El asesinato de Villanueva de la Luz recuerda al del líder perredista Armando Chavarría, emboscado a la salida de su casa y muerto también de un disparo
Jorge Fernández MenéndezCuando se entrecruzan la violencia y la política, la que pierde, siempre, es la sociedad. Son muchos los crímenes políticos, de todos los niveles que, además, terminan en la impunidad y acrecientan así la tentación de repetirlos. El asesinato del diputado federal priista Moisés Villanueva de la Luz parece entrar en esa categoría. No hay indicios de que fuera el crimen organizado el que acabó con la vida del diputado y su chofer. Tampoco hubo un intento de secuestro ni se solicitó rescate. Fue una ejecución, como se han dado demasiadas en Guerrero desde hace años, pero mucho más en los últimos meses.
El asesinato de Villanueva de la Luz recuerda al del líder perredista Armando Chavarría, emboscado a la salida de su casa y muerto también de un disparo en la cabeza. El crimen se dijo que era producto, desde a causa de un ajuste de cuentas del crimen organizado hasta una venganza pasional, mas todo indica que fue un crimen político. Pero esos son los personajes más conocidos, muchos otros, como decíamos, se han producido en los últimos meses. Como siempre en Tierra Caliente y en La Montaña la violencia es mayor, pero ahora ese tipo de crímenes se han dado en todo el estado: en Acapulco, donde se han arrojado más de 40 cuerpos en el Maxitúnel que une la Autopista del Sol con el puerto; en Chilpancingo, en la Costa Grande y en la Costa Chica. La violencia, en una perversa aunque para nada extraña combinación de intereses políticos con cacicazgos de viejo y nuevo cuño, con grupos armados y organizaciones criminales, ha convertido a Guerrero, hoy, en el estado más peligroso del país porque la violencia, lisa y llanamente, no se sabe de dónde proviene ni tiene causas claras: puede ser desde un ajuste de cuentas criminales hasta una venganza política, pasando por un escarmiento personal.
Para el PRI no parece haber demasiadas dudas de que Villanueva de la Luz fue muerto a causa de razones eminentemente políticas. Las investigaciones parecen inclinarse por la participación de algún grupo armado local, pero lo que sucede es que hoy nadie sabe quién manipula y controla esos grupos, aunque se presenten con banderas políticas. Y lo preocupante es que esos hechos se repiten y quedan, sin excepción alguna, en la impunidad. Y, muy probablemente, la descomposición, que viene de muchos años atrás, es peor en Guerrero que en otros estados, pero el peligro y la tentación de repetir el modelo en el resto del país, ahí están. Y más aún en un año electoral. Un ejemplo es Michoacán: habrá comicios en noviembre próximo y la verdad es que nadie puede saber exactamente cómo están las previsiones electorales. Las encuestas que se han levantado no abarcan todo el estado y cada vez se recurre más a la vía telefónica porque, como lo demostró el secuestro de los encuestadores de Consulta Mitofsky y de Parametría, hace unas semanas, no hay condiciones plenas para poder levantarlas en ciertas zonas del estado. El PAN ha anunciado que no hará campaña ni va a presentar candidatos en varios municipios y lo mismo están analizando otros partidos. Nadie puede decir que no hay condiciones para realizar elecciones pero, la verdad, y a pesar de que ha habido avances importantes en la desarticulación de La Familia y de Los Caballeros Templarios, esos dos principales grupos criminales de la entidad, nadie puede decir tampoco que existe en el estado una situación de normalidad.
Mucho menos se puede prever cuál será el desarrollo de los acontecimientos en la recta final de los comicios. ¿Tienen preferido, candidato, los grupos criminales? Quizás no a nivel de gobernador, pero en el ámbito local ya sabemos que han operado y seguirán haciéndolo.
¿Pueden llegar a la violencia? Nadie lo sabe y tampoco nadie sabe si otros factores de poder pueden recurrir a ella amparándose en el accionar de los delincuentes. Ya ha pasado en Tamaulipas.
Los partidos y sus candidatos tienen que ser extremadamente cuidadosos en el tema de la seguridad. Lo deberían ser siempre, pero en el preámbulo de las campañas electorales tendrían que presentar menos espacios aun para la divergencia en la identificación de quienes deben ser sus enemigos comunes.
No está aconteciendo así. Y para colmo el árbitro electoral, el IFE, sigue queriendo aparecer como un jugador que no acepta, que no respeta ni siquiera sus propias reglas y termina enturbiando todavía más todo el proceso.
Hay nubarrones sobre las elecciones 2012: hay quienes no quieren verlo, ni siquiera pensarlo, pero no por eso se disiparán.
Y hoy comienza el otoño, así que en los próximos meses habrá cada vez más oscuridad.
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