Este grupo ya había aparecido en distintas oportunidades y en diferentes puntos del país, pero nunca antes habían mostrado un perfil tan alto y tan claro. En su primer video decían que acabarían con Los Zetas.
Jorge Fernández MenéndezLa batalla que se está viviendo en Veracruz, como en otros puntos del país, pero en los últimos meses con especial violencia en ese estado, entre los distintos cárteles del narcotráfico, ha alcanzado una nueva dimensión con los 35 cadáveres arrojados días atrás en Boca del Río, con la colocación de unas 50 mantas atribuidas a un grupo social pero en realidad colocadas por el cártel de Los Zetas y, sobre todo, con la aparición de un grupo que se autodenomina Los Matazetas y se atribuye la muerte de los cuerpos abandonados en Boca del Río.
Los Matazetas ya habían aparecido en distintas oportunidades y en diferentes puntos del país, pero nunca antes habían mostrado un perfil tan alto y tan claro. En su primer video decían que acabarían con esa organización criminal, llamaban a denunciar a sus integrantes al Ejército y la Marina-Armada y descalificaron a los cuerpos policiales locales. También decían que tenían relación con los grupos ligados al cártel del Pacífico que aparecieron en Jalisco después de la muerte de Ignacio Nacho Coronel. En el segundo video, después de la acción de la semana pasada, ya señalan abiertamente que aniquilarán a sus adversarios y se presentan más como un grupo armado, aunque con características sociales. Pero dicen también que, ante la decisión del gobierno de no dialogar con los grupos criminales, mantendrán esa “lucha” en una suerte de clandestinidad.
En realidad todo apunta a que estamos en presencia de una organización impulsada por el cártel de Sinaloa, el del Chapo Guzmán, para aniquilar a sus enemigos Los Zetas, valiéndose además, del miedo y del hartazgo social. Los Zetas no son necesariamente los narcotraficantes más violentos, aunque se encuentren sin duda en los primeros lugares, pero son los que más han abusado de los secuestros, la extorsión, el robo, el tráfico de migrantes. Sean o no miembros de ese grupo, son innumerables los que se presentan como tales para cometer esos y otros delitos que son los que más ofenden a la ciudadanía, los que más lastiman. Su idea es generar temor para imponer su ley y reemplazar a las autoridades locales a las cuales, sobre todo en el ámbito policial, controlan o intimidan. Es el tipo de organización criminal que nació rompiendo las reglas y que con esa lógica se ha buscado consolidar. Ahora se les intenta destruir utilizando sus propias armas.
La aparición de Los Matazetas recuerda a la de los llamados paramilitares o paras en Colombia. Éstos nacieron en los 80 como una reacción a la violencia del cártel de Medellín, entonces encabezado por Pablo Escobar, y a la interminable ola de secuestros, asesinatos y extorsiones cometidos. También como una reacción ante la presencia, simultánea, de las FARC y el ELN, aliados en muchas ocasiones con esos grupos de narcotraficantes y que utilizaban sus mismos métodos. Los paras tuvieron en muchos momentos apoyo oficial y, sobre todo, de empresarios y terratenientes. Pero el apoyo más claro fue del cártel de Cali, que encabezaban entonces los hermanos Rodríguez Orejuela, enfrentados a muerte con los grupos de Medellín. Los paras comenzaron una limpia feroz de miembros del cártel de Medellín, de las FARC y el ELN, y se convirtieron, a su vez, también en narcotraficantes y desarrollaron una violencia similar a la que decían combatir. Terminaron muchos desmovilizándose desde la toma del poder de Álvaro Uribe, pero sus líderes están presos o los extraditaron a Estados Unidos.
Nadie puede tener plena certidumbre de quiénes son estos grupos llamados Matazetas, pero lo que debe quedar claro es que el monopolio de la violencia sólo puede detentarlo el Estado.
La creación de estos grupos, la tentación de hacer justicia por propia mano, la relación inevitable que tienen, independientemente de su origen, con otros grupos del crimen organizado, debería ser suficiente para rechazarlos y no apostar a soluciones que sólo agravarán los problemas que ya vivimos.
Ruiz Massieu, 17 años
Hoy se cumplen 17 años del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, entonces diputado federal electo, secretario general del PRI, un hombre cercanísimo a Carlos Salinas y que podría haber servido en esos años como una pieza que evitara el brutal choque político que se dio entre Salinas de Gortari y su sucesor Ernesto Zedillo. También un político de enorme brillo intelectual. Un crimen político que tuvo innumerables vicisitudes (y literales absurdos de antología en la época del procurador Chapa Bezanilla) en sus investigaciones y que, para variar, continúa impune.
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