16 septiembre, 2011

Bancarrotas solares


La semana pasada, Solyndra se convirtió en la tercera compañía solar que se fue a pique en las últimas semanas, pero el fabricante solar de Fremont fue quien creó más revuelo ya que perdió más de medio billón de dólares del dinero de los contribuyentes. Solyndra recibió uno de los préstamos con garantías del gobierno a través del primer paquete de estímulo, un préstamo de $535 millones. Durante una visita a la planta el año pasado, el presidente Obama dijo: “Empresas como Solyndra están liderando el camino hacia un futuro mejor y más próspero”. En 2010, Solyndra cerró una de sus instalaciones, canceló su oferta pública inicial y la semana pasada se acogió a la protección del capitulo 11 de la ley de quiebras de Estados Unidos al no poder hacer frente a sus obligaciones y despidió a la totalidad de sus 1,100 trabajadores.

Solyndra es un claro ejemplo de la abismal gestión del Estado seleccionando ganadores y perdedores en el mercado y esta compañía de energía solar no es el único ejemplo de los problemas del paquete de estímulo al sector de la energía.

Con una serie de créditos fiscales para energía a punto de caducar a finales de este año o del próximo, los grupos industriales están cabildeando fuertemente para que los prorroguen. Teniendo muy especialmente en cuenta la situación fiscal de Estados Unidos, este es el momento de acabar con todos los subsidios a la energía, no de prorrogar políticas dispendiosas que distorsionan el mercado. Cuando el Estado se decide a favorecer una tecnología con subsidios, puede Ud. apostar sobre seguro que el “ganador” es un perdedor en el mercado.

Dependiendo de con quién se hable, o bien la industria solar está en problemas o bien lo de las quiebras simplemente significa que algunas tecnologías de energía solar tendrán éxito mientras que otras no. Ken Zweibel, director del Instituto Solar de la Universidad George Washington, dice que: “Coincide con el hecho de que la industria está en problemas. Hay una crisis en el sector de la fabricación solar, no hay duda al respecto. Con tres empresas declarándose en quiebra en tres semanas, no hay duda de que todos están bajo presión”. Rhone Resch, presidente y director ejecutivo de la Asociación de Industrias de Energía Solar, tiene una opinión diferente y dice: “Lo que estamos viendo en el sector solar le ocurre a cualquier industria que está madurando y que cada vez más es más competitiva. Se verá surgiendo a ganadores que encuentran formas innovadoras de ofrecer productos con los precios más competitivos a los consumidores”.

Pero de cualquier manera, no existe ninguna justificación para el subsidio.

Si una fuente de energía no es económicamente competitiva, entonces el Estado no debería sostener artificialmente estas tecnologías y fuentes de energía para crear un mercado que no existiría sin la subvención. Y si los productores sí tienen una idea viable, entonces no debería necesitar las dádivas de Washington en primer lugar.

El crédito fiscal a la inversión para la industria solar no expira hasta finales de 2016, pero la capacidad de convertirlo en una subvención en efectivo ya no estará disponible a finales de este año. La industria solar no es la única preocupada por prorrogar su tratamiento preferencial. El subsidio de 45 centavos por galón a la mezcla de etanol en gasolinas vence este año y el crédito fiscal para los proyectos de producción eólica, biomasa, hidráulica y geotérmica caducará a finales de 2012. Uno de los problemas más grandes con los créditos fiscales concretos es que al expirar, los grupos de la industria cabildean a los miembros del Congreso para extenderlos por otro año o por múltiples años. El Congreso debería especificar que cualquier crédito fiscal que expire el 31 de diciembre 2011, o el 31 de diciembre de 2012, no puede ser prorrogado y debe ir acompañado con una reducción fiscal compensatoria.

Estas son solo algunas disposiciones de la complicada red de la política fiscal para la energía tejida durante las últimas décadas por nuestro gobierno federal. Es hora de desenmarañar esa red, no de hacerla aún más grande.

El Congreso debería agilizar el establecimiento de cláusulas de prescripción automática de cualquier gasto fiscal en energía que no expire a finales de 2012. Por otra parte, el Congreso debería crear un espacio de tiempo de tres años sobre el que se evaluarían los efectos estimados de los cambios legislativos para todos los otros créditos fiscales que se extiendan durante varios años o que no caduquen, y reducir el porcentaje en un tercio después de cada año. Luego el Congreso debería reducir otros impuestos por la cantidad de ingresos que acelerar la eliminación de estas políticas erróneas recaudaría.

Estados Unidos es un país aruinado y la última cosa que necesitamos es gastar dinero de los contribuyentes en subsidios a la energía. La eliminación de los subsidios a la energía significa que las industrias y empresas que ofrecen el mayor beneficio al consumidor serán las que tienen éxito.

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