El mundo – o al menos la gran parte de él que odia a Israel y desea que desapareciera – estará un paso más cerca de su objetivo esta semana cuando las Naciones Unidas vote sobre el reconocimiento de un estado palestino. Este voto viola la Declaración de Principios firmada por la organización PLO en 1993, que comprometía al grupo terrorista y precursor de la Autoridad Palestina a negociaciones directas con Israel sobre un estado futuro. Esta violación es otra evidencia de que no puede confiarse en que la parte palestina cumpla con los acuerdos firmados y promesas. La columnista del periódico Jerusalem Post, Caroline Glick, acertadamente llama al posible voto de la ONU “agresión diplomática”.
Israel –al igual que el pueblo judío durante siglos– se ha convertido en el chivo expiatorio para la gente que prefiere disfrazar su antisemitismo con sutilezas diplomáticas. Los palestinos podrían tener paz siempre que la quisieran y probablemente también un estado si reconocieran el derecho de Israel a existir y practicarán un desarme verbal, religioso y militar. Uno tiene derecho a cuestionar la veracidad de una gente que dice querer paz mientras que están activos en una guerra ideológica, teológica y militar dirigida contra su objetivo públicamente declarado: la erradicación del Estado judío.
Los Estados Unidos han prometido vetar la solicitud de membresía de la Autoridad Palestina si se presenta ante el Consejo de Seguridad de la ONU, pero la Asamblea General es otra cosa. Allí, sólo sería necesario un voto de la mayoría para ofrecerle al gobierno palestino un estatus permanente de observador. Desde ese punto en adelante sería la muerte mediante miles de cortes diplomáticos hasta que el Presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, finalmente decida cumplir su propia profecía y lanzar una bomba nuclear contra Jerusalén o Tel Aviv. Después de tal horror, los diplomáticos europeos y estadounidenses se retorcerían las manos y dirían que esto no hubiese sucedido si Israel hubiese sido más “flexible” y cedido más territorio.
Antes de que se permita que Israel desaparezca de nuevo (tal como ya aparece en los mapas y textos escolares palestinos) y que los judíos sobrevivientes salgan al exilio (¿quién los recibiría?), vale la pena señalar algunas de las numerosas contribuciones que Israel ha hecho al mundo, comparadas con lo que la cultura árabe-musulmana-palestina ha contribuido.
Este pequeño país, con menos de 1/1,000 de la población mundial, ha producido científicos innovadores que han contribuido a la tecnología de los teléfonos celulares, computadoras y médica, incluyendo el desarrollo de una “cámara colonoscópica desechable que hace que mucha de la incomodidad de una colonoscopía sea cosa del pasado”, el descubrimiento del “impulso molecular que causa la psoriasis”, así como “la primera planta solar a gran escala –que ya está funcionando en el Desierto Mojave de California”. Pueden leer más sobre las contribuciones israelíes al mundo en el portal cibernético http://www.israel2ic.org/didyouknow/didyouknow.
Estas innovaciones, y muchas más, sucedieron mientras Israel estaba involucrado en guerras, sufriendo ataques terroristas de enemigos que quieren destruirlo y gastando más per cápita en su defensa que cualquier otro país.
Si Israel se hiciese aún más vulnerable y fuese posiblemente erradicado por el reconocimiento unilateral de un estado palestino, la mancha moral que caería sobre Occidente sería una “marca de Caín” para las generaciones futuras. ¿Qué otra nación, qué otro pueblo, permitiría el llamado mundo “civilizado” que fuese señalado para su aniquilación como ha sucedido con Israel?
El Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, vendrá a las Naciones Unidas a decir un discurso en el mismo día que el líder palestino Mahmoud Abbas dará su discurso pidiendo al organismo su apoyo para un estado palestino. “La Asamblea General no es un lugar donde Israel usualmente es escuchado con justicia,” dijo Netanyahu la semana pasada, “pero de todos modos yo decidí decir la verdad ante todos los que quieran escucharla”.
Las Naciones Unidas no pueden lidiar con la verdad y pocos estados miembros van a querer oírla. La sangre del pueblo judío caerá en sus manos si continúan dando facultades a individuos y naciones cuyo objetivo es crear el Segundo Holocausto y una “Palestina” sin judíos.
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