Agapito Maestre
La mugre moral de una sociedad emerge de modo dramático en períodos de crisis económica y social. No me refiero ahora a la corrupción política, auténtico metasistema de algunas sociedades occidentales, entre ellas la española, para comprender el sistema "democrático". Hay otro tipo de corrupción moral que se extiende por toda la estructura social, a veces provocada y promocionada por el sistema político, y otras surgida como respuesta inmoral a la inmoralidad del sistema de partidos, que está llevando a la sociedad española al abismo social y político.
Tres ejemplos muestran la estrecha imbricación entre corrupción moral y sociedad española. Dos son propiamente políticos, pero, ¡ay!, un tercero es una reacción inmoral de la propia sociedad ante el Estado social. El escándalo de algunas Cajas de Ahorros es de libro. Resulta, en efecto, difícil de comprender para la opinión pública que las personas que arruinaron determinadas Cajas de Ahorros no sólo no son perseguidas por delitos tipificados en el Código Penal, por ejemplo por "delito societario", sino que a veces han sido premiadas con suculentas indemnizaciones, así ha sucedido en los casos de una caja de Alicante y otra de Galicia.
Ese escándalo, desde cualquier punto de vista, tiene unos responsables fácilmente localizables: los partidos políticos. La quiebra y, posterior, rescate por parte del Estado de algunas Cajas de Ahorros no pueden entenderse sin el sistema de partidos político que tenemos en España. Toda vez que los presidentes y consejeros de las cajas son nombrados por los partidos políticos. La inmoralidad de esa gente es comparable con el recorte y desmontaje de la sanidad pública que, en Cataluña, está llevando a cabo CiU con un único objetivo: presionar al partido ganador, en las próximas elecciones generales, para que ceda a las presiones nacionalistas en sus exigencias de un estatuto económico similar al de Navarra y el País Vasco. Sí, sí, es una inmoralidad jugar con la salud de los ciudadanos por un objetivo político, pero, sin duda alguna, es también una inmoralidad por parte de los partidos nacionales no denunciar esa treta de los nacionalistas catalanes.
Al lado de ese tipo de inmoralidades surgidas del sistema de partidos políticos, se desarrolla una picaresca, casi un sistema de corrupción social, en cientos de miles de personas que se sitúan en los márgenes del sistema: me refiero a la inmoralidad surgida de la llamada economía sumergida. Son legiones de individuos que no pagan el IVA, es decir, cobran en dinero negro, o eluden el pago de otro tipo de impuestos, etcétera, etcétera... Y "esto", por muy liberales y críticos del Estado social que seamos, es una auténtica inmoralidad, puesto que, en buena medida, si el pago del Estado desciende vertiginosamente en las prestaciones por desempleo, se debe a esa sociedad que no cumple con sus deberes ciudadanos. Es de pavor, en efecto, como se mantiene el ritmo de caída del gasto en prestaciones por desempleo, -8,8 %, y del número de beneficiados, -7,8 %, es decir, que la caída supera con mucho en el mes de julio la estimación anual incluida en los presupuestos; pero también da miedo el número de personas que eluden sus responsabilidades con el fisco, o mejor, su deberes ciudadanos con el Estado social.
La corrupción social, en fin, compite con la corrupción política en una sociedad al borde del abismo de la inmoralidad social.
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