06 octubre, 2011

Mi trayectoria metodológica

Por Robert Higgs

Este libro mío, el primero, se escribió en su mayor parte en 1969 y 1970 y se publicó en 1971, hace exactamente cuarenta años. En ese momento tenía menos de treinta años y acababa de terminar mi tesis de doctorado en economía en la Universidad Johns Hopkins.

En la Hopkins, me había formado completamente siguiendo los parámetros de la síntesis neoclásica que, en ese momento, tenía la supremacía en las mejores universidades de EEUU. Esta aproximación al análisis económico se basa en un fundamento epistemológico positivista: la teoría sirve como fuente de hipótesis empíricamente testables y, en el caso de que los datos no refuten la hipótesis, como un marco para entender las observaciones empíricas. Esta comprensión metodológica no se enseñaba tanto como se supone y los estudiantes la absorbían por ósmosis de sus profesores y de artículos y libros que les asignaban sus profesores.

Los argumentos presentados en este libro se basan explícitamente en esa aproximación. De hecho, su joven autor hace orgullosamente aportaciones a la economía neoclásica, sin ninguna señal de remordimiento acerca de la aproximación como tal, sino solo advertencias acerca de su mala aplicación o conclusiones injustificadas deducidas de ella. Incluso en mi Juventus, había aprendido a tener cuidado con los datos utilizados en pruebas empíricas y cuidarme de afirmar demasiado en las conclusiones alcanzadas en dicho análisis. Aun así, en ese momento, no albergaba ninguna duda (en realidad, mis profesores nunca me dieron ninguna razón para dudar) acerca de lo correcto de esta manera de hacer análisis económico.

De ahí que el libro rebose de afirmaciones acerca de teorías de las que pueden deducirse hipótesis testables y acerca de las pruebas realizadas para determinar si los datos refutan la hipótesis y por tanto ponen en cuestión la teoría subyacente o “modelo”. Aunque el libro no presenta casi ninguna econometría formal, mucho de su contenido representa mi traducción de los descubrimientos formales econométricos a un lenguaje comprensible para lectores no versados en teoría económica e inferencia estadística.

Cuando se escribió el libro, estaba muy de moda entre los historiadores económicos académicos la Nueva Historia Económica o cliometría y yo estaba orgulloso de presentarme como uno de los jóvenes caballeros que batallaba en la cruzada por rehacer el estudio de la historia económica siguiendo líneas más científicas, por hacer de la historia económica no la pobre hijastra de la economía, como había sido hasta entonces, sino un campo de la economía aplicada con completo derecho a estar en pie de igualdad con otras materias bien establecidas, como la economía laboral, las finanzas públicas y el comercio internacional. Los cliómetras buscábamos corregir los muchos errores cometidos a lo largo de los años por historiadores sin formación económica. Aunque es verdad que muchos de esos errores reclamaban una corrección, luego entendí al mirar atrás que estábamos demasiado pagados de nosotros mismos y teníamos (yo, sin duda) aún mucho que aprender sobre muchas cosas.

Tan pronto como empecé mi carrera académica, empecé a aprender estas lecciones. En parte, esta autoformación tomo la forma de aprender cómo trabajar como un artesano más hábil en el taller cliométrico. Pero en otra parte mi aprendizaje me llevó a seguir una larga trayectoria que me alejó de mi formación inicial y compromiso con el fundamento epistemológico positivista de la economía neoclásica. De hecho acabaría concluyendo que mi aceptación inicial de esta aproximación fue un error y llegaría a ver la práctica metodológica del análisis neoclásico de la corriente principal, no como una forma de ciencia, sino de cientifismo (una aplicación incorrecta de métodos apropiados para estudiar la naturaleza material, pero inapropiados para el estudio de la acción humana). Mi trayectoria de alejamiento de la epistemología neoclásica empezó con mi lectura de pbras de F.A. Hayek, lo que en su momento me llevó a las obras de Ludwig von Mises y otros economistas que escribían siguiendo la tradición austriaca. Aquí descubrí una aproximación al análisis económico que encontré mucho más convincente que el que había seguido en los primeros años de mi carrera.

Así que al leer mi Transformation of the American Economy después de 40 años tengo la inquietante sensación de que a pesar de su familiaridad fue escrito por otro. Ya no defiendo los pronunciamientos metodológicos del libro ni mucho de lo que éste presenta como “teoría económica moderna”. Aún así, no quiero pedir demasiado perdón. Una buena parte del análisis económico me sigue pareciendo sólida: después de todo, en el área conocida como microeconomía aplicada, los neoclásicos y los austriacos tienen posturas similares respecto de su comprensión básica de cómo están interrelacionados muchas acciones y acontecimientos. E incluso en relación con la econometría en la que confié durante los primeros 15 o 20 años de mi carrera, he llegado a creer que no toda mi obra (y la de otros en la misma línea) no valiera para nada. Sin embargo ahora creo que las estadísticas inferenciales (“pruebas de hipótesis” econométricas) no tienen un lugar defendible en la economía o las demás ciencias humanas. Sin embargo, si uno ve las conclusiones econométricas no como medio para realizar inferencia al probar hipótesis, sino sencillamente como estadísticas descriptivas, puede hacer un uso valioso de esas conclusiones al escribir historia económica. Pido al lector que entienda la presentación del libro bajo esta perspectiva.

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