Desde hace más de 60 días mucho se habla del cáncer del mandatario venezolano Hugo Chávez. Poco sabemos de su enfermedad, sólo tenemos la certeza de los viajes a Cuba a recibir el tratamiento para su cura. La desinformación respecto del caso se presta para todo tipo de especulación, desde los que afirman que le quedan pocos meses de vida hasta los que dicen que ya está curado.
No viene al caso emitir opiniones al respecto, porque sería irresponsable, lo que si puede decirse con toda propiedad, es que ha sido una falta de respeto con los venezolanos la poca seriedad con la que el gobierno y el propio Presidente manejan la enfermedad. Hugo Rafael Chávez es un paciente tan particular que ha convertido su estado de salud en comedia. Realmente no sorprende mucho su actitud, sólo que lo común es ver a los pacientes con cáncer reflexionando sobre sus vidas, viviendo los días a plenitud y sin la menor intención de hacerle daño a nadie.
Lo que más preocupación nos causa a los venezolanos, es el cáncer terminal socialista que padece nuestro país con grado avanzado de metástasis. Luego de trece años padeciendo esa terrible enfermedad y sin recibir tratamiento alguno, las células malignas se fueron propagando poco a poco a todos los órganos del poder. Los resultados están a la vista, afectando a los 28 millones de ciudadanos que habitamos Venezuela.
Quizá el síntoma más preocupante sea la ausencia del Estado de Derecho, la Carta Magna “La Bicha” tan aclamada por el Presidente Chávez, que pasó a tercer plano y cuyos principios fundamentales se violan a diario, así como también la falta de autonomía e independencia de los poderes públicos, entregados todos al “Proyecto Bolivariano, Revolucionario, Socialista”, la fusión del Estado con el Gobierno y el PSUV, sin que exista separación ni diferencia entre los tres.
Esta multiplicación y expansión de células cancerígenas, han invadido los cinco poderes públicos, desencadenando en un país donde las leyes tienen color político y naturaleza discriminatoria, una situación de total impunidad que repercute directamente en el aumento de los índices delictivos, un sistema de salud en colapso, un sistema educativo precario, un déficit de soluciones habitacionales que se ha quedado en promesas y planes sin cumplir, un sistema eléctrico deficiente, y en general, un marcado deterioro en la calidad de vida de los venezolanos.
La enfermedad se agudiza aún más cuando el dinero que debiera ser destinado para su tratamiento se ha desviado en regalos al exterior, financiamiento de campañas electorales, burocracia, corrupción, y no se hace el menor intento de buscar medicamentos para problemas locales tales como el aumento de la pobreza, la ausencia de inversiones, la inflación más alta de América Latina, la inseguridad que a diario enfrentan los ciudadanos con el hampa desbordada en las calles y la impunidad reinante. Todo esto a sabiendas que en promedio, cada media hora muere un venezolano de manera violenta y el 95% de esos delitos quedan sin castigo.
El gobierno se muestra muy rápido y preciso a la hora de hacer el diagnóstico de las causas de la enfermedad, el cáncer que padece Venezuela es atribuido a la injerencia del imperio, los planes conspirativos de la oposición venezolana, la guerra mediática, y el poder empresarial. La irresponsabilidad se maquilla con la frase tan comúnmente usada por el Presidente Chávez: “no me dejan trabajar”.
No todo está perdido en el estado de metástasis que vive nuestro país, existe un tratamiento que a mediano plazo puede cerrar el ciclo de tan grave enfermedad y no permitir que siga avanzando: asumir que debemos votar masivamente por la alternativa democrática en los comicios presidenciales de 2012 para dar paso a un gobierno que nos devuelva la esperanza. No todo está perdido en la enfermedad que padece Venezuela. Existe la posibilidad real de poder salvarse y de nosotros depende.
* Paola Molina Noguera es dirigente de Primero Justicia y coordinadora de la MUD en Mérida, Municipio Libertador, Venezuela.
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