SÃO PAULO—Brasil ha sido uno de los grandes beneficiarios del cambio tectónico en el mundo de las inversiones hacia los países en desarrollo. La bolsa se ha disparado, el real se ha fortalecido y la avalancha de fondos ha financiado sus nuevos puertos y estadios para el Mundial de fútbol.
Sin embargo, aunque la inversión extranjera es en su mayor parte positiva, acarrea algunas desventajas. La abundancia de efectivo ha contribuido a financiar préstamos bancarios más riesgosos y alimentado una posible burbuja inmobiliaria. De acuerdo con algunos parámetros, el real es la moneda más sobrevaluada del mundo y muchas fábricas locales no son competitivas en los mercados globales.
Brandon Kruse for the Wall Street Journal
Turistas brasileños se disponen a salir de compras en el sur de Florida. Los brasileños han gastado este año cerca de US$8.500 millones en el extranjero.
La vida cotidiana se ha encarecido a tal extremo que el cine, los taxis y hasta una lata de Coca-Cola cuestan más en São Paulo que en Nueva York. Los precios de los departamentos en Rio de Janeiro se han duplicado desde 2008. El espacio para oficinas se ha vuelto más caro en São Paulo que en Manhattan.
La preocupación por la fortaleza del real es una de las grandes razones detrás de la decisión del banco central de recortar a finales de agosto la tasa de interés de referencia en medio punto porcentual, para dejarla en 12%, después de un año de alzas de tasas. La entidad corre el riesgo de estimular presiones inflacionarias, pero cree que las altas tasas atraen inversiones extranjeras especulativas que inflan el real y perjudican la economía. De hecho, ya hay indicios de una desaceleración de la actividad.
El real se ha debilitado 6% frente al dólar desde la reducción de tasas, pero acumula un alza de 36% desde el 1 de enero de 2009. En momentos en que reina el pesimismo en Estados Unidos y Europa, los inversionistas globales se encaminan a depositar este año más de US$1 billón (millones de millones) en economías emergentes como China, Brasil e India, casi cinco veces más que hace una década.
Algunos ejecutivos temen que el costo de hacer negocios en Brasil esté subiendo tan rápido que la nación sea incapaz de cumplir su anhelo de convertirse en una potencia manufacturera. "Desde que era una niña escucho que Brasil es el país del futuro. Ahora que el futuro está aquí, empiezo a temer que sea breve", reconoce Cynthia Benedetto, directora de finanzas de Embraer SA, el tercer fabricante mundial de aviones. Embraer, uno de los principales exportadores del país, está invirtiendo en equipos para reducir sus costos laborales en Brasil e inaugurando plantas en el exterior.
La producción industrial cayó 1,6% en junio con respecto a mayo, el primer descenso desde la crisis financiera de 2008. Las fábricas están perdiendo sus mercados internacionales y están siendo desplazadas por las importaciones baratas debido a que la mano de obra, las partes necesarias para la industria y el transporte en Brasil tienen precios del primer mundo, aunque el país todavía tiene inconvenientes propios del tercero, como malas carreteras, trabajadores con poca preparación y altos niveles de criminalidad.
Brasil no es el único país en desarrollo que afronta problemas derivados de la abundancia. El alud de inversiones ha contribuido al incremento en los precios en China, lo que podría provocar malestar social. Al igual que Brasil, Turquía redujo las tasas de interés para impedir que los ingresos de capital fortalecieran demasiado la moneda. Pero las tasas de interés más bajas han ayudado a generar un gran aumento del crédito bancario y temores sobre una burbuja crediticia.
Aprender a administrar la abundancia es una situación nueva para Brasil, que tuvo dificultades para atraer flujos de inversión cuando sufría a menudo desastres monetarios y crisis económicas. Pero los esfuerzos por estabilizar la moneda, controlar la inflación y disminuir el endeudamiento que comenzaron en los años 90 resultaron en la acumulación de US$350.000 millones en reservas y en la obtención del codiciado grado de inversión.
El dinero llega fácilmente a Brasil, atraído por un tipo de cambio libre y sofisticados mercados de acciones, bonos y derivados, a diferencia de China. En realidad, muchos inversionistas que buscan exposición a China la obtienen a través de Brasil porque es un gran exportador de materias primas a los chinos. Brasil es el principal vendedor del mundo de mineral de hierro, carne, pollo, azúcar y café. Además, los recientes hallazgos de crudo lo podrían transformar en una potencia petrolera.
En todo caso, no hay que perder de vista que el capital que inunda un país puede salir igual de rápido que entró. Los líderes de las economías emergentes están preocupados por la posibilidad de que un descalabro financiero en los países desarrollados —como una cesación de pagos de algún país europeo— cause una súbita reversión de los flujos de inversión. Eso podría provocar violentas caídas en las monedas, los bienes inmobiliarios y otros precios.
Por ahora, no obstante, las economías emergentes padecen de un exceso de capitales. El Fondo Monetario Internacional convocó en mayo en Rio de Janeiro a funcionarios de Sudáfrica, India, Chile y otros países para analizar recetas para abordar el tema. "Los flujos de capital han exacerbado significativamente los problemas locales como las burbujas y la inflación, que podrían potencialmente apartar a las economías emergentes de sus senderos de crecimiento y producir inestabilidad social", dice el economista de la Universidad de Cornell, Eswar Prasad, que estuvo a cargo de la división para China del FMI.
El gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, que asumió hace ocho meses, ha librado una batalla cuesta arriba para contener la apreciación del real. El gobierno culpa a las tasas de interés que están casi en cero en EE.UU. y Europa de posibilitar que los fondos de cobertura tomen prestado tan barato para invertir en Brasil. "Tenemos que defendernos de este inmenso, fantástico, extraordinario, mar de liquidez que llega a nuestras economías en búsqueda de retornos que no puede encontrar" en su lugar de origen, dijo Rousseff a líderes latinoamericanos el pasado 28 de julio en Lima.
Pero detener esta avalancha de liquidez no será fácil. Brasil anuncia casi todos los meses medidas para contener los flujos de capitales, tales como un impuesto a la compra de bonos, o para paliar sus impactos, como un paquete de subsidios por miles de millones de dólares para las industrias más golpeadas por el alza del real. La moneda sigue, en general, subiendo y los industriales dicen que los subsidios son insuficientes.
Una razón que explica el fracaso de estas políticas es que Brasil sigue teniendo una de las tasas de interés reales más altas del mundo. Eso lo transforma en un blanco predilecto de los especuladores que se endeudan en los países donde las tasas están cerca de cero, invierten en Brasil y se quedan con la diferencia. Brasil no puede recortar las tasas más rápidamente porque necesita tomar prestado para financiar un creciente sistema de bienestar social y proyectos de infraestructura.
Resulta que el capital internacional fluye de forma parecida al agua. Si se le cierra una compuerta, desborda otra. El gobierno brasileño sospecha que cuando limita las inversiones especulativas, el dinero se disfraza de inversión directa en empresas. La evidencia es un salto de 260% en la inversión extranjera directa hasta US$38.500 millones en los primeros seis meses del año.
Uno de los debates más candentes es si los altos precios de todo, desde los autos hasta las viviendas, constituyen una burbuja. "No advierto una burbuja. Los flujos de capital son el resultado natural de todas las buenas noticias de Brasil", opina Fabio Barbosa, presidente ejecutivo de la gigante editorial Abril SA e integrante de la junta directiva de la petrolera estatal Petroleo Brasileiro SA. "El asunto es cómo podemos seguir siendo competitivos... con una moneda más fuerte, que a mi parecer está aquí para quedarse", añadió.
Otros ven la espuma en el aumento de los precios de los activos. "Yo lo llamo el efecto caipirinha", dice Bob Fryklund, director de IHS-CERA, empresa de investigación petrolera de Río de Janeiro.
Gracias a la fortaleza del real y al financiamiento barato, una nueva clase de brasileños está viajando en avión y comprando a lo grande en países donde todo es más barato. Los brasileños han gastado este año US$8.500 millones en compras en el extranjero, alrededor de 60% más que el año pasado. Los centros comerciales próximos a Miami contratan vendedores que hablan portugués y abren restaurantes brasileños para recibirlos.
Pero la fortaleza del real ha golpeado con fuerza a los fabricantes. Humberto Barbato tiene una empresa que fabrica componentes para líneas de transmisión eléctrica. Hace unas décadas, se benefició de las políticas del gobierno para exportar. Ahora, ve como su negocio pierde mercados en el exterior y clientes en el país, que prefieren las importaciones chinas. Su consuelo es ir a ver a su hijo en Florida, donde aprovecha para ir de compras. "Esa es mi revancha", indica.
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