Juan Velarde
Para remediar la crisis que, en muchos sentidos, nos golpeaba durante la Primera Guerra Mundial, al cortarse importaciones esenciales para nuestra economía como el carbón inglés, a Santiago Alba se le ocurrieron varios remedios sensatos. Uno de ellos fue el impuesto sobre los beneficios extraordinarios que conseguían algunos empresarios con sus exportaciones, que de paso encarecían el mercado español. Cambó echó abajo el proyecto defendiendo los intereses de éstos, en combinación con otras fuerzas políticas. Para aunar fuerzas contra el proyecto visitó al naviero Ramón de la Sota en Bilbao, al marqués de Comillas, a Melquiades Álvarez en Asturias –quien defendía a los carboneros–, y finalmente a los mauristas en Madrid.
Pero al combinarse estas discusiones con la Guerra de Marruecos y con tensiones sociales muy fuertes, se generó un fuerte déficit presupuestario. El problema inmediato era cómo financiarlo, dado que los empresarios españoles dedicaban sus fondos a ampliar sus factorías para exportar más a los países beligerantes o vender más en el mercado interior. La solución la encontró Alba con el Banco de España: un mecanismo de financiación de la deuda pública por la vía indirecta de la concesión de créditos a la banca privada que a su vez se destinarían a adquirir los bonos públicos, permitiéndoles además utilizar esa deuda como garantía en las operaciones regulares de refinanciación con el Banco de España. Este mecanismo pervivió hasta el Plan de Estabilización, donde fue finiquitado merced a las evidentes presiones del FMI. Como decía Olariaga, fue la manera de que los españoles jamás supiesen a ciencia cierta el valor del dinero que llevaban en el bolsillo. A cambio, permitió asegurar la estabilidad del sistema crediticio.
Y he aquí que con el alivio provocado por la compra de deuda pública por el BCE y la concesión de créditos cómodos a la banca privada, ha vuelto el espíritu de Alba. Claro que Cataluña no es Alemania; ni Asturias, Francia; ni Andalucía, Holanda. Seguramente veremos, por eso, algunas variantes sobre el mecanismo original, pero si las cosas se tuercen mucho, llegaremos a una inflación que, como dice Rogoff, puede liquidar muchas deudas.
Juan Verlarde es catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid
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