20 octubre, 2011

Los perdedores del PAN

José Cárdenas

Palo dado, ni Dios lo quita.

Refrán popular

Son Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel. Ambos apostaron por una elección de candidato(a) a la Presidencia, abierta también a simpatizantes.

Pero…

La cúpula de su partido decidió otra cosa. La elección será abierta, sí, pero cerrada sólo a militantes activos y adherentes.

Y no entra la reversa…

Pregunta obvia: ¿El método beneficia a Ernesto Cordero?

Podría responder Cuauhtémoc Blanco, pero mejor que lo haga Gustavo Madero: “No, (…) el método no está diseñado (…) para beneficiar o perjudicar a nadie, sino para atender a las condiciones de equidad, transparencia y certidumbre”.

Santiago Creel está en desacuerdo. Josefina, también.

Los dos hablan de dientes para afuera. De salvaguardar y fortalecer la unidad. Dicen que los panistas son más importantes y están en primera fila. Aunque esa verdad, suene a mentira.

Lo que se ve no se juzga. En el partido de la “gente decente” se regalan puñaladas.

Lo mejor del PAN se parece a lo peor del PRI. Asemeja una vulgar copia pirata de su mejor enemigo. Y en política, lo que parece, es.

El PAN resucitó para 2012 la práctica del “dedazo”. Decidió designar desde “arriba” a sus candidatos a diputados en 141 de los 300 distritos electorales (casi la mitad de los aspirantes), y los candidatos a senadores en 24 de las 32 entidades del país (78%). Sólo habrá elección abierta-cerrada en ocho estados, donde el PAN no es débil.

Ya lo había señalado el presidente Felipe Calderón, luego de la debacle electoral de 2009: “El partido se alejó de la gente”.

Esa es la mitad del problema… la otra, es que la gente se aleja del PAN, porque el partido está secuestrado por los que tienen una flaquita, chaparra y cerrada manera de entender la democracia.

¿Dedazo, compadrazgo, nepotismo (¿Cocoa?), arreglos en lo oscurito, prepotencia de sus líderes, soberbia y subordinación, son “las grandes virtudes” del partido que profesa la doctrina del “bien común”?

No cabe duda. Algunos panistas son de “bragueta persignada”, como alguna vez les llamó el periodista Renato Leduc.

MONJE LOCO: En una reunión con informadores, Enrique Peña Nieto gozaba comiendo costillas de cordero. Con la habilidad que muchos le escatiman se deshizo de los huesos. El mole de todas las preguntas no picaba. Menos las rajas. Defendió la cláusula de gobernabilidad para obtener la mayoría que le permita al Presidente gobernar con eficacia. No se tragó el taco de las coaliciones que propone Manlio. Dijo que el tema de la reelección es una moda a lo que pocos le han pensado mucho. Bromeó con la idea tuitera de que el Peñafiel vaya a ser el refresco del próximo sexenio. Cree que Andrés Manuel será un buen adversario. Aunque le disgustan las corbatas amarillas, prefiere las de color azul pálido. De carrera le echó un vistazo al plato de pan. A pocos políticos he visto degustar con tanto apetito. Y con tanta destreza manejar el cuchillo. Pero me queda claro que ni con las costillas de cordero se quitan el hambre y las ganas de comer.

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