Los mercados, tanto de países desarrollados como emergentes, están abocados a un frenazo importante del crecimiento; de hecho, las economías avanzadas ya están casi en crecimiento plano.
El riesgo no es sólo de una leve recaída, sino más bien de otra recesión grave que podría conducirnos a una depresión económica y una grave crisis financiera en la mayoría de economías avanzadas.
La contracción que se avecina podría ser más grave que la de 2007-09 por varios motivos. El primero, que en aquel momento los problemas se limitaban a la deuda del sector privado, que ahora se ha extendido al público. Además, al contrario que en 2007-2009, la munición monetaria y fiscal ya se ha disparado. En aquel periodo, los gobiernos podían inyectar capital a los bancos, mientras que ahora el riesgo soberano se ha convertido en bancario, ya que la mayoría de bonos de países con un pie en la insolvencia están en manos de los bancos, sobre todo en Europa. Por otro lado, en 2007-2009 los legisladores reaccionaron rápidamente, mientras que ahora se titubea, ya que existe la creencia equivocada de que no se va a producir una recaída.
¿Qué se puede hacer para suavizar la caída en la contracción económica, que cada vez se hace más probable?
Austeridad y estímulos
La austeridad fiscal, aunque necesaria, tiene un efecto negativo, ya que aumentar los impuestos y reducir los subsidios y el gasto público puede ser contraproducente para la demanda agregada y los ingresos disponibles. Si los países de la periferia de la eurozona se ven obligados a implementar austeridad fiscal, otros países que pueden proporcionar un estímulo a corto plazo deberían hacerlo y posponer la austeridad.
Esto incluye a EEUU, Reino Unido, Alemania y el núcleo de la eurozona, Japón y otras economías avanzadas. Deberían crearse bancos infraestructurales y capitalizarlos para que proporcionen financiación para proyectos públicos (en forma de sociedad público-privada, por ejemplo).
En la periferia, los efectos de esa austeridad en el crecimiento a corto plazo serían graves, lo que confirman los últimos informes de Grecia, España y Portugal. Retrasar la austeridad fiscal podría ser conveniente. Los proyectos infraestructurales financiados a nivel europeo podrían ayudar a restablecer el crecimiento en la periferia.
Facilitar el crédito
El BCE debe dar marcha atrás en su decisión cabezota de aumentar los tipos, que provocó problemas en la periferia de la eurozona. La Fed debería lanzar otro QE3 en el tercer trimestre y el Banco de Inglaterra debería hacer lo propio, debido a los picos y bajadas de la inflación. Lo mismo para el Banco de Japón y el Banco Nacional Ssuizo.
Muy pronto, la inflación será lo que menos preocupe a los bancos centrales, ya que una nueva bajada de los precios de bienes, trabajo, mercado inmobiliario y materias primas conllevará una bajada de la inflación (o, más bien, deflación).
En vez de seguir los métodos tradicionales, los bancos centrales tienen que recurrir a las facilidades de crédito; por ejemplo, los bancos pueden adquirir reclamos privados, que se sitúan a un nivel superior a los bonos del Estado en la cadena crediticia.
Proporcionar liquidez
Es necesario proporcionar grandes cantidades de liquidez a gobiernos y entidades del sector privado que no tengan liquidez pero sean solventes, y así evitar el aumento de la compra-venta simultánea de futuros y la pérdida de acceso a los mercados, que convertiría la falta de liquidez en insolvencia. Los gobiernos necesitarán tiempo para recobrar su credibilidad y, hasta entonces, los mercados seguirán presionando sobre los futuros.
La situación es crítica para España e Italia, demasiado grandes para caer, pero también demasiado grandes para ser salvadas. Incluso si las modificaciones que se han propuesto para el Fondo de Estabilidad Financiera se aprueban inmediatamente (y como consecuencia el programa actual del BCE de adquisición de bonos españoles e italianos se elimina y se pasa el testigo al Fondo de Estabilidad), los 440.000 millones de euros actuales en recursos no serán suficientes para evitar el ataque de los mercados a Italia y España.
El fondo se tendrá que doblar o triplicar, también pensando en una eventual aprobación de los eurobonos. Si se tarda mucho más en aprobar los eurobonos o en ampliar el Fondo de Estabilidad, el BCE tendrá que reanudar su actual plan de apoyo a Italia y España. El riesgo crediticio que asumiría el BCE si hace eso lo deberán afrontar los Estados de la eurozona para recapitalizar por completo el BCE. Puede que incluso el FMI tenga que apoyar a Italia y España, pero esto requeriría una inmediata reactivación de los Nuevos Acuerdos para la Obtención de Préstamos, lo cual proporcionaría un total de 580.000 millones de dólares norteamericanos del FMI.
Reestructurar la deuda
Un problema de la deuda insostenible que no se puede resolver mediante crecimiento, ahorro ni inflación se debe resolver mediante una restructuración ordenada de la deuda, reducciones de deuda y una conversión de ésta en valores. Marear la perdiz y convertir deuda privada en pública y deuda pública en supranacional no es una solución aceptable para los entes insolventes.
La decisión reciente de permitir una restructuración de la deuda griega con sólo un pequeño recorte para los acreedores privados (una reducción del 21 por ciento del valor neto de la deuda) ha sido insuficiente. Grecia necesita recortes mucho más contundentes, de entre el 40 y el 50%. Del mismo modo, es probable que tanto Portugal como Irlanda necesiten una restructuración de sus deudas públicas. Irlanda podrá evitar este proceso sólo si corrige inmediatamente su mala decisión de socializar las pérdidas de su sistema bancario; tanto los acreedores de bonos antiguos como recientes tendrán que sufrir recortes, si no, el Estado caerá en la insolvencia. En general, los acreedores de bancos insolventes deben aceptar las pérdidas.
Recapitalizar los bancos
Los bancos y los sistemas bancarios de la eurozona con escasez de capital tendrían que recapitalizarse inmediatamente con capital público mediante una versión europea del TARP (Troubled Asset Relief Program o plan de facilidades para activos de riesgo) norteamericano, y las autoridades gubernamentales deberían formar parte de las juntas directivas de los bancos para evitar el desapalancamiento crediticio, que conlleva una reducción del crecimiento crediticio. Habría que tener una mayor permisividad con los bancos en cuanto al capital y la liquidez para propulsar la creación de crédito.
El planteamiento de la eurozona en cuanto a la recapitalización bancaria ha sido, hasta ahora, negar la mayor. No importa que las estimaciones de la UE o del FMI en cuanto a las necesidades de capital de los bancos sean correctas o no: los mercados y los inversores no se creen que los resultados de unas pruebas de estrés que no han tomado en consideración las consecuencias de las pérdidas masivas para los bancos que supondrían las restructuraciones de deuda ordenadas o desordenadas en la eurozona.
Algunas autoridades nacionales (por ejemplo, Alemania) pueden tener los recursos fiscales para recapitalizar sus propios bancos, pero otras no los tienen. Por ello, se necesita urgentemente un programa de recapitalización paneuropea.
Más competitividad
Existen cuatro posibilidades de restablecer la competitividad:
1) Que el euro se debilite en gran medida para equipararse al dólar norteamericano, lo cual dudo que vaya a suceder.
2) Una reducción rápida de los costes de unidad de trabajo mediante reformas estructurales, lo cual también dudo que ocurra.
3) Una deflación acumulativa del 30 por ciento en cinco años, en precios y salarios, que es poco factible, puesto que iría de la mano de cinco años de una depresión cada vez peor. Además, esta deflación haría que el país que la sufriera se volviera más insolvente todavía.
4) La única opción que quedaría si las otras no pueden restaurar la competitividad es la salida de Grecia y otros miembros de la moneda única. Las pérdidas para el núcleo de la eurozona que conllevarían un retorno de Grecia y Portugal a sus respectivas monedas serían modestas, puesto que el PIB de Grecia y Portugal juntos no llega al 3 por ciento del total de la eurozona.
Invertir en el empleo
Las razones del desempleo y de la débil recuperación del crecimiento en las economías avanzadas son estructurales. Estaba claro que incorporar a 2.300 millones de chinos e indios a la fuerza de trabajo global iba a ser perjudicial. La respuesta adecuada no es erigir muros de protección. Necesitamos un plan a plazo medio-largo para recobrar la competitividad y el empleo en las economías avanzadas mediante una gran inversión en educación de primera calidad, formación profesional y mejoras en el capital humano, infraestructuras, economía ecológica y energías alternativas.
Los emergentes
Los mercados emergentes deberían aportar su granito de arena para reforzar la economía global. Ya que sus equilibrios presupuestarios son más fuertes y tienen más posibilidades legislativas, deberían suavizar sus políticas monetarias y fiscales y proporcionar liquidez a sus sistemas financieros.
El FMI y el Banco Mundial pueden ofrecer un apoyo como prestamistas en última instancia a aquellos mercados que estén en riesgo de perder el acceso al mercado.
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