16 agosto, 2011

PRI: ruindad; Cordero se desploma

Todos: gobiernos (no priistas), empresarios, académicos, analistas, etcétera, claman por las reformas. Todos, menos el tricolor

Martín Moreno

La exigencia es prácticamente unánime: son inaplazables las reformas de seguridad nacional, laboral y política. Todos las quieren, menos el PRI. ¿La razón? Mantener en la inmovilidad al país, que nada se mueva o se interprete como un logro de Calderón o del PAN. Que todo siga igual, sin despeinar a Enrique Peña Nieto en su carrera rumbo a 2012.

No nos equivoquemos: Humberto Moreira anuncia el freno a las reformas mientras no haya más dinero para los estados, pero la orden sale realmente de Toluca: congelemos las reformas en San Lázaro aunque el país se vaya a pique. Moreira es el mensajero. El mensaje es de su futuro candidato presidencial.

Prácticamente todos: gobiernos (no priistas), empresarios, representantes de la sociedad civil, académicos, estudiantes, analistas, ciudadanos, periodistas (no alineados al PRI) y aspirantes a la Presidencia claman por las reformas. Todos, menos el tricolor.

El PRI le apuesta a la parálisis, al tradicional doble discurso, a aplazar tiempos. “Primero, la Ley General de Coordinación Fiscal”, advierte su líder. “Antes, nada”, amenaza. Primero, los priistas. Luego, los mexicanos.

No le importa al PRI la necesidad de una ley de seguridad que reglamente la participación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el crimen organizado y que impulse la creación de policías estatales fuertes y confiables.

No le importa al PRI la urgencia de una ley laboral que modernice los esquemas de trabajo en México y permita la creación de cientos de miles de empleos que reclaman más de dos millones de desempleados y alrededor de 25 millones que sobreviven en la economía informal, como lo reconoce el secretario del Trabajo, Javier Lozano (Excélsior, 14/VIII/2011).

No le importa al PRI la inaplazable reforma política que permita la reelección de legisladores y alcaldes, bajo el escrutinio ciudadano que los premie o castigue, así como las candidaturas independientes. ¿Para qué quiere el priato a candidatos de la talla de Juan Ramón de la Fuente, Isabel Miranda de Wallace o Alejandro Martí, si allí están Carlos Romero Deschamps, Emilio Gamboa o Fidel Herrera?

Que las reformas se discutan. Se enriquezcan. Se legislen. Como se hizo en el Senado, con la aprobación, inclusive, de priistas. Pero que no se descarten con tal de mantener inalterables las cosas, a fin de no exponer al PRI o a Peña Nieto, y evitar de paso fortalecer al calderonismo. Gran parte del priismo actúa con ruindad.

“Primero dinero para los estados”, dice Moreira.

¿Y, para qué, si la primera gran franja de corrupción en el país es, precisamente, la falta de transparencia y control de recursos en gobiernos estatales y municipales? Nadie los fiscaliza. Se gastan el dinero como quieren. Es uno de los pilares de la impunidad presupuestaria.

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad —dirigido por Juan Pardinas—, las transferencias financieras a los estados en los últimos cuatro años han sido superiores a lo destinado para la reconstrucción de Europa, mediante el Plan Marshall, luego de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué se ha hecho con ese dinero? Según Pardinas, muy poco. “Ni hospitales o universidades de Primer Mundo ni tren bala o transporte ecológico”.

El PRI quiere 70 mil millones de pesos para los estados. Ese dinero ya está etiquetado: comprar el voto en 2012 a su favor.

¿Las reformas? Que se esperen.

¿El país? Que se joda.

Lo prioritario para el PRI es mantener a Peña Nieto a la cabeza de las preferencias electorales al precio que sea. Aun a costa de que México continúe hundido en la inmovilidad, en una parálisis que cada vez nos hace más pobres, inseguros y antidemocráticos.

Son ellos, los priistas. No cambian. Ni cambiarán.

ARCHIVO CONFIDENCIAL

* CORDERO SE DESPLOMA. La encuesta divulgada ayer por Consulta Mitofsky, de Roy Campos, enciende las luces rojas en el equipo de Ernesto Cordero… y en Los Pinos: cayó al cuarto lugar de preferencias electorales, con un raquítico, ¡4.6%!, entre panistas y simpatizantes, debajo inclusive de Alonso Lujambio, con 5.5 por ciento. Creel y Vázquez Mota puntean con 19.1 y 18.7% respectivamente. El secretario de Hacienda, hoy, no tiene posibilidades electorales. Nada más no despega. Por más apoyos públicos que le organizan, está estancado. Es el aspirante presidencial con menor probabilidad, ya no digamos de ganar la Presidencia, sino de obtener siquiera la candidatura de su partido. ¿Qué espera el delfín presidencial para dedicarse mejor a enfrentar la turbulencia financiera mundial, en vez de andar jugándole al candidato y contribuyendo así, inevitablemente, a una incertidumbre política que no sólo daña al Presidente, sino al país? Calderón debe tomar ya una decisión para que Cordero se quede en Hacienda y escuchar de paso a Vicente Fox que, desde su rancho, advierte: “PAN va rezagado, le urge correr”.

No hay comentarios.: