18 septiembre, 2011

Con Malthus a vueltas

El fantasma de la superpoblación es un temor recurrente que resurge con fuerza en épocas de crisis. Ante el aumento de precio de los alimentos, la tentación de recurrir a “The population Boom”, el best seller maltusiano de Paul Elrich que cumple 40 años, y teorías apocalípticas similares puede resultar tentadora, por lo simple que resulta su diagnóstico. Véase sino el caso de Julio Anguita.
En efecto, en los últimos 200 años la población mundial se ha multiplicado por seis. Cuando Kennedy visitaba China, en el mundo había 3.000 millones de personas. Hoy, somos más del doble. En países como Indonesia o Vietnam, la superpoblación es una realidad innegable y en algunas zonas del globo la densidad de población es disparatada (En Singapur: 6138.8 personas por kilómetro cuadrado). Dada la tendencia del crecimiento poblacional (geométrico, según Malthus, frente al crecimiento aritmético de los recursos) la ONU llegó a predecir que, para el año 2000, la población superaría los 10.000 millones. Al amparo de estas estimaciones se realizaron otras proyecciones a más largo plazo (y poco serias, todo sea dicho de paso) que que venían a decir que, con el paso del tiempo, la densidad de población sería tan alta que la tierra cultivable sería prácticamente nula. El propio presentó un que alertaba de consecuencias nefastas para la economía norteamericana a largo plazo, debido al boom demográfico de los países en vías de desarrollo.
Así las cosas, no resulta extraño que el multimillonario fundador de HP, David Packard, legase la mayor parte de su fortuna a lo que consideró el mayor problema que enfrentaría la humanidad en los próximos años: la hiperpoblación. O que (incluso hoy) alguna gente considere que tener hijos es un eco-crimen.

Lo que ni Packard ni ninguno de los discípulos de Malthus podía sospechar es que, tan solo unos años más tarde, los problemas demográficos no vendrían dados precisamente por la hiperpoblación, sino todo lo contrario: por el temor al crecimiento cero. De hecho, la misma agencia de la ONU que en los 70 predecía una población de 10.000 millones, rectificó a finales de los 90 y lanzó una nueva previsión para 2040, año en el que, supuestamente, la población mundial registrará por primera vez en siglos un crecimiento nulo.

La causa del alarmismo maltusiano viene dado por un razonamiento muy lógico: si la media de hijos de una mujer surcoreana es de 6,33 (como lo era en 1955), parece razonable que, a largo plazo la superpoblación acabe siendo una realidad que resulte insostenible, debido a que la tierra necesaria para generar recursos disminuirá progresivamente y a que la ley de rendimientos decrecientes entrará en funcionamiento. ¿Qué ignora este razonamiento aparentemente sensato? Dos cosas

  1. La transición poblacional. Los métodos para el control de la natalidad, el acceso de la mujer de la mujer al trabajo, la industrialización y la urbanización mueven a la baja la natalidad. El cambio social no es exclusivo de los países que han vivido un boom económico (como Corea, que hoy tiene la segunda tasa de natalidad más baja del mundo con 1,21 hijos por mujer), sino que es un fenómeno extendido a economías en vías de desarrollo. Contrariamente a lo que en ocasiones se dice, el factor religioso tampoco es un gran obstáculo a la transición demográfica. Recomiendo juguetear un rato con los gráficos de Gapminder para constatar hasta qué punto la transición poblacional es una realidad. Da lugar a descubrimientos sorprendentes, como el de que, hoy en día, el promedio de hijos es menor en las mujeres turcas que en las francesas.
  2. La revolución verde. Como dice Rafael Pampillón en un post reciente al hilo de un excelente artículo de The Economist (Malthus: el falso profeta):
Hoy, la mayoría de los expertos reconoce que el mundo produce suficientes alimentos para todos. En los últimos 50 años, la producción de alimentos ha superado el crecimiento de la población. Si el incremento de la población mundial no ha supuesto un problema en las últimas 5 décadas, cuando éste registraba tasas de crecimiento entorno al 2%, ahora que dicho crecimiento se ha ralentizado hasta el 1,2% debería preocupar aún menos. Sin embargo, la constante subida de los precios de los alimentos está reavivando las tesis de Malthus y de los maltusianos.
Los estudios del Premio Nobel de la Paz Norman E. Borlaug ponen de manifiesto el calado de la revolución verde y de las innovaciones tecnológicas en el aprovechamiento de los recursos naturales.


La pregunta que se plantea ahora con la crisis del petróleo y los alimentos no es tan apocalíptica como la que los neomaltusianos pretenden, aunque no deja por ello de ser relevante: ¿Es sostenible la incorporación de 2.400 millones de personas al tren de vida occidental? ¿Puede la mejora en el aprovechamiento de los recursos naturales adaptarse no solo al crecimiento poblacional, sino también a la frenética demanda de los biocombustibles?

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