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Tan pronto como se le dio luz verde al Departamento del Tesoro de Estados Unidos para buscar préstamos otra vez, rápidamente se lanzó a la tarea con un préstamo de $238,000 millones más de endeudamiento y con ello alcanzó un hito. Ahora nuestra deuda nacional es de más de $14.5 billones, lo que significa que ha superado el tamaño de toda nuestra economía anual.
El gobierno federal ahora debe más de lo que está produciendo en conjunto cada persona, cada empresa, cada negocio en todo Estados Unidos.
Los mercados financieros se dieron cuenta de inmediato lo desastroso que es tener ese nivel de deuda, especialmente debido a que sigue creciendo y el plan presupuestario no detendrá ese crecimiento canceroso.
La reacción del mercado de valores es sólo otro síntoma que nos recuerda que el último acuerdo sobre el presupuesto de Washington no resolvió nada. Por el contrario, perpetúa un gobierno omnipresente que gasta demasiado.
Ahora tenemos una clara línea divisoria entre dos filosofías opuestas.
Por un lado están aquellos que dicen el gobierno no está haciendo lo suficiente y que por eso nuestra economía se ha estancado con millones de personas sin trabajo.
Pero el otro lado sabe cuál es el verdadero problema: Es que nos hemos convertido en adictos al Estado omnipresente. Y esa adicción está haciendo que nuestra economía enferme y destruyendo la capacidad de lograr que la gente vuelva a trabajar.
Por ello, para arreglar nuestra economía, tenemos que romper el hábito de recurrir al Estado omnipresente.
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