La incursión de los Zetas en el país ha afectado a los guatemaltecos, que han vivido la violencia del narcotráfico, y ha obligado al Ejecutivo a tomar una decisión determinante: enfrentarlos o no.
La llegada de los narcos mexicanos al país no es nueva; de hecho, Joaquín el Chapo Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, se pasea por territorio guatemalteco desde hace años, pero la incursión de los Zetas, sicarios del cartel del Golfo, ha tomado a todos por sorpresa, sobre todo a las mafias locales, poco acostumbradas a la confrontación.
Los Zetas ya no quieren ser subalternos de los grandes señores de la droga, quieren tener el control y beneficiarse lo más posible de las dádivas del narco, afirman analistas mexicanos. La única forma de conseguir su objetivo es controlar el transporte de la droga en el mayor número de países posibles, y han empezado por Guatemala.
Esa banda aprovechó la detención, el año recién pasado, de Otto Herrera, enlace guatemalteco con los carteles mexicanos, para tomar su lugar y establecerse como los nuevos amos de la ruta norte de la droga: Izabal, Petén, Alta Verapaz y Huehuetenango.
Pacto de no agresión
Los tradicionales carteles guatemaltecos —los Mendoza y los Lorenzana— no estaban acostumbrados a disputarse sus rutas de droga, de manera violenta, y menos a robar cargamentos, pues dos grupos podían repartirse las ganancias.
Pero la situación ha cambiado, y los capos guatemaltecos no saben cómo responder.
Las propias autoridades policiales reconocen que se han estado dando negociaciones entre mafias mexicanas y guatemaltecas, para establecer un posible pacto, pero que los guatemaltecos tendrán que acceder a perder parte de sus ganancias, con el riesgo de que los mexicanos solo estén buscando ganar un poco más de tiempo, para quedarse con el negocio completo y seguir su expansión al resto de Centroamérica.
En Honduras ya están los Zetas, según han publicado periódicos locales en ese país.
Relevo
Por tradición, colombianos han manejado prácticamente toda la estructura del narcotráfico, tanto producción como traslado y venta de la cocaína. En los últimos años, por las acciones tomadas por el Gobierno de Colombia, las cosas han cambiado, y cada vez más los carteles mexicanos han tomado una posición protagónica.
Los informes del Departamento de Estado Antinarcóticos de los EE. UU. establecen que los mexicanos son los nuevos amos y señores de la droga, y que Centroamérica es su nuevo campo de operaciones.
¿Cuáles serán las consecuencias de todo esto para la población guatemalteca?
Si bien el común de los guatemaltecos no tenía claro qué tanto le perjudicaba el tráfico de drogas, incluso algunos creían que les beneficiaba, porque los capos invertían en mejoras para sus pueblos, ya empiezan a entender que gran parte de la violencia descontrolada que afecta al país es responsabilidad de esos grupos.
Ejemplo de ello es la campaña publicitaria que durante las elecciones llamaba a la población a no votar por el narco.
Violencia desatada
Los Zetas están acostumbrados a ganarse su espacio, y por ello son los más sanguinarios, no respetan a ningún cartel ni funcionario ni activista social; quien se interpone en su camino es eliminado, pues la única forma como pueden mantener el control es por medio del miedo.
Los pobladores de Huehuetenango y Alta Verapaz se encuentran atemorizados por las continuas balaceras.
Esas mafias controlan los pueblos, ya que necesitan tener bajo su control las fincas que están en la frontera con México, para almacenar la droga, y a la vez tener puntos clave en la franja norte, para el aterrizaje de avionetas procedentes de Colombia.
A los Zetas se les atribuye la autoría de tres masacres ocurridas en menos de un año: la muerte del capo Juancho León y seis de sus subalternos, en marzo último; el asesinato de 15 nicaragüenses y un holandés dentro de un autobús en Zacapa, en noviembre recién pasado, y ahora la muerte de 16 personas en Huehuetenango.
En los tres casos han hecho alarde de violencia y de armamento, para dejar claro que ahora el territorio es suyo.
Mientras tanto, las autoridades guatemaltecas reflexionan sobre qué hacer con ese tema.
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