27 agosto, 2011

Nuestros problemas económicos necesitan soluciones a largo plazo

JOSé ÁNGEL GURRíA

Las perspectivas económicas mundiales se han debilitado. El crecimiento está perdiendo impulso en muchas de las economías avanzadas y la incertidumbre alcanzó nuevos récords. Las deudas públicas y privadas desalientan la inversión y el consumo. Los mercados financieros se han vuelto cada vez más turbulentos. Las agencias de calificación han sobreactuado para compensar por su rol en la crisis, lo que se suma a la presión a la baja.

Los gobiernos están atrapados en un círculo vicioso. Son obligados por los mercados a tomar medidas de reacción a corto plazo casi todas las semanas. Pero nunca es suficiente para los mercados. Por lo tanto, siempre es necesaria otra ronda de anuncios, otra reunión de ministros del G-20, otra cumbre.

Aquí hay una lección: las acciones de emergencia y a corto plazo que no se perciben como parte de una estrategia a mediano plazo sólo conseguirán un alivio a corto plazo. Las autoridades pueden romper este círculo perverso, pero deben tomar la iniciativa, en lugar de simplemente reaccionar al compás de los mercados.

Primero, superar el problema de la deuda. Algunas estrategias nacionales de consolidación fiscal pueden llevar una generación parra implementarse. La consolidación es demasiado importante como para verla sólo como una respuesta de emergencia. Algunos países ya se han embarcado en un camino de consolidación antes que otros. Pero la mayoría de las economías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) deben hacerlo lo antes posible. Y deben hacerlo dentro de un marco creíble y claramente articulado. El debate reciente sobre el límite de deuda en EE.UU. muestra cuan crucial es este punto.

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La nueva propuesta franco-germana para fortalecer el gobierno de la zona euro y hablar con una voz es bienvenida. Eso claramente ha faltado. Pero aún más importante es el llamado de la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy a que el compromiso a mantener presupuestos balanceados a mediano plazo debería convertirse en una obligación legal en los países de la zona euro. Regulaciones e instituciones nacionales más saludables junto con reglas y disciplina más firmes en la Unión Europea reducirán la necesidad de usar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que se estableció el año pasado para emitir deuda garantizada para países miembros que no pueden pedir prestado en los mercados.

Sin embargo, el tamaño de este fondo debería ser aumentado —hasta 1 billón (millón de millones) de euros desde los actuales 440.000 millones de euros— para enviar una señal clara de que los gobiernos entienden la magnitud del problema y tienen las municiones y la voluntad para enfrentarlo. De esta forma, se pone en práctica una estrategia a dos puntas: crear una gran red de contingencia y a la vez hacer todos los esfuerzos para asegurarse de que nunca sea necesario usarla.

El Banco Central Europeo por ahora debería seguir teniendo un rol clave en la contención de crisis, al menos como comprador de último recurso de deuda soberana. Pero debemos considerar un mayor involucramiento de los acreedores del sector privado para solucionar los problemas de deuda de algunos países europeos, para que los recursos de los contribuyentes financien las perspectivas de crecimiento de los países con problemas en lugar de que se los use para pagarles a sus propios acreedores privados.

Considerando estas débiles perspectivas, los bancos centrales deberían posponer o incluso revertir sus planes previos de endurecimiento de políticas. La señal de la Reserva Federal de EE.UU. que prevé que las tasas se mantengan excepcionalmente bajas durante otros dos años es muy contundente.

Dado que las arcas estatales están vacías en la mayoría de los casos, los gobiernos deben apelar a lo estructural. Las reformas a los mercados de producción y trabajo deberían ser un foco primario de la estrategia a largo plazo para restaurar el crecimiento sostenido. Esto creará empleos y ayudará a reducir la deuda.

Los gobiernos también deberían apelar a lo social, y concentrarse en políticas para ayudar a quienes se volvieron más vulnerables debido a la crisis. La urgencia de esto es evidente en las calles de una cantidad creciente de ciudades en países con distinto niveles de desarrollo. Los beneficios por desempleo o las medidas que apunta a crear empleo deberían ser fortalecidos, tanto para reducir el malestar como para estimular la demanda. La ayuda a hogares con exceso de endeudamiento y a quienes tiene hipotecas más altas que el valor de mercado actual de su propiedad también debe ser más efectivas. Darle a la gente esperanza y un propósito común no sólo es crucial para que se involucren sino también para crear el consenso necesario para apoyar las reformas.

Cuando la crisis financiera estalló, las autoridades enfrentaron el desafío al aumentar la cooperación internacional para evitar una segunda Gran Depresión. Pero ahora la amenaza es una Gran Regresión si no mostramos la misma determinación, tanto en casa como a través de las fronteras.

El G-20 ha estado desarrollando un mecanismo para los compromisos de políticas y la coordinación internacional, el Marco para un Crecimiento Sólido, Sostenible y Balanceado. Llegó la hora de transformarlo en una herramienta real de políticas para poner a la economía mundial en un camino de crecimiento inclusivo al solucionar, entre otros temas, los desequilibrios de cuenta corriente y flujos de capital a escala global.

Jonas Salk, quien descubrió la vacuna contra el polio, solía decir: "La pregunta más importante que nos debemos hacer es: '¿estamos siendo buenos ancestros?'". Si miramos a largo plazo, quizás podamos contestar "sí".


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