este adjetivo: “Muy notorio, conocido de siempre, consabido de todos”—, lo único que vemos en el horizonte es la rutina de siempre con los mismos de siempre.

Lo visto en Estados Unidos estas últimas semanas, pinta de manera clara la situación que enfrentamos todos; países ricos y pobres por igual o si lo prefiere, avanzados y emergentes, no escapamos ni escaparemos de sus efectos. Utilice usted la clasificación que guste, la realidad será la misma: Los problemas de Estados Unidos afectarán a todos los países y a sus economías.

Si bien el reciente periodo recesivo fue librado por unos países de mejor manera que otros y unos pocos recuperaron la senda del crecimiento en un tiempo menor que la mayoría, a los ojos de todos parece no haber duda de que lo vivido estos últimos tres años y medio, es el rompimiento con buena parte de las verdades que desde los años cincuenta del siglo pasado tuvimos por absolutas e inamovibles.

Hoy, lo queramos y aceptemos o no, estamos en el principio de una nueva época; lo que veremos en los próximos 50 años, lo estamos construyendo hoy. Así como las reglas y modelos que hasta hace unos meses estaban vigentes y eran tomados como el paradigma obligado en la política y la economía que la II Guerra Mundial produjo, esta recesión ha producido otro gran reacomodo mundial del cual nadie escapará.

Las economías llamadas “avanzadas”, ¿cómo serán identificadas mañana? ¿Y las que hoy llamamos eufemísticamente “emergentes”, qué adjetivo les endilgaremos en pocos años? ¿Acaso a las primeras les llamaremos “las que eran avanzadas” y a las segundas, “las que emergieron”? Por lo pronto, el primer problema a enfrentar será uno de nomenclatura, y parece que no será de fácil solución.

Dejemos —por unos momentos— esto último y preguntemos: ¿Cómo ve usted a México en cincuenta años? ¿Lo ve como una economía “que emergió” al igual que la china, la brasileña o la chilena? ¿Con qué expresión identificaremos a México en unos pocos años? ¿Acaso nos llamarán “el país del ya merito”, o “el país de las reformas siempre discutidas mas nunca aprobadas”?

La rutina a la que regresamos —con sus mezquindades y pequeñeces propias de gente pequeña—, ¿da para esperar un futuro de logros y una mejor calidad de vida para los mexicanos? Es más, ¿de aquí a medio siglo seremos un país peor al que somos, o para esas fechas nos habremos partido en dos?

Una de las enseñanzas de la historia de estos últimos 60 años, es la importancia de la oportunidad; de atreverse a tomar la decisión correcta, en el momento oportuno. Esto, nos pasó de noche; por eso, mientras el resto del mundo construye ya las bases de una nueva época, nosotros volvemos a la rutina de siempre con los mismos de siempre. Si le digo, estamos bien jodidos.

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