Extracto del emblemático libro “For a New Liberty: the libertarian manifesto” de Murray Rothbard, cuya traducción la está realizando Dante Bayona en Vanguardia Libertaria.
El credo libertario descansa sobre un axioma central: que ningún hombre o grupo de hombres debe cometer agresión contra la persona o propiedad de otra persona. A esto se le llama el “axioma de no-agresión”. “Agresión” se define como el inicio o amenaza de uso de violencia física contra la persona o propiedad de otro. Por tanto, agresión es sinónimo de invasión.
Si ningún hombre debe cometer agresión contra otro; si todos tienen el derecho absoluto de ser “libres” de agresión, entonces esto implica que el libertario defiende lo que en general se conocen como “libertades civiles”: la libertad de expresarse, de publicar, de reunirse y de involucrarse en “crímenes sin víctimas”, como pornografía, desviación sexual y prostitución (que para el libertario no son “crímenes”, dado que “crimen” se define como la invasión violenta de la persona o propiedad de otro). Además, el libertario considera el servicio militar obligatorio como esclavitud a gran escala. Y dado que la guerra, sobre todo la guerra moderna, implica la matanza masiva de civiles, el libertario ve ese tipo de conflictos como asesinatos en masa y, por lo tanto, completamente ilegítimos. En la escala ideológica contemporánea todas estas posiciones son consideradas “de izquierda”.
Por otro lado, dado que el libertario se opone a la invasión de los derechos de propiedad privada, eso también significa que se opone a la interferencia del gobierno en los derechos de propiedad y en la economía de libre mercado a través de controles, regulaciones, subsidios o prohibiciones.
Si cada individuo tiene derecho a la propiedad privada, sin tener que sufrir depredación agresiva, entonces también tiene el derecho de regalar su propiedad (legar y heredar) e intercambiarla por la propiedad de otros (contratos libres y economía de libre mercado) sin interferencia. El libertario está a favor del derecho a la propiedad privada sin restricciones y del libre intercambio, por tanto, a favor de un sistema de “capitalismo de laissez-faire”.
Una vez más, en terminología actual, a la posición libertaria sobre la propiedad y la economía se llamaría “extrema derecha”. Pero el libertario no ve incoherencia alguna en ser “de izquierda’ en algunas cuestiones y “de derecha” en otras. Por el contrario, él ve su posición como la única consistente; consistente en favor de la libertad de cada individuo, puesto que ¿cómo puede el de izquierda oponerse a la violencia de la guerra y al servicio militar obligatorio, y al mismo tiempo apoyar la violencia de los impuestos y el control gubernamental? ¿Y cómo puede el de derecha proclamar su devoción a la propiedad privada y la libre empresa, y al mismo tiempo estar a favor de la guerra, el servicio militar obligatorio y la prohibición de actividades y prácticas no invasivas que él considera inmorales? ¿Y cómo puede el de derecha estar a favor del libre mercado, y al mismo tiempo no ver nada de malo en los inmensos subsidios, distorsiones e ineficiencias improductivas del complejo militar-industrial?
Mientras se opone a toda agresión privada o grupal contra los derechos de la persona y la propiedad, el libertario ve que a lo largo de la historia, hasta nuestros días, siempre ha habido un agresor central, dominante y avasallador de todos estos derechos: el Estado.
En contraste a todos los otros pensadores, de izquierda, derecha y centro, el libertario se rehúsa a dar al Estado el permiso moral para cometer acciones que, en opinión de casi todos, son inmorales, ilegales y criminales si las lleva a cabo una persona o un grupo en la sociedad. El libertario, en suma, insiste en aplicar la ley moral general sobre todos, y no hace ninguna excepción especial para personas o grupos. Si vemos al Estado desnudo, nos damos cuenta de que está universalmente autorizado, e incluso incentivado, a realizar actos que incluso los no libertarios consideran crímenes reprensibles. El Estado habitualmente comete asesinatos masivos, que le llama “guerra”, o a veces, “represión de la subversión”; esclaviza en sus fuerzas militares, utilizando lo que llama “servicio militar obligatorio”; y su existencia depende de la práctica del robo forzado, al que denomina “cobro de impuestos”. El libertario insiste en que, independientemente de que esas prácticas sean o no apoyadas por la mayoría de la población, no son pertinentes a su naturaleza; que, sea cual sea la opinión popular, la guerra es asesinato masivo, el servicio militar obligatorio es esclavitud y los impuestos son robo.
En suma, el libertario es como el niño de la fábula, que se obstinaba en decir que el emperador estaba desnudo –aunque la mayoría de las personas, adulando al emperador, se hacían los ciegos y alababan sus vestiduras.
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