26 agosto, 2011

Sálganse, vamos a quemar, advirtieron



Eran seis hombres, todos con el rostro cubierto. Portaban armas largas y llevaban bidones con gasolina. Llegaron maldiciendo y gritando: “Sálganse... sálganse, vamos a quemar todo”. La advertencia fue acompañada de movimientos rápidos de los delincuentes que regaron el combustible en toda la entrada principal y le prendieron fuego, ante el pánico de clientes y empleados del Casino Royale, el centro de apuestas donde la tragedia se tradujo en la muerte de al menos 53 personas y lesiones a más de 10.

El grupo de delincuentes que irrumpió en las instalaciones después de las 15:00 horas, operó con toda impunidad y en una de las zonas céntricas de esta capital. No hubo dentro ni fuera del centro de apuestas quién los detuviera, tampoco hubo cámaras —por lo menos eso informó hasta anoche el procurador estatal, Adrián de la Garza— que registraran su huida, pese a ser la avenida San Jerónimo y Gonzalitos, dos de las más importantes vías en esta ciudad.

Tras el escape de los responsables de este hecho, calificado por autoridades como el peor atentado contra civiles en el sexenio, dentro del centro de apuestas comenzó el infierno. El fuego comenzó a consumir todo a su paso, mientras que las víctimas que se encontraban dentro del inmueble buscaban las salidas de emergencia. Todas éstas estaban presuntamente cerradas por fuera e impidió que los clientes y empleados se pudieran poner a salvo.

En la planta baja del casino el incendio era total y el humo invadía todo el espacio. No había escapatoria. La gente se concentró en la parte superior del lugar, en los baños y en las oficinas, donde los rescatistas que llegaron al lugar entre 20 y 30 minutos después de iniciada la conflagración, encontraron la mayor parte de los cuerpos de las víctimas que murieron de asfixia y algunos por quemaduras.

“Estuvo horrible, no se puede expresar con palabras”, contó una testigo de los hechos. “La gente corría y corría”, intentado escapar del incendio. Una mujer se desmayó cerca de la entrada. Todo era gritos, confusión y llantos dentro del lugar, mientras que personal de Protección Civil y Bomberos pretendía romper paredes y ventanas del local.

Los rescatistas recurrieron a la maquinaria pesada que se empleaba en una obra cercana para realizar horadaciones en una de las paredes del casino, a fin de ingresar al sitio y poder rescatar algunas de las víctimas. Sin embargo, pocos, muy pocos, pudieron ser salvados.

Anoche, familiares y amigos de las víctimas buscaban con desesperación información sobre el paradero de sus esposas, hermanos, hijos y compañeros de trabajo. Las quejas abundaban lo mismo que la tristeza y la indignación.

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