Lo que ni Packard ni ninguno de los discípulos de Malthus podía sospechar es que, tan solo unos años más tarde, los problemas demográficos no vendrían dados precisamente por la hiperpoblación, sino todo lo contrario: por el temor al crecimiento cero. De hecho, la misma agencia de la ONU que en los 70 predecía una población de 10.000 millones, rectificó a finales de los 90 y lanzó una nueva previsión para 2040, año en el que, supuestamente, la población mundial registrará por primera vez en siglos un crecimiento nulo.
La causa del alarmismo maltusiano viene dado por un razonamiento muy lógico: si la media de hijos de una mujer surcoreana es de 6,33 (como lo era en 1955), parece razonable que, a largo plazo la superpoblación acabe siendo una realidad que resulte insostenible, debido a que la tierra necesaria para generar recursos disminuirá progresivamente y a que la ley de rendimientos decrecientes entrará en funcionamiento. ¿Qué ignora este razonamiento aparentemente sensato? Dos cosas
- La transición poblacional. Los métodos para el control de la natalidad, el acceso de la mujer de la mujer al trabajo, la industrialización y la urbanización mueven a la baja la natalidad. El cambio social no es exclusivo de los países que han vivido un boom económico (como Corea, que hoy tiene la segunda tasa de natalidad más baja del mundo con 1,21 hijos por mujer), sino que es un fenómeno extendido a economías en vías de desarrollo. Contrariamente a lo que en ocasiones se dice, el factor religioso tampoco es un gran obstáculo a la transición demográfica. Recomiendo juguetear un rato con los gráficos de Gapminder para constatar hasta qué punto la transición poblacional es una realidad. Da lugar a descubrimientos sorprendentes, como el de que, hoy en día, el promedio de hijos es menor en las mujeres turcas que en las francesas.
- La revolución verde. Como dice Rafael Pampillón en un post reciente al hilo de un excelente artículo de The Economist (Malthus: el falso profeta):
Hoy, la mayoría de los expertos reconoce que el mundo produce suficientes alimentos para todos. En los últimos 50 años, la producción de alimentos ha superado el crecimiento de la población. Si el incremento de la población mundial no ha supuesto un problema en las últimas 5 décadas, cuando éste registraba tasas de crecimiento entorno al 2%, ahora que dicho crecimiento se ha ralentizado hasta el 1,2% debería preocupar aún menos. Sin embargo, la constante subida de los precios de los alimentos está reavivando las tesis de Malthus y de los maltusianos.
La pregunta que se plantea ahora con la crisis del petróleo y los alimentos no es tan apocalíptica como la que los neomaltusianos pretenden, aunque no deja por ello de ser relevante: ¿Es sostenible la incorporación de 2.400 millones de personas al tren de vida occidental? ¿Puede la mejora en el aprovechamiento de los recursos naturales adaptarse no solo al crecimiento poblacional, sino también a la frenética demanda de los biocombustibles?
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