Se llama Nohora Valentina, tiene 10 años y desde hace doce días toda Colombia parece estar pendiente de su suerte.
La pequeña, quien es hija del alcalde de Fortul, en el oriental municipio de Arauca, clic fue secuestrada el 29 de septiembre cuando iba rumbo a la escuela en compañía de su madre.
Y, desde entonces, su nombre figura a diario en las oraciones y los mensajes de Twitter de un incontable número de colombianos.
Decenas de miles de personas han salido a las calles clic demandando su liberación, y al llamado se han sumado numerosas personalidades, incluyendo al papa Benedicto XVI y el presidente Juan Manuel Santos.
Al menos 2.000 efectivos del ejército y la policía colombiana buscan a Nohora por toda Aracuca, un departamento fronterizo con Venezuela en el que operan tanto las guerrillas de las FARC como el ELN y las bandas criminales de origen paramilitar dedicadas al narcotráfico.
Y el gobierno también ofreció una recompensa de 150 millones de pesos (poco menos de US$80.000) por información sobre el paradero o los captores de la pequeña.
Muchos responsabilizan a las FARC por el secuestro, pero estas no se han pronunciado y la versión tampoco ha sido confirmada por las autoridades.
"Tenemos una incertidumbre total. No hay claridad real sobre quiénes son los autores de este secuestro y cuáles son las exigencias que ellos tienen", dijo el lunes Jorge Enrique Muñoz, el padre de Nohora Valentina.
"Es una niña de diez años, en estos momentos debe estar desesperada", agregó el alcalde de Fortul, al tiempo que pedía que "esto que ha ocurrido no le vuelva a ocurrir a ningún niño".
¿Sólo un caso más?
Y aunque la conmoción suscitada por el secuestro de Nohora Valentina pareciera sugerir lo contrario, su secuestro está lejos de ser un caso extraordinario.
"En Colombia siempre ha habido secuestros de menores de edad, aunque hacía rato que no había uno tan sonado"
Viviana Esguerra, Fundación País Libre
"En Colombia siempre ha habido secuestros de menores de edad, aunque hacía rato que no había uno tan sonado", le dijo a BBC Mundo Viviana Esguerra, de la fundación País Libre.
Según la organización, que trabaja en la prevención y lucha contra el secuestro, en lo que va del año ya se han producido al menos 21 secuestros de menores de edad.
Y si se consideran los últimos cuatro años la cifra asciende a 168 casos, la mayoría de ellos (98) de menores de 10 años de edad.
Al mismo tiempo, si bien el número total de secuestros se ha reducido sensiblemente en Colombia en los últimos once años, este sigue siendo un problema real.
Según Esguerra, el número de plagios pasó de ocho secuestros por día en 2000 a poco menos de dos secuestros diarios en la actualidad.
Y, en esas circunstancias, para la funcionaria de País Libre la atención extraordinaria brindada al caso de Nohora Valentina se explica en parte como resultado del azar.
"Aunque también influye mucho quien es el padre", le dijo a la BBC.
El "delito invisible"
Efectivamente, el hecho de ser hija del alcalde de Fortul es lo que tiene convencidos a muchos de que detrás del secuestro de la niña están las guerrillas de las FARC, las que según estadísticas oficiales serían responsables por tres de cada diez plagios registrados en el país durante lo que va de 2011.
Y así, Nohora Valentina ha terminado por darle un rostro al problema de la niñez afectada por el conflicto colombiano.
Según la Defensoría del Pueblo, dos de cada diez niños colombianos participan directa o indirectamente en el conflicto colombiano.
Numerosos niños han perdido a sus padres por culpa del conflicto. Muchos también son víctimas del desarraigo y el desplazamiento obligado por la violencia.
Y también está el problema del reclutamiento forzado de menores, en algunos casos de tan sólo siete años de edad, denunciado por la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, Coalico, como "el delito invisible".
No hay cifras exactas sobre el número de niños integrados a las filas de los grupos armados, pero el secretario técnico Coalico, Carlos Martínez, le dijo a BBC Mundo que se estima que al menos uno de cada cuatro combatientes es menor de edad.
Y, según Coalico, la edad promedio de ingreso de estos menores a las guerrillas y grupos paramilitares es de tan sólo 12,8 años.
En algunos casos, los menores son arrebatados de sus familias a la fuerza. Pero la mayor parte del tiempo se ven obligados a integrarse a los grupos armados por las circunstancias, por lo que no son considerados casos de secuestro.
"Su integración a los grupos armados les puede haber significado la posibilidad de ser alguien en la vida, de poder comer bien y vestirse, de proteger su vida y la de su familia, o de evadir otra condición de riesgo que le impone el mismo conflicto armado", explicó Martínez.
"En muchas oportunidades es una situación eminentemente de supervivencia y eso es lo que matiza, y dificulta y da cuenta de la complejidad del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes en el país", afirmó.
Los olvidados
En el norte del departamento del Cauca, el problema del reclutamiento preocupa especialmente a los indígenas nasa.
Pero la seguridad de sus niños durante los combates entre tropas del ejército y la guerrilla, frecuentes en esta zona, también es motivo de preocupación.
Con ayuda del Departamento de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea, ECHO, canalizado por la ONG alemana Diakonie, los nasas se han dedicado a cerrar con malla metálica los centros escolares de sus resguardos para así evitar el ingreso de los grupos armados.
Y es que es habitual que, en medio de los enfrentamientos, los armados busquen resguardo en las instalaciones escolares, poniendo así en peligro la vida de los estudiantes.
Los riesgos, sin embargo, no están confinados a las instituciones escolares: un par de semanas antes de que Colombia se conmoviera por el secuestro de Nohora Valentina una bomba cayó sobre una humilde vivienda del resguardo de Huellas, en el municipio de Caloto, Cauca, durante un enfrentamiento entre guerrilleros y militares.
La explosión, que se produjo el 16 de septiembre, hirió a cinco personas y le causó la muerte a una niña de 11 años. Pero Colombia no se dio por enterada ni reaccionó indignada ante la suerte de Mayi Vanessa Coicué.
Maryi, sin embargo, sí se ha convertido en un símbolo del costo del conflicto para los nasas, que y es sin duda otro ejemplo de su impacto sobre la niñez colombiana.
Y en la Institución Educativa El Credo, donde Maryi estudiaba, su imagen la que acompaña el reclamo de sus compañeros, que quieren crecer en paz y tranquilidad.
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