07 octubre, 2011

Historia de una Colombia sin Uribe – por Jorge Monroy

A raiz de las recientes encuestas que reflejan la intención de voto en la ciudad, pienso realmente que una gran mayoría de los colombianos simplemente no entienden la amenaza que representa la izquierda de corte socialista armada. Podría escribir cien páginas que muestren por qué mi comentario no es exagerado: la militancia de alguno de los candidatos en el M-19, su participación en la creación de la coordinadora guerrillera Simón Bolívar, sus simpatías con Hugo Chavéz, las alianzas del grupo al que pertenecía con el narcotráfico y su cercanía con el samperismo, Piedad Córdoba e Iván Cepeda, todas razones perfectamente contundentes para un ensayo completo, pero he decidido finalmente cambiar el enfoque para este artículo.

Esta vez simplemente diré qué le espera a quienes creen en terroristas reivindicados, o negociaciones de paz; este articulo está dirigido a todos aquellos que creen que Piedad Córdoba y Hugo Chavéz son personajes que buscan la paz para Colombia, o que creen que la democracia simplemente no es para ellos, pues realmente no los afecta. En este artículo sólo haré un análisis económico exhaustivo de lo que el petro-imperio chavista quiere lograr en Colombia, y muchos incautos están ayudando a propiciar. Para algunos, la guerra es un invento de Álvaro Uribe, y su mera adhesión los llama a votar en contra de algún candidato, a partir de ahora describiré una historia paralela, la historia en que Horacio Serpa le ganó a Álvaro Uribe en las elecciones del 2002.

Los titulares del 27 de mayo del 2002 titulaban a gran escala “Horacio Serpa, nuevo presidente de Colombia”. El milagro finalmente se había hecho para el santandereano. Había derrotado a Álvaro Uribe con 52% de los votos, en una de las votaciones más altas de la historia. Como primer acto y en su discurso llamó a cesar los odios, y a insistir en la vía del dialogo para solucionar los conflictos. El pueblo ovacionaba el regreso del Partido Liberal y del samperismo al poder. Sin embargo, los grandes capitales, y las inversiones extranjeras recibieron la noticia con estupor. Ese día, la BVC tuvo que cerrar, mientras que el dólar se disparó por encima de los 3.000 pesos. Para los inversionistas era claro que el avance de las FARC era incontenible. El gobierno estadounidense veía al país con reticencia, mientras el presidente Chavéz celebraba por los cuatro vientos el ascenso de Horacio al poder en Colombia. Las llamadas de felicitación no se hicieron esperar, y rápidamente empezaron a aparecer voces que pedían ir de nuevo a un proceso de paz con las FARC.

Para las 9 de la noche de ese mismo día este grupo terrorista ya había iniciado la operación bienvenida. Se tomaron una base militar en Nariño dejando 400 secuestrados. La sociedad civil llena de miedo, por el eco de El Tiempo, El Espectador, y los nuevos canales privados, le exige al presidente Serpa, que haga una nueva negociación. El presidente no lo duda.

Un par de meses después, las FARC abren una oficina en Caracas, y anuncian en un acto público que al finalizar el año construirían las demás en cada capital de América Latina, mientras en Colombia arrecian su ofensiva. El presidente tratando de demostrar algo de poder y fuerza previo a las nuevas negociaciones de paz traslada su despacho a Popayán, desde donde con todo el poder de la prensa afirma que habrá iniciado una ofensiva contra las FARC. Rápidamente las acciones terroristas son contundentes, y cada vez hay más secuestrados y más golpes.

El desempleo aumenta en cientos de miles de personas debido a que todas las empresas extranjeras lentamente han ido sacando sus capitales de Colombia empujando la tasa de cambio a niveles históricos, mientras las tasas de intereses se encuentran cercanas a cero intentando recuperar en algo la economía.

Seis meses después, Las FARC empiezan a hacer presencia activa en las ciudades, tal y como lo había prometido alias el Mono Jojoy. Actos esporádicos de presencia empiezan a verse en los barrios marginales de Cali, Bogota y Medellin, con grandes vallas publicitarias, imposición de normas, y abierto patrullaje de hombres uniformados y armados con grandes insignias de los grupos terroristas.

Al tiempo, todo el noreste del país es ahora de los grupos paramilitares, quienes recrudecen las masacres frente al imparable avance de las FARC, quienes ahora, con una plataforma política solida, reciben apoyo abierto y franco del gobierno bolivariano de Venezuela.

En el sur de Colombia la guerra entre los paramilitares y las FARC se recrudece dejando miles de desplazados, mientras que el presidente Serpa intenta con desesperación tranquilizar a los altos miembros de la fuerza pública, quienes reciben reportes de inteligencia que afirman que ya no son 16 los frentes que rodean Cundinamarca, sino 32. Los militares envían un duro mensaje al presidente, al lanzar una ofensiva no ordenada en el occidente del país, en donde desafortunadamente caen algunos miembros de la Guardia Nacional Bolivariana que combatían en el bando de las FARC.

Esto causa rápidamente un incidente internacional, que se supera gracias a la actitud sumisa de Horacio Serpa, quien promete realizar una corte marcial a los militares que actuaron sin su consentimiento. Motivado en los compromisos con Hugo Chávez, cambia a toda la cúpula militar, lo cual genera caos y confusión al interior de las fuerzas armadas.

El país, no mejora, y lentamente las vacunas empiezan a ahogar a los pequeños y medianos comerciantes, quienes se ven impotentes frente al doble cobro de impuestos y vacunas que el Estado y las FARC les cobran, al tiempo que algunas otras regiones del país, la dinámica también incluye a los paramilitares.

Un par de meses después, Horacio Serpa logra su gran hito presidencial: Alias Tirofijo acepta un nuevo proceso de paz si se establecen 3 condiciones: la primera, es que se exige el despeje de todo el sur occidente de Colombia es decir, Meta, Vichada, Caquetá, Guaviare, Vaupés y Guainía, y un muy curioso corredor de unos cuantos kilómetros en los farallones de Cali. La segunda: que el gobierno debía cesar toda acción militar contra las FARC de manera reciproca, y la tercera: que el gobierno debía utilizar todo el poder del Estado para combatir a los paramilitares.

La senadora Piedad Córdoba e Iván Cepeda, comienzan el cabildeo en el Congreso para que el plan de paz de las FARC sea aceptado. Sin embargo, la segunda semana de la negociación, la senadora, que había llegado al poder con una de las votaciones más fuertes, afirma que tiene una gran noticia: las FARC ofrecían una tregua general por un mes, mientras se discutían los pormenores del acuerdo.

En Estados Unidos, el Plan Colombia pierde apoyo, y para el año y medio del gobierno de Horacio Serpa, una propuesta en el Senado de los Estados Unidos tiene eco y finalmente se falla a favor de cortar este plan y la ayuda militar.

Mientras tanto, una noticia de último minuto horroriza a Colombia: mientras las FARC y el Gobierno del presidente Serpa discutían los pormenores del dialogo, Tirofijo declara zona liberada el casco urbano de Florencia, Caquetá, tras un fuerte enfrentamiento con la policía y el ejercito que había dejado otros 400 secuestrados, al tiempo las cámaras registraban como grandes grupos de las FARC se pasean bien formadas por las calles de la ciudad.

El presidente Serpa ordena un inmediato bombardeo con toda la fuerza área, y una flotilla de helicópteros se dirige a pelear y recuperar la ciudad, pero finalmente, frente a los ojos de la opinión pública, uno tras otro los Blackhawk empiezan a caer, pues las FARC, gracias a una amable donación del coronel Gadafi, y una eficaz intermediación del vicepresidente de Venezuela José Vicente Rangel y algunas oscuras manos rusas, habían logrado hacerse con un gigantesco cargamento de misiles tierra-aire que terminaron por corregir sus falencias estratégicas.

La misión de rescate resulta en una victoria de un costo inmenso. Gran parte de los activos de la fuerza aérea se perdieron, y miles de soldados perdieron sus vidas. Si bien la guerrilla abandono el casco urbano de la ciudad, las acciones terroristas se recrudecieron a lo largo y ancho de todo el país. Para ese entonces, algo similar ocurría en el noreste del país mientras las AUC se dedicaban a reclutar nuevos miembros y a realizar masacres cada vez mas bárbaras.

Un par de meses después, el presidente Serpa, tras reunirse con su más cercano grupo de asesores, -incluyendo a Ernesto Samper- acuerda entregar en despeje, todo el Caquetá, y aceptar el resto de condiciones de las FARC. Lentamente la cantidad de desplazados hacía que ninguna ciudad capital pudiera sostener las necesidades de todas estas personas, mientras la falta de empleo y empresas ahondaban cada vez más la crisis económica. Las FARC entregaban propaganda en todas las ciudades de manera abierta, e intimidaban a los habitantes más pobres de los cascos urbanos, que ahora dominaban. La comuna 13 era ahora la oficina de Raúl Reyes, protegido por un ejército de hombres que imponían la ley en aquel lugar. La muerte de personas se hacía cada vez más insoportable en la comuna, así como en todos los lugares dominados por las FARC, y de igual manera en los lugares dominados por los paramilitares.

Para enero del 2004, los paramilitares después de terribles batallas en las que los muertos civiles se contaban por cientos, habían logrado dominar el Meta. Mientras las FARC hacían presencia completa en el Guaviare. La situación era explosiva y muchos ya alertaban de un terrible desenlace, sin embargo, el gobierno seguía enredado en el tema de la reforma agraria con las FARC, por lo cual las negociaciones de Serpa no avanzaban.

Los militares estaban inquietos, se oían rumores de golpe de Estado por todos lados, mientras la situación económica simplemente no daba para más. Los niveles de emigración habían llegado a números récord, mientras las multiples bombas sociales que se acumulaban en el país explotaban una tras otra.

Para agosto de 2004, las FARC, el ELN y el recientemente resucitado EPL, y junto con la guardia nacional bolivariana constituyen el gran bloque socialista colombiano, GBSC, patrocinado en su totalidad por Hugo Chavéz y el dinero del narcotráfico, que ahora es la fuerza económica mas poderosa de la nación. Sin el plan Colombia, Horacio Serpa prefiere evitar la hecatombe total, y empieza a aceptar una tras otras las condiciones de las FARC, que, ebrias de poder militar, y asesoradas por ideólogos cubanos, empiezan a hacer todo tipo de transformaciones a la constitución del 91.

El poder ejecutivo es ahora una bomba de tiempo, y para el inicio del 2005, la parte que no está dominada por los paramilitares y las Farc, está dominada por el narcotráfico.

En julio de ese año, la nación entera asiste a un intento de golpe de Estado, del cual el presidente Serpa sale ileso, y producto de este se cambia nuevamente a la cúpula militar. Mientras en la frontera entre el Meta y el Guaviare los enfrentamientos entre las FARC y las AUC eran tan feroces que habían durado alrededor de cuatro semanas, dejando a la población civil atrapada en sus fincas y casas, en un Estado de Sitio permanente que los tenía al borde de una hambruna.

Para este entonces es un secreto a voces que el sureste de Colombia es usado para preparar una gran ofensiva contra el gobierno, patrocinada por el presidente de Venezuela, y que la tregua vigente, solamente serviría para evitar bajas innecesarias. Mientras tanto, la prensa estaría elogiando los avances del proceso, y mantendría a las personas con el suficiente temor, para que aceptaran todas y cada una de las exigencias de las FARC.

En diciembre del 2005, se ven los primeros grupos de las FARC combatiendo con policías en los Caí de Bogotá.

El presidente Serpa pierde todo margen de negociación y a medida que las acciones militares de las FARC se intensifican en las grandes urbes de Colombia, pierde toda capacidad de maniobra en Bogotá, pero en una hábil maniobra, después de días de combates y por intercesión del gobierno de Chávez, logran llegar a un acuerdo de cogobierno, con el presidente Serpa, se anulan las elecciones; el secretario de gobierno de Raúl Reyes firma nuestro ingreso al Alba, mientras los militares que no aceptaron el nuevo Estado eran fusilados o encarcelados.

Toda la tierra es expropiada, lo cual junto con una profunda crisis económica lleva a un inmediato estado de hambre, que les permite dominar a la población. Mientras los paramilitares arrecian la guerra contra las FARC y las FF MM, el presidente Serpa muere de una extraña enfermedad, y se establece una junta de poder en la cual se observa entre otras personalidades a Ernesto Samper, un aun firme Alfonso Lopez, Piedad Cordoba, Iván Cepeda, Carlos Gaviria, entre otros, quienes empezarán a dictar normas que no solo no mejorarán la situacion económica sino que empeoraran las situación social gobal.

Cinco años después muere Tirofijo y su cuerpo es velado en el Congreso Nacional, mientras la nación se desangra en una guerra con los paramilitares y la resistencia urbana. Se envía un gran destacamento a proteger el régimen de Gadafi. La clase media ya no es la clase dominante, sino la clase pobre, a la cual manejan con un asistencialismo simple, con elementos como la libreta de abastecimiento y los centros de distribución y acopio del pueblo para cada región, sin embargo, habrá una casta de personas adineradas, que vivirán de los negocios de los dos gobiernos, es decir, la Boliburguesia será binacional.

Para el 5 de octubre el régimen habrá decretado Atrabilioso una lectura subversiva y contraria a los intereses del pueblo, y finalmente habrán bloqueado internet, y la sangre seguirá brotando en las luchas contra los paramilitares, los disidentes y las luchas de los desplazados quienes incluso después de expropiada la tierra, aún no tienen un lugar donde llegar.

Le ruego al lector que regresemos a la realidad nuevamente y se pregunte, ¿vale la pena asumir de nuevo el riesgo de que esta historia sea realidad? ¿Vale la pena exigir que no haya impunidad sino justicia firme para todos? ¿Vale la pena luchar para que todos y cada uno entiendan que existe un sofisma del terrorismo para convertir a Colombia en Cuba?.

Si la respuesta a las preguntas anteriores es un sí, mi mensaje siempre será el mismo: use la democracia, tome una idea, levántese de su silla y luche por un país mejor.

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