por Jagadeesh Gokhale
Jagadeesh Gokhale es Académico Titular del Cato Institute..
En vista del descenso en la calificación de la deuda de EE.UU. por parte de Standard & Poor’s, ¿qué pasará ahora?
Bueno la verdadera respuesta es: no mucho.
Aunque el descenso en la calificación de la agencia está siendo reportado por la prensa como algo apocalíptico –y tuvo un efecto correspondiente en los mercados durante la mañana del lunes— el hecho es que la calificación de S&P’s debería ser tratada como un solo dato dentro de un mar de información acerca del sector financiero y la economía en general.
S&P’s es solamente una de las tres agencias calificadoras más importantes que son ampliamente usadas por inversionistas individuales e institucionales para asignar sus portafolios. A pesar del descenso en la calificación de S&P’s, las otras dos agencias importantes —Moody’s y Fitch— afirmaron su calificación de triple AAA para los bonos de la tesorería de EE.UU.
La misma interpretación de S&P’s de las calificaciones es que estas son “una de varias herramientas que los inversionistas pueden utilizar al momento de tomar decisiones acerca de comprar bonos y otros activos de ingreso fijo”. De hecho, el lenguaje de S&P’s aquí sugiere que hay un estándar doble: emite las calificaciones, pero luego las describe como algo no muy útil —sugiriendo un deseo por parte de S&P’s de evadir responsabilidad cuando sus calificaciones resultan ser engañosas, tal como sucedió con los títulos respaldados con préstamos hipotecarios durante la reciente recesión.
Las calificaciones de S&P’s miden “el riesgo relativo”, informándole a los inversionistas si un activo financiero tiene mayor (o menor) probabilidad de llegar a un default en relación a otro activo. Por lo tanto, con la reciente rebaja en la calificación, los bonos de la Tesorería de EE.UU. ahora son más riesgosos que la deuda soberana de otros países: Australia, Suecia, Canadá y otros seis. Sin embargo, ninguno de estos países es lo suficientemente grande, con mercados de capitales suficientemente profundos o líquidos, para reemplazar a los bonos de la Tesorería como el destino predilecto de los inversionistas que desean proteger su capital de riesgos.
Además, porque los ingresos federales acumulados son considerablemente mayores que los costos del servicio de la deuda, la probabilidad que se declare un default sobre la deuda pública de EE.UU. sigue siendo remota. La única manera alternativa de declarar un default sobre los bonos de la Tesorería es mediante una inflación más alta —para erosionar el valor real de la deuda federal, gran parte del cual está indicado en términos nominales (en lugar de estar ajustado para la inflación). El potencial de una inflación creciente a largo plazo sigue siendo alto ya que los bancos, los intermediarios no financieros y las empresas regulares del sector privado están sentados sobre grandes montones de reservas líquidas. Sin embargo la probabilidad de un espiral inflacionario en una economía desacelerada con una tasa alta de desempleo parece ser muy baja. De manera que un abandono masivo de los bonos de la Tesorería parece ser poco probable.
S&P’s dice que sus calificaciones no constituyen un consejo acerca de cómo invertir —para comprar, vender o mantener ciertos instrumentos financieros. Simplemente constituyen uno de muchos factores —tales como los modelos de negocios de las empresas, su potencial de ingresos, los costos de sus insumos, la proyección del sector, las tecnologías en desarrollo, entre otros— que deberían ser considerados al momento de seleccionar las inversiones financieras. De hecho, este punto de vista fue enfatizado firmemente por S&P’s y otras agencias calificadoras después del colapso del sector financiero debido a su exposición a los títulos respaldados con hipotecas de alto riesgo. Esos préstamos fueron financieramente diseñados para construir activos financieros derivados —los títulos respaldados con préstamos hipotecarios, las obligaciones de deuda colateralizada— que tenían una calificación de AAA, pero que luego fracasaron de manera impresionante y todavía infectan de manera tóxica los portafolios de muchas instituciones financieras.
Ese episodio ha provocado una considerable duda acerca de la capacidad y confiabilidad de los métodos de evaluación de riesgo que utilizan las agencias calificadoras. De acuerdo al propio reconocimiento de S&P’s, establecer calificaciones no es una ciencia. Bueno, entonces debe ser un arte para el cual las agencias han demostrado ser particularmente ineptas. El error de $2 billones en las proyecciones de la deuda federal estadounidense —un error que S&P’s admitió— es una evidencia clara de que estas agencias no merecen ser alabadas en un pedestal.
Finalmente, el descenso en la calificación no provee información nueva acerca de la condición fiscal del gobierno federal de EE.UU. Nuestra población en pleno envejecimiento —su longevidad en aumento y la jubilación de 76 millones de “baby boomers”— aumentará el gasto público en ayudas sociales a menos que esos programas sean reformados para reducir costos. La falta de voluntad de los políticos para reformar estos programas es bien conocida. Y acaba de manifestarse nuevamente, ya que el congreso y el presidente Obama llegaron a un pequeño compromiso sobre el presupuesto que probablemente dejará las finanzas del gobierno en un hoyo más profundo a fines de esta década. Los inversionistas y otros lo sabían tan pronto se anunció el acuerdo acerca del presupuesto, tal como lo indicaron casi todos los analistas de mercados en su comentario negativo sobre la efectividad del acuerdo. El reciente declive en el mercado debe ser interpretado como una respuesta clara a ese decepcionante resultado.
La rebaja en la calificación de S&P’s simplemente certifica la proyección negativa de las finanzas del gobierno federal que los mercados ya habían expresado. Este descenso en la calificación, por si solo, es poco probable que haga mucha diferencia adicional en los resultados del mercado a corto plazo; los mercados ya habían decidido claramente y por sí solos no depender mucho de la calificación de S&P’s para los bonos de la Tesorería de EE.UU.
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