por Gerald P. O'Driscoll
Gerald P. O'Driscoll es ex-vicepresidente del Banco de la Reserva Federal en Dallas y académico asociado del Cato Institute.
En medio de la crisis financiera y la reacción de la Reserva Federal, este banco central ha llegado a estar bajo un creciente escrutinio y continuas críticas. Los partidarios de la “Fed” la defendieron de manera decidida, enfatizando la necesidad de rescatar la independencia de la institución. Su titular, Ben Bernanke, dice que la independencia de la Fed protege al banco central de la presión política de corto plazo.
Perdido en este debate está el significado preciso de la palabra “independencia” y si la supuesta independencia de verdad es una caracterización precisa de la situación de la Fed hoy día.
En primer lugar, la Fed seguramente no es independiente de una supervisión política —es una creación del congreso. Ciertamente, la Ley de la Reserva Federal creada en 1913 si aisló a la Fed de la responsabilidad de financiar al gobierno federal, a diferencia del Banco de Inglaterra. Pero el aislamiento de la Fed se erosionó rápidamente pocos años después cuando el banco central fue convocado para financiar un aumento masivo de la deuda pública durante la Primera Guerra Mundial.
El significado moderno de la independencia de la Fed se constituyó como resultado del financiamiento de la Segunda Guerra Mundial. El banco central había acordado respaldar el precio de los bonos del gobierno al anclar las tasas de interés. La recuperación durante la postguerra trajo consigo el riesgo de una inflación y la Guerra de Corea aumentó estos miedos. Pero el programa de respaldo a los bonos ató las manos del banco para combatir la inflación ya que este no podía subir las tasas de interés.
La Fed, en resumen, no pudo conducir la política monetaria de manera independiente de la política fiscal. Tuvo que financiar el déficit del gobierno con tasas de interés fijas.
En 1951, la Fed y la Tesorería llegaron a un acuerdo con el cual la Fed volvería a tener el poder de conducir una política monetaria independiente de la política fiscal. Y es este el significado históricamente correcto y económicamente sensato de la palabra independencia: es la política de la Fed la que es independiente.
Pero ni siquiera la política es verdaderamente independiente porque los objetivos de su política están regidos por la Ley de Pleno Empleo de 1946 (enmendada después). Como resultado de esa ley, la Fed tuvo la libertad operacional para implementar una política de estabilidad macroeconómica —el pleno empleo y la estabilidad de precios como lo determina la ley.
Hoy, cómo sea que uno lo analice, la Reserva Federal no es independiente. Voluntariamente ha renunciado la misma independencia que se aseguró en 1951 al entrar en una versión moderna del programa de respaldo a los bonos. Eso es lo que constituye la tal llamada política de tasa de interés cero, fortalecida con la flexibilización cuantitativa implementada a través de QE1 y QE2 (por sus siglas en inglés).
La Fed está comprometida a mantener las tasas de interés a un nivel muy bajo, comprando tanta deuda de la Tesorería como sea necesario para mantener esas tasas de interés. Esa es precisamente la posición en que la Fed se hallaba antes del acuerdo de 1951.
La política monetaria una vez más no es independiente de la política fiscal. Ninguno de los críticos de la Fed puede hacer tanto daño a la independencia de la Fed como la misma institución se lo ha causado así misma.
¿Cómo podría la Fed recuperar su independencia? El primer paso sería acabar con la segunda ronda de flexibilización cuantitativa (QE2). Acabar con la política se tasa de interés en cero sería el siguiente paso. Se necesita que se le permita subir a la tasa de interés de los fondos federales a niveles de un dígito.
Pero como el anterior gobernador de la Fed, Lawrence Lindsey, indicó en este diario el 28 de junio, la precaria posición fiscal del gobierno federal no está preparada para un retorno a tasas de interés normales. Así que la independencia del banco central requerirá que el gobierno federal regrese a la sensatez fiscal.
Incluso eso no sería suficiente para devolverle su independencia a la Fed. La plétora de mecanismos especiales de préstamo y programas establecidos por la Fed frente a la crisis fiscal de 2008 involucró al banco central en el negocio de asignar el crédito. Este es un tipo de poder fiscal. Es muy difícil imaginar una institución de funcionarios no elegidos ejerciendo este poder de manera independiente por mucho tiempo.
Si la Fed quiere preservar su estructura, debe renunciar a ese poder. La única manera de hacerlo sería derogar la Sección 13 (3) de la Ley de la Reserva Federal, la provisión para préstamos de emergencia en virtud la cual la Fed ejerció poderes crediticios plenipotenciarios.
Milton Friedman se oponía a la independencia de la Fed por varias razones, incluyendo que ninguna institución tan poderosa como la Fed podía operar por fuera de las restricciones democráticas. Friedman dudaba que podía haber laissez-faire en la banca (ausencia de banca central). Varios académicos han vuelto a introducir esa posibilidad. Mientras tanto, la incursión de la Fed en la política fiscal combinada con su creciente uso de los préstamos de emergencia constituyen una mezcla política volátil que yo predigo no puede sobrevivir.
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