20 septiembre, 2011

Las tres flechas con las que cuenta Bernanke en su carcaj

Pedro Calvo

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En enero de 2009, el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, afirmó que, pese a que los tipos de interés ya estaban en el 0-0,25%, aún tenía opciones para luchar contra la crisis porque en su carcaj había más flechas. Más de dos años después, volverá a recurrir a una de ellas para intentar reactivar, una vez más, la alicaída economía norteamericana. La incógnita reside en cuál disparará en la reunión que comienza hoy y terminará mañana.

Porque una cosa está clara: la Fed va a enviar un nuevo estímulo en esta reunión. Lo anticipó Bernanke en su comparecencia de finales de agosto de este año en el Simposio de Jackson Hole, en la que reiteró que "la Reserva Federal tiene un abanico de herramientas que podrían ser usadas para suministrar estímulos monetarios adicionales". Como acompañó este mensaje con otra novedad, relativa a que la reunión de septiembre se prolongará durante dos días, cuando estaba convocada inicialmente para uno solo, el mercado ha interpretado que los miembros de la entidad tienen mucho que discutir... hasta elegir finalmente la opción más apropiada.

No lo tienen fácil: primero, porque está en discusión la efectividad de cualquier medida adicional; segundo, porque en la reunión de agosto, tres de los miembros del Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC), el órgano que establece la política monetaria en EEUU, se opusieron a la decisión de mantener los tipos entre el 0 y el 0,25% hasta mediados de 2013, con lo que dieron a entender que no están por la labor de enviar más estímulos; y tercero, porque las medidas cuentan con riesgos potenciales, como la amenaza de generar nuevos excesos y desequilibrios en el sector financiero o la puesta en entredicho de la autonomía de la Fed con respecto a los poderes políticos. Con estos matices sobre la mesa, en el carcaj de Bernanke sobresalen tres flechas principales.

1. 'QE3': ¿a la tercera irá la vencida?

La posibilidad de abrir otra ronda de expansión cuantitativa (QE, en sus siglas en inglés) es, sin duda, la opción de la que más se ha venido hablando... aunque ha perdido mucha fuerza en las últimas semanas. Se trata de una flecha ya conocida, porque ya ha recurrido a esta herramienta en dos ocasiones: entre noviembre de 2008 y comienzos de 2010 inyectó 1,7 billones de dólares en la economía mediante la compra de deuda hipotecaria y pública, en un programa que pasó a conocerse como QE1; y entre noviembre de 2010 y junio de 2011 activó otra ronda, el denominado QE2, con el que introdujo 600.000 millones de dólares adicionales con la adquisición de deuda pública.

Con estos precedentes, el mercado ha especulado en los últimos meses con un tercer estímulo, un QE3. Los expertos, sin embargo, no lo tienen tan claro. "Cada vez hay más voces críticas con el concepto QE y con la efectividad de activar nuevas rondas de este tipo", asegura Juan Ramón Caridad, de Swiss&Global Asset Management. "Hay mucha controversia en torno al QE3. No creo que se decante por esta opción", coincide Robert Wescott, presidente la consultora Keybridge Research.

En efecto, ni el QE1 ni el QE2 han servido para consolidar la recuperación, sino que han sido útiles para otros objetivos, como luchar contra las presiones deflacionistas. Sin que la amenaza de la deflación -caída general de los precios- esté tan presente en esta ocasión, Bernanke tiene más difícil justificar un QE3. Si, pese a ello, opta por esta alternativa, podría dejar abierto, a diferencia del QE1 y del QE2, tanto el horizonte temporal como la cantidad que dedicará a este programa.

2. Bailar al ritmo de la 'Operación Twist'

Si la Fed descarta el QE3 podría optar por otra variante. ¿En qué consistiría? En modificar la estructura de su cartera de deuda. ¿Cómo? Vendiendo deuda a corto plazo para reforzar las adquisiciones de bonos a largo plazo (una estrategia conocida como Operación Twist). Mientras la posibilidad de activar una tercera ronda de estímulo cuantitativo ha perdido fuerza, la Operación Twist la ha ganado y, en opinión de los expertos, podría ser la opción elegida por Bernanke.

Con ella, perseguiría mantener bajas las rentabilidades de los bonos a 10 años para garantizar unas condiciones de financiación asequibles para los hogares, las empresas y el sector hipotecario. Para ser más preciso, Bernanke incluso podría definir un objetivo concreto para el rendimiento de los bonos.

3. Un viejo propósito: objetivo de inflación

Es un viejo propósito de Bernanke y concuerda con sus credenciales académicas. Consiste en fijar un objetivo explícito de inflación, herramienta con la que sí cuentan otras entidades como el Banco de Inglaterra o el Banco Central Europeo. Sería una medida más sutil que el QE3 o la Operación Twist y con ella trataría de transmitir a los agentes económicos y financieros que la Fed pondrá todos los medios para situar los precios en el nivel anunciado.

Hasta la fecha, la institución cuenta con una meta implícita, no oficial, consistente en mantener los precios en torno al 1,75-2% (su referencia de precios preferida es el deflactor del PCE). Para demostrar que la institución será condescendiente con los precios mientras no se genere empleo, la Fed podría definir una meta situada entre el 3 y el 4%. Es más, incluso podría complementar esa posibilidad con otro objetivo, esta vez con respecto al desempleo, para reforzar su voluntad de seguir estimulando el crecimiento mientras el desempleo no baje. En la actualidad, la tasa de paro se mantiene sobre el 9%, con lo que permanece en las tasas más altas desde comienzos de los años 80.

¿Qué efectos perseguiría esta decisión? Si en efecto Bernanke deja más margen a los precios estaría tratando de estimular el consumo privado, que supone dos terceras partes de la economía norteamericana. Coloquialmente, esa decisión equivaldría al siguiente mensaje: "Estadounidenses, consumid antes de que los precios suban".

¿Y guardarse las flechas?

Otra posibilidad consiste en que Bernanke... no haga nada. Es decir, que simplemente anuncie que la Fed se deja todas las puertas abiertas para enviar nuevos estímulos si su mandato de garantizar la estabilidad de los precios y el mayor empleo en EEUU lo requiere. De todas, sería, sin duda, la peor opción para los mercados, que se sentirían decepcionados porque las últimas comparecencias públicas de Bernanke han alentado siempre las expectativas de que la entidad iba a enviar nuevos estímulos en septiembre. Sin embargo, no es totalmente descartable por la profunda división manifestada en la reunión del FOMC de agosto; si el presidente no logra el consenso preciso, podría no cumplir lo anticipado. Esta vez, más que nunca, Bernanke deberá recurrir a sus dotes negociadoras.

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