04 septiembre, 2011

Prohibición y perversión de la ley


Godofredo Rivera

El ocio en las personas es esencial para la salud emocional. Y no, no hablo de perder tiempo productivo, sino del ocio que en economía se considera lo opuesto a trabajar, es decir, el gozo del tiempo libre. Para gozar de tiempo libre con calidad es fundamental trabajar. Cada cabeza es un mundo y cada uno de nosotros gozamos de distintos tipo de ocios. A unos les gusta bailar, viajar, escalar una montaña, ir a los estadios a ver algún deporte; otros tal vez prefieren en su tiempo libre leer, ir al cine, al teatro ó disfrutar de algún juego de azar.

Como casi siempre, los excesos suelen ser malos y ello ocurre cuando algún gusto se vuelve una obsesión. Ello crea el terreno propicio para que los gobiernos entren en acción y coarten nuestras libertades más esenciales. Por ejemplo, en EU, en las primeras décadas del siglo XX, el abuso del alcohol de una minoría de ciudadanos llevó al gobierno a la prohibición radical del consumo del mismo. Por supuesto, hubo influencia religiosa. No obstante, de nada sirvió, los alcohólicos se las ingeniaron para seguir con sus excesos, y la gran mayoría de los ciudadanos vio restringida su libertad de poderse tomar con toda racionalidad una copa de vino. Sobra decir que hubo un auge de distintos lugares clandestinos que dio pie a toda una mafia que se comportaba al más puro estilo del narco de hoy en México.

Los gobiernos en vez de concentrarse en castigar, vía la ley, las externalidades negativas, los efectos perniciosos de la conducta de alguien sobre los demás (ej. las personas que manejan en estado de ebriedad), pretenden convertirse en Dios y decidir qué es bueno y qué es malo para cada individuo. Prohíben sin ton y son y con ello pervierten la ley.

¿Cuál es mi punto? El ataque cobarde (no sé si llamarlo terrorista) a un casino de Monterrey hace unos días y que dejó más de 50 muertos, ha dado pie para que surjan diversas voces de políticos para prohibir los juegos de azar ó “regular” más a los casinos. Así las cosas ya empezaron haber decomisos de máquinas de juegos, cierre de casinos, revisión fiscal a la mala, etc.

Y es que no se entiende, lo que está mal es la ley de juegos y sorteos de México que deja a discreción del gobernante quién entra y quién no entra a dicho mercado (lo que da pie al amiguismo, al influyentismo de empresarios y políticos, sino sólo hay que ver qué hacen parientes de presidentes municipales cobrando dinero sin mostrar ningún tipo de factura, ó recibo de honorarios), que juegos se aceptan y cuáles no, qué tipo de “maquinitas” son las legales, etc.

¿Cuál es el resultado? Casinos operando en la clandestinidad ó bajo el compadrazgo de algún político. Los casinos serios hoy día, y pienso en las vegas, son centros que generan riqueza, dan empleos, le generan impuestos al gobierno, y son para turistas y familias que quieren pasar un rato de ocio entretenido y sano. La imagen del enfermo que dilapida su fortuna por el juego entre un grupo de jugadores siniestros pertenece al pasado (prohibición total de casinos) y dicho comportamiento es sólo de una minoría de personas obsesionadas (lo mismo que los alcohólicos).

Porque en estos días he oído todo tipo de sandeces, qué si los casinos son malos por que fomentan que la gente pierda su patrimonio, que si fomentan el lavado de dinero, etc. Si vamos a usar esos criterios ridículos, entonces desparezcamos a la industria de bebidas alcohólicas porque hay borrachos, desparezcamos a los restoranes y bares porque alguien come ó bebe en exceso.

Y para lavar dinero, por favor, cualquier inmobiliaria ó banco puede servir (y es muy difícil detectarlo, por lo que las leyes que se pretenden aplicar contra el lavado de dinero sólo atentan contra el derecho esencial a intercambiar de los ciudadanos), y nadie en su sano juicio piensa que estos negocios no deberían existir.

Lo he dicho antes, cada vez que hay un accidente, un ataque terrorista, me temo surgirán leyes que limiten nuestras libertades y eso es lo que pasará con los casinos.

Los casinos, con ley en la mano, generan riqueza y satisfacen las necesidades del ocio por parte de las personas. Y por dios, que no son los únicos que son extorsionados, también los hay centros de espectáculos, restoranes y bares y todo tipo de negocios legales, hasta he oído de colegios privados a los que la mafia extorsiona. Los narcotraficantes han acabado con la vida nocturna de varias ciudades (por dios ex presidente Fox, cómo se le ocurre un pacto con esos criminales) y ello se ha traducido en desempleo masivo y la ruina económica absoluta. Sólo hay que ver Acapulco.

Los gobiernos deberían concentrarse en castigar el daño de unos sobre otros, jamás el daño a uno mismo (cosa que sólo puede hacer Dios, y los gobiernos no son Dios), pues ello se presta a perder las libertades más esenciales. Así ocurrió en la Alemania Nazi, y en otras tantas dictaduras socialistas en que los gobiernos decidían el oficio ó profesión de la gente, a qué hora salir ó no a la calle, que consumir y qué no, cuál era el ocio “adecuado”, y un larguísimo etcétera de restricciones arbitrarias de los gobiernos sobre los gobernados.

Hay que tener cuidado con las prohibiciones gubernamentales, especialmente en aquellas que no van enfocadas a atacar el daño de unos sobre otros (como lo son los delitos de robar y asesinar), sino el daño a uno mismo.

Las prohibiciones sobre nuestras decisiones personales (que no dañan a nadie y que sólo pueden beneficiar ó perjudicar a uno mismo) son el mejor camino a la servidumbre, a la dictadura de los tiranos y déspotas. La prohibición de drogas no terminará con los drogadictos. No lo olviden señores legisladores de México y EU.

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