El New York Times reporta que el gobierno de Estados Unidos planea incrementar su participación en la guerra contra el narco en México, desplegando un modelo de inteligencia conjunta basado en uno previamente usado en Afganistán e Irak.
El New York Times reporta que Estados Unidos intensificará su papel combatiendo el narcotráfico en México, enviando nuevos operativos de la CIA y personal militar retirado a territorio mexicano. Anunció, también, que podría desplegar contratistas privados (¿como Blackwater?) en esperanza de dar vuelta al multimillonario, pero poco efectivo, esfuerzo que se realiza supuestamente para acabar con los cárteles de la droga en México e impedir que inunden Estados Unidos de narcóticos (actualmente se calcula que el 80% de la droga que entra a Estados Unidos llega por México).
El gobierno de Estados Unidos está asistiendo a las fuerzas policiales mexicanas en tareas de espionaje, inteligencia e interrogación. En las últimas semanas por primera vez se ha movilizado un trabajo conjunto en la recolección de información.
Asimismo se busca infiltrar contratistas militares estadounidenses dentro de unidades antinarcóticos de la policía mexicana.
Oficiales de ambos países, según informa el New York Times, están diseñando un plan para poder implementar este esquema de participación burlando la ley que prohíbe que militares y policías extranjeras operen en territorio mexicano. Esto, señalan, para impedir que la tecnología avanzada de vigilancia que provee Estados Unidos acabe en manos del narco debido a la histórica corrupción de las agencias de seguridad mexicanas.
Este plan ha sido diseñado conforme al modelo de “fusión de centros de inteligencia” que Estados Unidos opera en Irak y en Afganistán para monitorear grupos insurgentes (el nuevo embajador de Estados Unidos en México tiene precisamente experiencia con este tipo de operaciones en Afganistán). Para su ejecución Estados Unidos ha establecido un centro de inteligencia dentro de una base militar mexicana en el norte del país, cuya ubicación el gobierno de Estados Unidos pidió al New York Times no revelar.
Mientras tanto en México existe la creciente percepción de que la ayuda estadounidense para combatir el narco es un montaje destinado a movilizar un estado de vigilancia y desestabilizar el país. Después de la revelación de que la operación gubernamental Rápido y Furioso vendió armas a los narcos mexicanos con conocimiento de causa y con los antecedentes que persiguen a la CIA, la agencia de inteligencia que ha participado en el negocio de la droga en Colombia y Afganistán según reportes de oficiales estadounidenses que presenciaron directamente esta operación, es difícil no sospechar de esta guerra contra el narcotráfico. Se ha acuñado el término de “invasión silenciosa” y se habla de la preparación de un “estado fallido”, una estratégica escalada de la intervención estadounidense y de la descomposición voluntaria de la instituciones y del tejido social que agluntina a México… hasta que sea casi inevitable la participación frontal militar de Estados Unidos en México. Todo esto podría ser solo una teoría de la conspiración más. O no.
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