M I G U E L Á N G E L G R A N A D O S C H A P A
Plaza pública
Irresponsable Aguirre Rivero
El Gobernador de Guerrero prefiere los placeres de la buena mesa a las responsabilidades de su tarea como Ejecutivo estatal. No obstante que su estado hierve por la violencia que nadie contiene. El jueves eligió otro hervor, el del pozole, que compartió con algunos de sus paisanos y afines radicados en el DF. Hizo, al mismo tiempo, una declaración de filosofía política: "En Guerrero decimos que la política nos une, pero el mezcal y el pozole nos unen".
Según la nota de Adriana Alatorre, de Reforma, ese dicho fue más bien retórico, pues él bebió güisqui. No sé si sus repetidos brindis, o la riqueza pozolera, lo entretuvieron y salió de un magnífico restaurante de estilo mexicano justo a tiempo, pero conforme a su agenda, no la de las personas con las que iniciaría un necesario programa de Gobierno. Es decir, cuando ya estaban sentados los interlocutores en cuya búsqueda iba, él apenas terminaba su jolgorio. Viajar de Altavista, en Ángel, a Bucareli en la ciudad de México un día entre semana es hazaña que consumió una hora entera. Cuatro miembros del gabinete federal: los secretarios de Gobernación, el de la Defensa y el de Marina, Francisco Blake, Guillermo Galván y Francisco Saynez, así como la procuradora general Marisela Morales, esperaban al impuntual Gobernador para anunciar el comienzo de la Operación Coordinada Guerrero Seguro.
Aunque ya están presentes en Guerrero, se trata ahora de que militares, marinos y policías federales actúen bajo las órdenes de la Secretaría de Seguridad Pública federal, que también controlará a su semejante local. La causa de la nueva manera de combatir al crimen organizado es que sus cifras se han abultado hasta en ciento por ciento en la entidad. Aunque es difícil hallar regiones guerrerenses a salvo de la violencia, en algunas la criminalidad se ha acendrado, por encima del promedio estatal. En Acapulco, por ejemplo, la violencia criminal produjo un incremento de 357 por ciento.
El Gobernador guerrerense, como el de Veracruz (donde se reinauguró una operación conjunta, ante cuya nariz han sido asesinadas un centenar de personas en menos de un mes), deben enfrentar sus propias tareas y ninguno de ellos lo hace. En vez de contribuir con sus propios efectivos a la pacificación del estado, Aguirre Rivero contribuye a impedirla. Por ejemplo, está enfrentado con el PRI, por lo menos en un caso concreto, el del homicidio del Diputado Moisés Villanueva y su chofer Érick Estrada, probablemente sin los elementos requeridos, pues de lo contrario ya se habría solicitado su aprehensión, el Alcalde de Tlapa, Willy Reyes Ramos, ha sido señalado por el procurador general, Alberto López Rosas, como autor intelectual de tales asesinatos.
Aguirre Rivero enfrenta igualmente de manera equivocada el conflicto magisterial suscitado en Acapulco por la imbatible violencia criminal. Decenas de escuelas han cerrado y sus maestros se movilizan no sólo en protesta por la situación general. Denuncian en particular delitos de que han sido víctimas o con que se les amenaza, como la extorsión. Los bien organizados delincuentes identifican a los maestros a los que demandan dinero sólo porque sí, para no atacarlos. Previamente los localizan a través de las nóminas manejadas por los maestros habilitados, que cobran en nombre de otros y poseen, por lo tanto, información valiosa para los delincuentes.
El Gobernador increpa a los maestros porque algunas de sus delegaciones aprovechan la movilización para levantar otras demandas de carácter sindical. Es probable que no falte razón, pues no es oportuno mezclar temas concretos que requieren mecanismos de solución por entero diferentes. Pero en realidad es un comportamiento faccioso el que lleva a Aguirre Rivero a desdeñar el movimiento sindical. Los protestantes pertenecen en el SNTE a la "corriente institucional", la encabezada por Elba Ester Gordillo. Son, por lo tanto, miembros o votantes del Partido Nueva Alianza, que acompañó al PRI en las elecciones en que salió elegido Aguirre Rivero. Miraría con otros ojos a dicho sector de haberse cumplido su propósito de ser postulado al mismo cargo por su partido de siempre.
Ante los guerrerenses en cuya compañía acometió contra el pozole, incurrió en un acto de inverecundia, como los escritores tímidos prefieren llamar a la desvergüenza. Dijo que en materia de seguridad su gobierno pugna por garantizar ese bien jurídico tan necesario y apreciado, como antes lo fue. Es decir, aludió al pasado francamente como a una etapa cuyos rasgos y logros había que restaurar.
Obviamente se refería a su propio trabajo como Gobernador interino, ejercido durante tres años, de 1996 a 1999. Antes fue parte de varias administraciones, y Diputado federal, y el presidente Zedillo echó mano de él cuando tuvo que remover a su amigo Rubén Figueroa Alcocer por su papel en la matanza de Aguas Blancas. El interinato de Aguirre en nada se distinguió del gobierno anterior, cuando se necesitaba justamente emprender actitudes de concordia. Miembros y grupos del PRD contaron entre sus blancos, por lo cual muchos militantes de ese partido siguen perplejos ante la decisión de ofrecer a ese Gobernador de ingrata memoria una nueva oportunidad... de hacer lo mismo.
Hace un año, Aguirre era Senador y su amistad con Enrique Peña Nieto lo hizo abrigar la certidumbre de ser el candidato priista. El lance interno, empero, favoreció a Manuel Añorve, y el despecho de Aguirre lo condujo a Marcelo Ebrard, que lo hizo elegir.
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