06 agosto, 2011

¿Vuelve el proteccionismo en América Latina?

   Las presidentas Dilma Rousseff (izq.) y Cristina Fernández en Brasilia.
Las presidentas Dilma Rousseff (izq.) y Cristina Fernández en Brasilia.
PEDRO SANTANA / AFP/Getty Images

No fue sino hasta la presidencia de Fernando Collor de Mello en Brasil (1990-1992) y de Carlos Menem en Argentina (1989-1999) que las ideas sobre libre comercio comenzaron a florecer y las barreras de importación de bienes y servicios empezaron a caer en ambos países. Por muchos años las políticas proteccionistas habían provocado atrasos tecnológicos, productos de pésima calidad, precios inflados y sobre todo un asfixiante aislamiento del comercio internacional. Con su llegada, estas dos potencias sudamericanas lograron salir de una postración económica insostenible e insertarse exitosamente en el comercio globalizado.

Sin embargo, recientemente y con similares argumentos macroeconómicos, ambos países, principalmente Argentina, han iniciado gradualmente un proceso de proteccionismo industrial que rememora la era previa a Collor de Mello y a Menem.

La Argentina, con una moneda artificialmente subvaluada –el peso se ha desvalorado un tercio durante el periodo kirchnerista del 2003 al 2011–, y con una calculada inyección de circulante que ha estimulado una galopante inflación rondando el 30% anual, ha sido la primera y más agresiva con este proceso. La presión inflacionaria, cuya secuela es el encarecimiento de los productos de fabricación nacional favoreciendo a los importados, ha obligado al gobierno a establecer mecanismos de protección como las llamadas LNAI (Licencias No Automáticas de Importación) y la regla conocida como US$1 por US$1 (obligación de exportar igual a lo importado).

En el caso del Brasil, atravesando un crecimiento económico sin paralelo en su historia, con el real cada vez más fuerte y con una creciente clase media ávida de bienes y servicios que la industria doméstica no logra satisfacer, busca también en las importaciones un sustituto que pone en peligro la estabilidad de las empresas locales.

Tal como su vecino del sur, está tratando por todos los medios de parar una presión inflacionaria que ya ronda el 7%, inaceptable para un país que conoce como pocos los efectos devastadores de una inflación descontrolada. Por ello y por el efecto que la invasión de productos chinos –introducidos desde Paraguay y Uruguay aprovechándose de las ventajas que ofrece el MERCOSUR– está teniendo en su balanza comercial superior a los US$44.3 billones, el gobierno también ha optado por la utilización de las LNAI.

Estos mecanismos, que en Argentina inicialmente fueron implementados con el objetivo de detener o reducir el impacto negativo en su balanza comercial (US$16.8 billones) frente la industria automotriz brasileña y la de electrodomésticos de China, se han extendido en este país a más de 600 productos y han provocado una reacción beligerante en Brasil. Sin duda un tema que debe haber sido muy debatido en la reciente cumbre Rousseff-Fernández.

Y es que el problema no necesariamente radica en la implementación de las LNAI. El problema es que en muchos casos ello se presta al mal uso o abuso de las mismas y al consecuente efecto negativo en la cadena de producción. Abundan los casos de esperas de seis meses para obtenerlas, o de inexplicablemente exigirse cuando no existen productos nacionales que proteger, o de falta de orientación al público sobre cuándo y cómo proceder y como siempre, de corrupción.

Tanto Brasil como Argentina, con economías dependientes de la exportación de materias primas y de algunos productos terminados, medidas proteccionistas como las LNAI, aunque aceptadas dentro del marco de la OMC, deben ser evitadas o al menos implementadas adecuadamente y por tiempo limitado.

De no hacerlo, las consecuencias en el comercio intrarregional y peor aún, entre estos dos socios del MERCOSUR, podrán resultar más nocivas que los males que tratan de remediar y son injustificables en un mundo inexorablemente globalizado.

Chávez paga a Castro

Chávez paga a Castro más de $200,000 por médico al año

El gobierno venezolano estaría pagando como promedio al régimen de La Habana más de $200,000 por cada uno de los 29,300 médicos, técnicos y enfermeros que participan en el programa de salud Barrio Adentro, dijeron expertos al develar una cifra que es 34 veces mayor de lo que reciben directamente los médicos cubanos y venezolanos que brindan el servicio.

El monto, que representa unos $16,666 mensuales, contrasta con los $500 a 600 que los integrantes del programa médico reciben directamente. Barrio Adentro fue concebido para brindar asistencia a los sectores más necesitados.

Según los expertos, los exorbitantes montos pagados por Venezuela son más que bondadosos.

“Esto un subsidio total [al régimen de Cuba]”, dijo María Werlau, directora ejecutiva del Archivo Cubano, organización que ha estado evaluando los volúmenes de divisas obtenidas por La Habana.

Otra evaluación elaborada por la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE) coloca el monto pagado por Caracas en unos $220,000 al año por persona, lo cual elevaría el monto mensual a más de $18,333.

El cálculo está basado en las últimas informaciones brindadas por el gobierno cubano sobre los ingresos que recibe del exterior por los servicios que presta, indicó Werlau.

Según los últimos datos disponibles, Cuba obtuvo en el 2008 unos $6,500 millones por los servicios en el exterior de sus misiones, principalmente en Venezuela.

Cuba tiene cerca de 38,544 especialistas en salud en sus misiones alrededor del mundo, los cuales generarían unos $168,600 anuales por cabeza, según datos brindados por el gobierno cubano. Más del 75 por ciento del total de esos profesionales están en Venezuela.

Según datos brindados por el gobierno de Hugo Chávez, el personal cubano que opera en Venezuela suma unas 29,296 personas y está conformado por 13,020 médicos, 2,938 odontólogos, 4,170 licenciados en enfermería y 9,168 técnicos en salud.

“Pero es obvio que el régimen cubano no está recibiendo $168,600 por cabeza por las misiones que tiene en los países del Caribe, Africa y América Central”, señaló Werlau. “Venezuela es el que paga más, y aún cuando es imposible decir con exactitud cuánto paga Venezuela por los médicos, $200,000 al año es un buen estimado”.

Los cálculos de ASCE colocan el monto anual en $20,508 más, pero ambas organizaciones coinciden en los obvios beneficios que el intercambio significa. Un negocio redondo para el régimen cubano, que apenas le paga a su personal médico entre $500 y $600 mensuales.

Los médicos venezolanos que participan en el programa también reciben remuneraciones similares a las de sus pares cubanos, obteniendo apenas 2,100 bolívares fuertes mensuales.

Médicos cubanos que participaron en el Programa Barrio Adentro declararon a El Nuevo Herald que los montos que ellos recibían en Venezuela eran muy escasos, y aún cuando las mensualidades fueron ajustadas con el tiempo para compensar el efecto de la inflación, apenas les alcanzaba para comer.

Una doctora que desertó del programa dijo que actualmente un especialista cubano recibe cerca de 1,200 bolívares fuertes mensuales ($230 al tipo de cambio de 4.30), cifra que está muy cercana al salario básico en Venezuela.

“Ese monto no alcanza para nada”, afirmó la doctora, quien habló bajo condición de anonimato por temor a que sus familiares en la isla sufran represalias.

Otro médico consultado coincidió:

“Allá se trabaja bajo condiciones inhumanas”, comentó. “Casi la totalidad del dinero que te dan se usa para comprar que comer y luego no te queda dinero para cualquier necesidad básica, ya sea de transporte o para hacer una llamada”.

Los médicos también se quejaron de que todos los integrantes del equipo, sin importar el grado de especialización, cobran los mismos salarios.

La Habana trata de compensar los bajos salarios que los médicos cubanos reciben en Venezuela con un pago mensual de 50 CUC (equivalentes a $46) entregados a sus familiares en la isla y ofrece apartarle cantidades regulares que serían entregadas de cumplir satisfactoriamente la misión de dos años.

No obstante, esos pagos -equivalentes a $125 mensuales por el primer año de servicio y $225 por el segundo- no son entregados si el médico recibe una mala evaluación o deserta de la misión.

EE.UU. pierde la calificación

EE.UU. pierde la calificación de deuda AAA de S&P

DAMIAN PALETTA y MATT PHILLIPS

Uno de los pilares del sistema financiero global se vio sacudido el viernes cuando la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor's dijo que los bonos del Tesoro de Estados Unidos ya no merecen ser considerados la inversión más segura del mundo.

S&P le retiró por primera vez la calificación crediticia AAA, que ha mantenido durante 70 años, bajo el argumento de que el acuerdo sobre el límite a la deuda fiscal del país que se orquestó en Washington no fue suficiente para despejar el sombrío panorama a largo plazo de las finanzas estadounidenses. La agencia rebajó la deuda a AA+, una calificación por debajo de Liechtenstein y una decena de otros países, a la par de Bélgica y Nueva Zelanda.

Esta decisión sin precedentes concluyó un día dramático. Todo empezó por la mañana, cuando se filtró la noticia de que era inminente una rebaja y las bolsas se tambalearon. En torno a las 1:30 de la tarde, hora de Nueva York, representantes de S&P notificaron al Departamento del Tesoro que planeaban rebajar la deuda de EE.UU. y le presentaron sus conclusiones. Funcionarios del Tesoro observaron un error de US$2 billones (millones de millones) en el cálculo de S&P, lo cual retrasó el anuncio durante varias horas. La agencia calificadora decidió seguir delante de todas maneras y después de las 8 de la tarde lo hizo oficial.

S&P dijo: "La rebaja refleja nuestra opinión de que el plan de consolidación fiscal que el Congreso y el gobierno recientemente acordaron es insuficiente para lo que, desde nuestra perspectiva, sería necesario para estabilizar la dinámica del déficit fiscal a medio plazo". También hizo referencia a la débil "efectividad, estabilidad y previsibilidad" de la política y las instituciones en un momento en que se amontonan los desafíos.

La rebaja obligará a corredores e inversionistas a replantearse lo que hasta ahora era una premisa de las finanzas modernas. Desde el 14 de julio, cuando Standard & Poor's advirtió que podría rebajar la calificación de deuda de EE.UU., los analistas han tenido dificultades para determinar el efecto que tendría semejante medida en el panorama financiero, debido a cómo los bonos del Tesoro influyen sobre Wall Street y la economía.

Es posible que en un principio el golpe sea más psicológico que práctico. Las calificadoras de riesgo rivales Moody's Investors Service y Fitch Ratings mantuvieron la máxima nota para la deuda de EE.UU. recientemente. Y por ahora, los papeles del Tesoro han seguido siendo un refugio para los inversionistas preocupados por la salud de la economía de EE.UU. y de la zona euro.

Con todo, la decisión de S&P podría desbaratar la recuperación de la economía de EE.UU., que parece tener problemas en mantener el ritmo, y podría agravar la falta de confianza de los inversionistas en un sistema político que pasa apuros para llegar a un consenso incluso en cuestiones rutinarias. Como consecuencia, podría implicar la rebaja de la deuda de numerosas compañías y estados, lo que encarecería el costo para conseguir préstamos.

Una preocupación clave será ver si el apetito por la deuda de EE.UU. cambiará entre los inversionistas extranjeros, especialmente China, el mayor tenedor de bonos del Tesoro de EE.UU. extranjero del mundo. En 1945, sólo 1% de los papeles del Tesoro estaba en manos extranjeras; ahora es un máximo histórico de 46%, según un informe de Bank of America Merrill Lynch.

Algunos inversionistas están convencidos de que los papeles de EE.UU. seguirán siendo un refugio seguro en un mundo volátil, incluso sin su sólida calificación de AAA. Sin embargo, otros creen que el país se verá obligado a pagar tasas de interés más altas simplemente porque serán vistos como ligeramente más riesgosos que antes. Y aunque parezca una diferencia pequeña, semejante salto podría incrementar el costo de una amplia gama de deuda, desde una hipoteca a los billones que debe que el propio gobierno.

Las lecciones de otros países, como Canadá y Australia, sugieren que un país puede demorarse años en recuperar su estatus de AAA. Al mismo tiempo, el impacto económico de rebajas anteriores tiende a ser mayor cuando son más de una las firmas que califican la deuda como más riesgosa que cuando es sólo una la que actúa unilateralmente.

Nuestra respuesta a las crisis ajenas

Nuestra respuesta a las crisis ajenas
Es más grave la reducción del ritmo de crecimiento de EU a sólo 1.2% anual y su desempleo estancado en 9 por ciento.
Julio Faesler

Lo que acabamos de presenciar en Washington fue el grotesco sainete que los más recalcitrantes del Partido Republicano armaron con la problemática presupuestal de su país con el descarado propósito de debilitar al presidente Obama y subvertir sus perspectivas de reelección.

Exhibieron al mundo la incapacidad de su país de cubrir su astronómicas deudas, sobrecargadas por dispendios militares y las quiebras de las grandes hipotecarias, herencias de las épocas Bush.
Nadie cree que el acuerdo de última hora aprobado por ambas cámaras del Congreso el lunes haya conjurado el peligro de que la tesorería norteamericana tenga que declarar su incapacidad para pagar sus deudas.


La degradación de las emisiones del Tesoro norteamericano que aplicarán las certificadoras como Moody’s o Standard & Poor’s, aumentará las primas de riesgo perjudicando los bonos norteamericanos lo que desviará inversiones a otras emisiones o al oro y plata.


El desplome en las bolsas de valores del mundo, incluso la nuestra, es un espejo, en que la colocación en el mercado financiero de nuestras emisiones podría afectarse.


Más grave para nosotros que los efectos bursátiles-financieros, es la reducción del ritmo de crecimiento de EU a sólo 1.2% anual y su desempleo estancado en 9% que arrastra a la baja su nivel de consumo y desalienta importaciones. Nosotros les destinamos 80% de nuestras ventas al exterior.


Los quebrantos de la economía estadunidense no son, sin embargo, simples problemas presupuestales. En el fondo anida la incapacidad neta de su aparato productivo nacional para soportar los altos niveles de consumo, endeudamientos e inmensos programas oficiales. Ahora les tocará aplicar los impopulares reajustes en gastos y alza de impuestos, que en Europa se decretan para rescatar las economías de Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, Bélgica o España.


En las ciudades estadunidenses se repetirán las protestas que se alzan en las plazas de Madrid, Barcelona o Roma, exigiendo, de paso, que los funcionarios y agentes financieros regresen las desorbitadas gratificaciones que todavía reciben por haber desencadenado las crisis que esfumaron las fortunas de millones de ahorradores.


Lo que está sucediendo en EU y otros países occidentales demuestra que la fuerza económica y financiera no se mide en inflados niveles de consumo sino en el respaldo físico y tangible de su musculatura productora rural e industrial.


México será tan fuerte como lo sean su agricultura y sus manufacturas. Pero todavía estamos atorados en la etapa preindustrial de la maquila: más de 70% de lo que hacemos depende de importación temporal. Si consolidamos nuestra producción cultivando y fabricando esos insumos, para incluso exportarlos a los mercados globalizados, alcanzaremos madurez y empleo para toda nuestra mano de obra.


Pero es penoso ver todas nuestras calles repletas de comercio informal, puestos de comida y venta de piratería, únicas salidas para una excelente mano de obra con capacidad e ingenio que en mucho rebasan esas actividades, y que no logra incorporarse a la producción del campo o de los talleres y unirse a los otros millones de trabajadores cuya eficiencia y laboriosidad explican los éxitos que ya estamos alcanzado.


La gradual elevación de salarios y costos de otros insumos en países competidores asiáticos, están emparejando condiciones económicas mundiales y va abriendo espacios a nuestra producción, que si cuenta con inteligentes apoyos oficiales, surtirá nuestro mercado de 112 millones de consumidores, base primaria que, con exportaciones, dará capacitación y ocupación a todos. Nuestro progreso no puede ni debe seguir siendo dependiente.


En los problemas de otros hallemos respuestas.

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