Damien Cave
NYT
Mexico -- Bill Richardson tenía algo que ofrecerles a funcionarios cubanos en La Habana esta semana si liberaban a Alan Gross, el contratista estadounidense que cumple una condena de 15 años por distribuir equipo de telefonía satelital.
Richardson, quien ha negociado la liberación de prisioneros en sitios como Cuba y Norcorea, tenía la aprobación del Departamento de Estado para presentar cuando menos dos cosas, dijeron cuatro fuentes al tanto de las negociaciones. Una era un proceso para sacar a Cuba de la lista de estados que patrocinan el terrorismo. Además, la administración Obama también estaba dispuesta a renunciar a la libertad provisional de uno de los cinco espías cubanos encarcelados por espionaje en Estados Unidos, para que así pudiera ir a casa después de salir de prisión el mes entrante.
Pero no fue suficiente. A Richardson ni siquiera le permitieron ver a Gross, y cuando salió de La Habana este miércoles, estaba enojado y decepcionado, concluyendo que elementos del gobierno cubano “no parece querer relaciones más cordiales”.
La marca de amargura vuelve a ser el modus operandi de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Funcionarios estadounidenses y expertos dicen que el fallido viaje de Richardson fue tan solo el más reciente en una serie de malentendidos, acciones equivocadas y lo que fue percibido como desconsideración que demuestran que ambos países, tras un momento de calidez, han recaído al patrón de 50 años de fría desconfianza.
“Ninguna de las partes ha demostrado el menor interés en aprender de la experiencia y han demostrado repetidamente la trágica manera en que ambos países están condenados a repetir sus errores”, dijo Robert A. Pastor, catedrático en la Universidad Americana que asesora al ex Presidente Jimmy Carter con respecto a Latinoamérica. “No solo es la gente de Obama. Es la nueva gente bajo Raúl Castro”.
Ninguna de las partes esperaba esto. El Presidente Barack Obama hizo campaña por un mayor compromiso con Cuba, diciéndole audazmente a un público en Miami en mayo de 2008 que él estaría abierto a reunirse con Castro y forjar relaciones más cálidas. Cuatro meses después de haber asumido el cargo, iba en esa dirección, abandonando añejas restricciones sobre la capacidad de los cubanoamericanos para visitar la isla y enviar dinero a parientes.
El gobierno cubano respondió rápidamente. Las reuniones con funcionarios estadounidenses se volvieron más comunes durante el primer año de la administración Obama, incluida una reunión en La Habana con el funcionario de mayor rango del Departamento de Estado que visitara Cuba desde el 2002. De manera similar, Cuba eliminó un impuesto de 10 por ciento sobre las remesas que había exasperado a los cubanoamericanos que envían dinero a sus familias.
Sin embargo, el caso de Gross sembró dudas sobre la relación. Contratista de una empresa financiada por la Agencia Estadounidense de Desarrollo Internacional, Gross fue arrestado en diciembre del 2009. Cuba lo acusó de crímenes en contra del Estado por entregar equipo prohibido como parte de un programa enfocado a debilitar al gobierno cubano.
El arresto generó un escalofrío a lo largo de cuerpos diplomáticos de ambos países. El gobierno cubano se ha quejado durante varios años de los “programas de democracia” que, asegura, subvierten su autoridad y soberanía. De cualquier forma, funcionarios estadounidenses dijeron que no preveían que el caso se prolongara.
De hecho, las relaciones seguían siendo suficientemente buenas un mes más tarde para sentar las bases de lo que algunos funcionarios ven ahora como una oportunidad perdida: una clínica médica administrada de manera conjunta en Haití.
Según funcionarios y ex funcionarios estadounidenses, las discusiones progresaron con suavidad a lo largo de varios meses y casi estaban completas cuando surgieron viejas susceptibilidades.
“Primero, los cubanos dijeron: ’Nosotros queremos hacer esto, pero ustedes tienen que cesar sus esfuerzos por reclutar a nuestras brigadas médicas”’, indicó un representante estadounidense que no tiene autorización para hacer declaraciones públicas. Los cubanos se enfurecieron por un programa poco conocido, lanzado por el presidente George W. Bush y continuado por Obama, que ayuda a médicos cubanos que buscan desertar, dijeron varios oficiales estadounidenses.
Después, una vez que la administración Obama indicó que no eliminaría el programa, funcionarios cubanos se enojaron incluso más por un evento en el cual creyeron que los médicos de su país no recibieron suficiente reconocimiento por su trabajo en Haití. Finalmente, apenas unos días antes de que el acuerdo fuera a ser firmado, el gobierno cubano exigió que se construyera una segunda clínica en Puerto Príncipe, a un costo de varios millones de dólares. Eso acabó completamente con el trato.
Y a partir de ahí, la relación se ha seguido marchitando.
Funcionarios estadounidenses aseguran que los cubanos perdieron una oportunidad este año, cuando la Casa Blanca y el senador Kohn Kerry presionaron por la reducción de recursos para los programas de la democracia. Si Cuba hubiera liberado a Gross en ese momento, según funcionarios de EEUU, los programas habrían girado menos en torno al debilitamiento del gobierno cubano y más alrededor de la formación de la sociedad civil. En vez de eso, el Congreso los mantuvo intactos mayormente.
Durante cierto tiempo ya, según funcionarios estadounidenses, Cuba no ha mostrado interés en permitir que Gross salga. La isla de 11 millones de personas atraviesa por su mayor reorganización económica desde la desaparición de la Unión Soviética --con un importante impulso hacia la empresa privada- y muchos expertos en Cuba creen que los dirigentes del país están participando en una guerra ideológica sobre cuán lejos y rápido deben avanzar. Las relaciones con Estados Unidos al parecer se han vuelto secundarias ante las preocupaciones nacionales, argumentan algunos. Otros afirman que los integrantes de la línea dura al parecer están ganando la batalla en el tema de las relaciones exteriores.
Así que si bien Richardson viajó con el apoyo del Departamento de Estado, en lo que oficialmente fue catalogado como un viaje privado, varios funcionarios del gobierno dijeron que no les sorprendía que su esfuerzo hubiera fracasado.
Richardson declaró que lo habían invitado, y que había previsto cuando menos una reunión con Gross.
Josefina Vidal Ferreiro, directora de asuntos norteamericanos de la cancillería cubana, dijo que Richardson había ido a Cuba “por su propia iniciativa”. Ferreiro no discutió las tensiones más generales de las relaciones. Sin embargo, indicando que la salida de la isla de la lista del terrorismo y un cambio menor en la condena de un espía cubano acusado no era suficiente, dijo que la liberación de Gross “nunca estuvo sobre la mesa”.
Pudiera no ser así en el futuro cercano.
Un aspecto que pudiera mover a Cuba, según un funcionario que ha negociado el tema, es si la Unión Europea modifica su política común que limita las relaciones con Cuba debido a inquietudes sobre los derechos humanos. Sin embargo, él y otros funcionarios estadounidenses dijeron que hasta que Cuba libere a Gross, La Habana seguiría estando aislada. Por ahora, todo parece indicar que su liberación -a la par de muchos temas relacionados con Cuba- está atrapada por décadas de fallidos intentos por tener relaciones más cordiales.
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