Hubo momentos, en los últimos años, cuando los dirigentes de Estados Unidos no estaban seguros del camino que tomaría la crisis.
En sólo un punto, se sentían absolutamente seguros: Estados Unidos no tomaría -mejor dicho: no podía- tomar la ruta de Japón.
La economía era demasiado flexible; las respuestas gubernamentales a la crisis, muy contundentes; y el electorado, extremadamente exigente como para permitir que el estancamiento al estilo japonés sucediera en suelo de Estados Unidos.
Si hoy le preguntáramos al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Tim Geithner, nos diría lo mismo.
Pero, ¿qué diría el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke?
Si, pero...
En una conferencia reciente a la que asistieron los gobernadores del banco central y economistas, Bernanke dijo que "no esperaba que el potencial crecimiento a largo plazo de la economía de Estados Unidos fuera a resultar afectado considerablemente por la crisis".
Pero Bernanke también dijo que para evitar un daño de ese tipo, los creadores de las políticas gubernamentales deben dar una serie de pasos difíciles.
Las dudas sobre la capacidad para confrontar esos desafíos es lo que lleva a muchas personas, dentro y fuera del país, a preguntarse si, después de todo, no se está yendo por el camino japonés.
Incluso hace seis meses, ese pesimismo sonaba un tanto exagerado.
Aunque hubo problemas en el sistema financiero estadounidense que ayudaron a desencadenar la recesión global de 2008-09, la pérdida de la productividad estadounidense fue mucho más pequeña que en otras economías avanzadas y la recuperación estadounidense fue más rápida que en la mayoría de los países europeos y Japón.
Pero la verdad es que esta recuperación fue mucho más lenta que en el pasado. Sin embargo, se sintió como que era el precio inevitable que se tenía que pagar tras la crisis financiera.
¿Aprendieron la lección?
El gobierno todavía sintió que habían aplicado las lecciones del experimento japonés y, por ende, había evitado el mismo destino.
Por ejemplo, la Fed había cortado, en menos de dos años, las tasas de interés a cerca de cero. Eso le tomó al Banco de Japón, en la década de los 90, seis años.
La respuesta fiscal a la crisis en Estados Unidos fue mucho más contundente (ver el gráfico 3), si bien es cierto que a un alto precio: las relaciones entre los dos principales partidos se enturbiaron de cara al futuro.
Pero, recientes revisiones de las cifras oficiales del Producto Interno Bruto hace que la crisis se vea mucho más profunda: se ha registrado una caída de 5,1% en la productividad nacional y no 4,1% como se pensó previamente.
La recuperación también se ve más débil.
El resultado es que el ingreso nacional no ha regresado al punto donde estaba antes de la crisis, como sí sucedió en Alemania, país que, de hecho, sufrió una recesión más profunda.
Desempleo
En términos de crecimiento económico, el desenvolvimiento de Estados Unidos en los últimos cinco años no ha sido mejor que el de Japón durante los cinco años que le siguieron al estallido de la burbuja de activos, a finales de los años 80. El desempleo estadounidense es considerablemente peor.
El panorama del empleo era un terreno inhóspito al inicio del año. Ahora, es peor, con una tasa de desempleo alrededor del 9% y con un récord de 40% de los desempleados en esa condición por más de seis meses.
En el pasado, los economistas han tendido a alabar la flexibilidad del mercado laboral estadounidense: el desempleo aumenta más rápidamente en una recesión, pero cae más velozmente a medida de que la economía se recupera. Además, el desempleo de largo plazo fue siempre mucho más bajo.
Hoy en día, esa flexibilidad laboral de Estados Unidos pareciera operar en sólo una dirección, mientras que el "sobre-regulado" mercado laboral alemán se ha desempeñado impresionantemente bien.
Algunas estadísticas destacan el fracaso de la economía estadounidense para crear empleos para su creciente población: en 1958, 85% de los hombres estadounidenses en edad de trabajar estaban trabajando. Hoy, menos del 64% tiene empleo y, en caso de que crean que es simplemente debido a que las mujeres entraron a la fuerza laboral, el porcentaje de todos los estadounidenses, hombres y mujeres, que tienen un empleo es menor que lo que se ha registrado desde inicios de la década de los 80.
Lecciones de la historia
Pero no se trata sólo de trabajos. En su último estudio sobre la economía de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional analizó en detalle las últimas diez recesiones de Estados Unidos.
Tomando como base la mayoría de los indicadores clave, las dos crisis del siglo XXI (la de 2000-01 y 2008-09) han sido las peores.
Eso es lo que hace que muchos piensen que Estados Unidos ya sufrió una "década perdida", al menos en Main Street (es decir, en el bolsillo de los consumidores).
El ingreso promedio de los hogares estadounidenses cayó 3,6% entre 2001 y 2009.
Los ingresos reales volvieron a caer nuevamente en 2011, mientras que la inflación repunta y los salarios se mantienen en el mismo lugar.
La debilidad de los salarios es similar a la que experimentó Japón (vea el gráfico 8).
Como muestra el gráfico, Estados Unidos no es Japón todavía. Necesitaría otros cinco años de lo mismo para realmente seguir el camino de Japón.
El problema es que los analistas están empezando a ver otro síntoma que el Estados Unidos de 2011 comparte con el Japón de los 90: parálisis política.
Eso, más que el crecimiento débil o el actual nivel de endeudamiento público, es lo que más le preocupa a la agencias de riesgo.
¿Recuperación moderada?
Muchos economistas piensan que Estados Unidos podría experimentar una moderada, pero estable, recuperación económica en los próximos años.
Pero, como ha enfatizado Bernanke, eso requerirá que los políticos tomen decisiones difíciles, incluyendo un plan creíble de reducción, a largo plazo, de préstamos federales.
Asimismo, se debe evitar, el año que viene, poner en riesgo la recuperación económica con un retiro demasiado pronto del programa de estímulo.
Incluso -pese al acuerdo al que llegaron los legisladores sobre el límite de endeudamiento estadounidense- existe una gran posibilidad de que las discrepancias entre demócratas y republicanos tengan un efecto adverso: una excesiva rigidez a corto plazo, del orden del 2% del PIB en 2012, sin una sólida estrategia para encaminar la deuda pública hacia un patrón de reducción en cinco años.
Por todas estas razones, es un tanto fácil deprimirse sobre el futuro de Estados Unidos. También es sencillo entender por qué la agencia de calificación Standard & Poor's concluyó que la deuda del gobierno de Estados Unidos no sería triple-A por ahora.
¿Malbaratando a EE.UU.?
Pero, también se podrían encontrar razones para pensar que los pesimistas, entre ellos S&P, no están vendiendo bien a Estados Unidos.
¿Por qué? Porque dejando la política a un lado, muchos de los ajustes que la economía estadounidense necesitaba para frenar el aumento de su deuda y para competir en los mercados globales, ya están en marcha.
Los ahorros de las corporaciones y de los hogares han aumentado considerablemente y la productividad está despegando. El actual déficit por cuenta corriente ha ido cayendo, es decir, casi la mayoría del déficit presupuestario del país está siendo financiado por los propios ciudadanos (aunque un significante porcentaje de la deuda acumulada está bancos internacionales).
De acuerdo con Diana Choyleva, de Lombard Street Research, los costos laborales unitarios en la industria de Estados Unidos cayeron 2% en 2009 y otro 2,8% en 2010.
Las estadísticas de China son más difíciles de conseguir, pero el aumento de los precios y los salarios significa que los costos laborales unitarios de la compañías chinas han probablemente aumentado entre 2,5% a 4,3% al año.
Eso significa que, incluso con China permitiendo una nominal apreciación del yuan contra el dólar, compañías estadounidenses están siendo percibidas mucho más competitivas que hace pocos años.
¿Futuro asiático?
Quizás el siglo XXI le "pertenecerá a China y a India", como muchos sugieren. Pero, Estados Unidos ha sido dado de baja muchas veces antes. Las empresas globales a las que les fue bien en la década pasada, particularmente en el ámbito de la economía digital, saber apreciar a los iconoclastas, a lo que toman riesgos y quienes piensan creativamente.
Para bien o para mal, Estados Unidos es mejor conocido por esas características, mucho más que China o Alemania.
Independientemente de que sea un espejo japonés, la economía de Estados Unidos parece estar adentrándose en un camino difícil. Pero, mirando al otro lado del Atlántico, es difícil discutir que los países europeos están manejando sus problemas mucho más decididamente.
Y, a diferencia de Estados Unidos, las economías de la eurozona no tienen la demografía de su lado: en la mayoría de las naciones europeas, la fuerza laboral está encogiéndose y, por eso, probablemente, también la tasa de crecimiento potencial a largo plazo.
Esta, quizás, es la verdadera lección de la rebaja de la calificación de la deuda de Estados Unidos, y de la reacción de los mercados a esa noticia.
Inversionistas podrían tener una buena razón para preocuparse sobre el futuro de Estados Unidos, pero, por ahora, al menos el mundo todavía gira alrededor de Estados Unidos.
Si la dinámica financiera va a continuar conspirando para poner a la economía estadounidense en una permanente inestabilidad, eso podría ser una noticia, incluso peor, para el resto del mundo.
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