En junio de 2009, mi país enfrentaba una crisis política que culminó con la destitución de mi predecesor, tras su intento de permanecer en el cargo por más tiempo que su mandato original. En noviembre de ese año, los hondureños afirmaron su creencia en el proceso democrático, saliendo a votar en mayores cantidades que en cualquier otro punto en nuestra historia. Aun así, cuando asumí el cargo en enero de 2010, mi país enfrentaba un aislamiento internacional, incluso de viejos aliados como Estados Unidos.
Al reunirme esta semana por primera vez con el presidente Obama, Honduras se ha reincorporado a la Organización de Estados Americanos y reafirmado sus vínculos tradicionalmente amistosos con EE.UU. Sin embargo, persisten significativos retos económicos y de seguridad en Centroamérica, y éstos serían abordados por un mayor compromiso estadounidense con este vecindario vital.
Los estadounidenses han invertido cientos de millones de dólares en las últimas décadas para fortalecer la democracia en nuestro hemisferio. Honduras ha sido beneficiario de esta política, y nuestra fuerte y vibrante democracia constitucional es la prueba del éxito de Estados Unidos. Pero como quedó en evidencia con la crisis que ocurrió en mi país, la democracia encara muchos retos.
El abuso del poder, el autoritarismo y el terrorismo internacional son algunas de las muchas amenazas que enfrentamos. Aspiramos a la consolidación de la democracia en las Américas, con una economía floreciente y decenas de millones de personas que salgan de la pobreza.
Una de las amenazas serias a este sueño es la guerra de las drogas por miles de millones de dólares, centrada en México y Colombia. No es coincidencia que Honduras tenga el mayor índice de asesinatos en la región. Estos índices de criminalidad son efecto directo del narcotráfico. En la parte norte de Honduras, de donde transita la cocaína camino a EE.UU., la tasa de asesinatos es sorprendentemente siete veces mayor que en la costa sur, relativamente libre de drogas.
En semanas recientes, Honduras fue parte de dos grandes incautaciones de drogas. Cazas hondureños y colombianos interceptaron una aeronave cargada de 470 kilos de cocaína con un valor en la calle de más de US$15 millones. La exitosa operación no hubiera sido posible sin un acuerdo que autoriza a aviones hondureños y colombianos a perseguir vuelos ilegales en sus espacios aéreos.
Poco después, la Guardia Costera de EE.UU. y la Fuerza Naval de Honduras capturaron un submarino improvisado que transportaba más de siete toneladas de droga valuada en cerca de US$250 millones.
Esta clase de cooperación debe profundizarse e institucionalizarse. Como dejó en claro la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en su Informe Mundial sobre la Drogas 2010, los mayoristas y vendedores al menudeo estadounidenses de narcóticos retienen 85% de las ganancias del mercado de la cocaína de US$35.000 millones en EE.UU. El otro 15% se distribuye a los productores (1%) y traficantes (14%).
Celebro el reconocimiento por la administración de Obama de que la demanda de drogas ocurre mayoritariamente en EE.UU. Las acciones estadounidenses encaminadas a resolver esto son un cambio alentador de política, pero todas las partes tienen que hacer mucho más.
Por el lado del desarrollo, Honduras ha hecho grandes avances desde 2010. Al inicio de mi gobierno, el desempleo iba en aumento y la inversión estaba en caída libre. Con la ayuda del gobierno estadounidense, lanzamos un robusto programa de transparencia presupuestaria y un plan anticorrupción que fortalece la democracia hondureña y libra el entorno de inversión de sobornos e interferencia opaca del gobierno.
Debido a estas medidas y otras, nuestra economía creció 2,6% y las exportaciones aumentaron 17% en 2010. En el mismo año, Honduras experimentó un sorprendente aumento de 41% en la inversión extranjera directa.
También hemos comenzado a crear "ciudades modelo", zonas especiales organizadas para la producción y el comercio, de manera similar a ejemplos en Asia. Esperamos que esto atraiga nuevas inversiones y cree miles de empleos nuevos.
Con la ayuda de EE.UU., nuestros aliados centroamericanos y sudamericanos y todos nuestros amigos del exterior —además de la determinación de nuestro pueblo y la fuerte tradición democrática— estoy seguro que continuaremos prosperando como un pilar de la libertad y los derechos humanos en Latinoamérica.
Porfirio Lobo es el presidente de Honduras.
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