AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ |
El proceso invasor corresponde a un Estado Metropolitano que se lanzó a la aventura de buscar nuevos territorios y mercados. Y hoy sigue planteado el esquema aunque con formas diferentes. De allí que sea cada vez más necesario la revisión sobre lo que somos, dónde estamos, de dónde venimos, y para dónde vamos.
Todavía el examen de este tiempo se vuelve difícil. Tal vez este es uno de los pocos lugares en los que aún se monta fiesta o conmemora el 12 de octubre como Día del Descubrimiento de América, de la Raza, de la Hispanidad y más recientemente Día del Encuentro entre dos Mundos o Día de la Resistencia Indígena.
Un compendio de disfraces que deja de lado lo fundamental del proceso. En términos de proyección, esa fecha dice poco o nada para la calificación y determinación de un período que alcanza los 519 años.
No estamos ante nada que tenga que ver con descubrimiento, porque las sociedades no se descubren. No hay sociedades cubiertas ni descubiertas. Sólo hay sociedades y punto. ¡Nadie descubre a Nadie!
Tampoco es cierto que las sociedades más avanzadas en elementos tecnológicos, traducido en la fuerza de sus armas de fuego, son superiores a las que no tienen esa capacidad para la muerte-asesinato.
La llamada empresa de exploración que contempla el Estado español, tiene como objetivo la localización de territorios más allá de sus fronteras que no estuvieran apropiados y habitados.
Lugares susceptibles de ser poblados y organizados para sumarlos a las posesiones de la metrópoli. De allí que en cualquiera de estos nuevos centros rigiesen las leyes del propio Estado que genera las nuevas entidades.
Pero en el caso de lo que se va a conocer como "América" la expedición colombina no llega a un territorio despoblado. Y por ello se presenta la necesidad de justificar la apropiación de lugares ya habitados, largamente vividos y puestos en un orden productivo. Se acude entonces al expediente de que en lugar de gente aquí había una animalidad.
Se inicia así una invasión-despojo que crea unos propietarios y unos desheredados. Nace de esta manera una gama de privilegiados-dueños y un colectivo expropiado-pueblo a quien, en principio, incluso se le desconoce condición de gente.
Por su condición de salvajes, antropófagos y politeístas se considera que carecen de alma y se procede a su exterminio. En esta empresa están unidos Estado e Iglesia. La primera corresponde a un Estado que marcha hacia la acumulación de metales preciosos.
La segunda requiere implantar el cristianismo en las nuevas tierras. Y para esto se aplica a los habitantes originarios, según Depons, la consigna "Hazte cristiano, o muere".
De modo que el mal llamado descubrimiento, que ahora alcanza los 519 años, es la manera de justificar una invasión.
La finalidad de esta empresa es acabar con las posibilidades de una sociedad construida sobre bases diferentes a los intereses de una determinada forma de explotación que mira específicamente hacia la acumulación de metales preciosos, principio-base de la riqueza de las naciones que entonces (y hoy) prevalece.
Y para ello se señala que es a partir de 1492 cuando comenzó aquí la historia, dado que es el inicio de la población de humanos. Se pretende así dejar de lado una historia milenaria.
De allí deviene la acción imperial de tomar posesión de quienes son considerados como débiles e inferiores. Se establece de este modo la relación entre un poderoso y descubridor y alguien que no alcanza el nivel de gente, la cultura o la civilización que es el descubierto.
No hay que olvidar que fue en 1537, cuando el Papa Pablo III, reconoció que "los nativos eran gente y tenían alma" y por tanto con derecho a la libertad. Sin embargo, el estigma de la animalidad-inferioridad siguió con vida y hoy cuenta con muchos cultivadores.
Y todavía hay quienes se atreven a desconocer que fue sobre una de las masacres de mayor profundidad en la historia de la humanidad y sobre las cenizas correspondientes, como se instaló por primera vez la historia-gente.
El inicio de una "nueva y verdadera raza". Por esto se nombra el 12 de octubre como Día de la Raza.
Y el juego al día prosigue, por ejemplo, con lo del "Día de la Resistencia Indígena". Otra manera de hacer aparecer una resistencia que existió contra los españoles pero que no ha tenido la misma consistencia contra los demás imperios que han caído en posición de descubridores asaltadores sobre estas tierras.
Y en nombre del antiimperialismo yanqui, antiguo y actual invasor, se le abre todo el espacio-posibilidades para que Fidel Castro, siguiendo las lecciones de Colón, ejerza el nuevo descubrimiento como disfraz para esconder otro capítulo de la misma destructora invasión pero con el mote de revolucionaria.
Por ello, a 519 años de invasión tenemos que darle las gracias al señor Fidel por volvernos a descubrir. ¡Qué historia amigos!
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