Irán -el socio estratégico de Venezuela- es hoy no solo el país que más apoya al terrorismo en el exterior, sino también el que más impulsa a los regímenes dictatoriales que enfrentan revueltas sociales a sofocarlas recurriendo a las formas más crueles e inhumanas de represión.
Esto último ha sido recientemente denunciado por la Unión Europea, que por ello acaba de sancionar específicamente a la fuerza paramilitar iraní a la que se conoce como “Al Quds”.
Para los europeos, ella ha estado activamente prestando asistencia técnica y material al régimen del presidente Bashar al-Assad, de Siria. Con ella el gobierno sirio ha organizado la dura represión que, desde hace cinco meses, ha desatado contra su pueblo. Como consecuencia de esta terrible situación, desde el mes de marzo pasado unos 2.200 sirios han sido brutalmente asesinados.
Luego de las sanciones impuestas por la Unión Europea, que por primera vez oficialmente apuntan a castigar la íntima relación de Irán con el gobierno de Siria, los dos países nombrados permanecieron en un llamativo silencio.
El grupo denominado “Al Quds” forma parte de la llamada Guardia Revolucionaria Islámica Iraní. En rigor, es una fuerza de elite, de choque, que está especializada en controlar y sofocar con la fuerza las protestas sociales. Ella ha sido utilizada con reiteración, particularmente en Teherán y otros centros urbanos iraníes, para sofocar las protestas de los políticos disidentes y reformistas contra la conducción autoritaria de la teocracia iraní. Con muertos y heridos como saldo de su intervención.
Ese terrible grupo es responsable también de suministrar equipos y materiales que han utilizado las fuerzas sirias en las tareas de represión, así como en las de inteligencia.
Los hombres de “Al Quds” han operado otras veces fuera de las fronteras de Irán, particularmente en todo lo relativo al entrenamiento y armamento de las milicias del movimiento Herzbollah, que hoy controla el escenario político en el Líbano.
Las sanciones europeas -cabe destacar- son “personalizadas”. Por ello, pertenecen a la categoría de las llamadas “sanciones inteligentes”. Incluyen, con nombre y apellido, a cinco generales del ejército sirio.
También a Hassan Turkmani, un ex ministro de defensa y representante especial del Presidente Assad; a Munir Adnuf, el segundo jefe del ejército sirio y a un tal Samir Hassan que estaría financiando la represión gubernamental siria. A todos ellos se une como sancionado, lo que no es sorpresivo, el propio hermano menor del presidente Assad, Maher, que comanda la Cuarta División del ejército sirio, aquella que está especializada en las tareas de represión contra los civiles inocentes y las protestas sociales.
Los activos financieros en el exterior de los sancionados han sido congelados, y ninguno de ellos podrá obtener las visas que se requieren para desplazarse en el interior de la Unión Europea.
A lo antedicho se sumará pronto una prohibición europea de comprar petróleo sirio. Este país vende a Europa el 95% de sus exportaciones. Sus principales compradores: Shell, Total, British Petroleum, Vitol, y Trafigura han comenzado ya a alejarse de las compras a Siria. Por ello, no están participando en las licitaciones del caso, normalmente convocadas a través de Sytrol, la empresa estatal siria que está a cargo de las exportaciones. Los Estados Unidos -por su parte- ya han prohibido la compra y venta de crudo y sus subproductos a Siria.
Cabe recordar que Siria produce 378.000 barriles de crudo diarios, pero como carece de capacidad refinadora, debe necesariamente importar gasoil y diesel. No sería sorprendente que China e Irán reemplacen a las empresas europeas como consecuencia de lo sucedido. Siria vende tanto un crudo de baja calidad y alto contenido sulfúrico, conocido como “Souedie”, como otro de alta calidad, denominado “Sirio Liviano”.
Mientras todo esto ocurre, Siria continúa reprimiendo ferozmente las protestas sociales, ahora en las ciudades de Homes, Idlib, así como en Deir Ezzor, en las proximidades del río Eufrates. Para el sufrido pueblo sirio, más allá de las sanciones, la pesadilla que supone vivir constantemente en un ambiente de extrema represión continúa entonces. Las protestas, también.
* Emilio J. Cárdenas es ex Embajador de la República Argentina ante la ONU.
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