SANTA MARTA, COLOMBIA - Al igual que todos los pacientes con cáncer, el presidente venezolano Hugo Chávez se enfrenta a tres escenarios: una cura rápida, un tratamiento prolongado o una muerte temprana. Cualquiera de ellos que ocurra -incluso si realmente se está recuperando tan rápido como nos quiere hacer creer- en Venezuela ya se ha comenzado hablar de la era post-Chávez.
Chávez maneja la información sobre su enfermedad y tratamiento como parte de una estrategia política. Después de su cirugía, invocando a Dios, Fidel Castro, los espíritus de la sabana y la ciencia médica, respondió a los rumores sobre su enfermedad e hizo de su regreso tras el tratamiento en La Habana una doble celebración del bicentenario de Venezuela y de su triunfo sobre el cáncer.
Chávez es un maestro en la manipulación de los medios de comunicación: después del fallido golpe de 2002 en su contra, blandió un crucifijo para perdonar a sus adversarios y ser perdonado por ellos. Después de su primera sesión de quimioterapia, Chávez exclamó: "Voy a cambiar radicalmente mi vida".
Hasta ahora, los cambios se notan en su apariencia y consignas, y una cierta autocrítica se ha colado en su imagen pública. En su cumpleaños 57, vestía de amarillo en vez de rojo y sustituyó "Patria socialista o muerte" con "Vamos a vivir y vamos a ganar". Le dijo a su movimiento: "Las personas que se visten de rojo hasta en la ropa interior son sospechosas, y lo mismo ocurre con la palabra 'socialismo'. Tenemos que reflexionar e introducir cambios en nuestro discurso y nuestras acciones". Y confesó a la televisión venezolana que "una cierta falta de eficiencia en la rutina cotidiana... ha puesto en peligro las políticas del gobierno en muchas ocasiones."
Pero ni sus tweets, su imagen como deportista, las reuniones de gabinete televisadas ni los artículos en que arremete contra la oposición han sido capaces de frenar una creciente percepción de que su enfermedad ha puesto en marcha una transición incierta.
Algunos de sus partidarios hablan de posponer las próximas elecciones. Otros dicen que la votación que se lleve a cabo en el 2012 se puede ver como la última reelección de Chávez lo que le permitiría asegurar la transición. El canciller Nicolás Maduro y el ministro de Energía, Rafael Ramírez, han sido mencionados como posibles sucesores, pero su escasa capacidad de liderazgo no apunta a un triunfo electoral el año próximo.
Mientras tanto, Chávez se esfuerza por minimizar la incertidumbre. Desde Cuba y en Caracas, trata de dar muestras de que gobierna y pone la transición en contexto: "Aquí la única transición que está en marcha, que tenemos que acelerar y consolidar es la transición al modelo socialista". Al mismo tiempo, trivializa el asunto del liderazgo: "Dije que me iría en el año 2021. Tal vez me vaya en el 2031, cuando tenga 77 años".
A su hermano mayor, Adán, dijo con sarcasmo: "Veo que te estás preparando para la sucesión". Sin embargo, el fiel Adán, gobernador de Barinas y ex ministro de Educación y embajador en Cuba, no es popular entre los partidarios de Chávez ni la oposición, debido a su ineficiencia y corrupción.
A raíz de su enfermedad, Chávez está tratando de fortalecer su movimiento. Hizo un llamado a los militares a "evitar que la intriga del enemigo" perturbe su unidad. Ha tratado de recuperar el apoyo de aquellos que han abandonado su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) o han dejado de votar por él, y ganarse a aquellos que no están ni con él ni en su contra.
Hoy, Chávez es el único capaz de controlar el gobierno, las fuerzas armadas, las milicias, el PSUV, e incluso la oposición. Se ha convertido en el eje estable de la inestable Venezuela que ha ayudado a crear. Puede radicalizar la "revolución", como ha hecho en crisis anteriores, o puede establecer las normas y condiciones para la sucesión a fin de evitar que se haga realidad la predicción, que se atribuye al antiguo chavista Diosdado Cabello, de que "sin Chávez, no quedará absolutamente nada".
Una cura rápida y la posterior humanización de Chávez se ve -tanto dentro como fuera de Venezuela - como el mejor de los escenarios. Si su tratamiento es prolongado, podría tratar de gobernar mediante una rotación de vicepresidentes y, si no son posibles una cura rápida o un tratamiento prolongado y las elecciones se aplazan, se podría realizar a la rápida una transición incierta. Nada será fácil, si se consideran los crecientes problemas de seguridad, gobernabilidad, estabilidad institucional y desempeño económico, con la perspectiva de la nueva recesión mundial amenazando los ingresos del petróleo.
Frente a la posibilidad de una transición no programada, el papel de las fuerzas armadas venezolanas será difícil, debido a su politización bajo Chávez, así como a sus divisiones internas y corrupción. Los militares pueden optar por defender al gobierno electo, independientemente de qué partido gane, o impedir el triunfo de la opositora Mesa de Unidad. Oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas han apoyado la última hipótesis con el fin de mostrar su respeto incondicional por Chávez, su Comandante en Jefe.
La presencia de tantos civiles armados en las amadas milicias de Chávez aumentarán aún más los riesgos. Un informe de la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional indica que el 50% de la población posee armas legal o ilegalmente.
Este contexto, combinado con una creciente polarización social, podría dar lugar al caos y la violencia. Adán Chávez instó al PSUV a no olvidar "la lucha armada por el poder". Sin embargo, en medio de un rito religioso de sanación, Hugo Chávez fue más pacífico y se olvidó del PSUV por completo: "Pongámonos en manos de Dios para que impida la violencia en Venezuela."
Socorro Ramírez es doctora en Ciencias Políticas. Coordina el Grupo Colombia-Venezuela, una iniciativa conjunta de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Central de Venezuela.
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