Víctor Ronquillo Especial para BBC Mundo |
"La fiesta estaba en su punto y la banda retumbaba...
el señor ordenó: nadie dispare
se bajó una bella dama con 'cuerno'
de inmediato el festejado supo de quien se trataba
era la famosa Reina del Pacífico y sus playas
pieza grande del negocio una dama muy pesada".
"Fiesta en la sierra", Los Tucanes de Tijuana
Protagonista de narcocorridos y distinguido miembro de la aristocracia del narco mexicano, Sandra Ávila Beltrán, conocida como la "Reina del Pacífico", desnuda una realidad: cada vez con mayor frecuencia las mujeres se ven involucradas en el narcotráfico.
La "Reina del Pacífico", Sandra Ávila Beltrán, fue detenida en México en 2007. |
A esta mujer se la acusa de manejar una ruta de tráfico de droga proveniente de Colombia rumbo al mercado de Estados Unidos, por vía marítima.
Con su belleza de morena sinaloense, su porte y su confianza, Sandra fue explotada en una serie de spots comerciales transmitidos en los horarios centrales de la televisión.
Contrario al impacto y al uso mediático de personajes como Sandra Ávila Beltrán, el rol de las mujeres en el narcotráfico corresponde a situaciones de explotación y discriminación.
En México, la presencia femenina en este negocio ha aumentado en los últimos años, como resultado de la búsqueda de modos de supervivencia de quienes han visto agotados sus horizontes.
Infanterías del narco
Las mujeres son parte de las "infanterías" del narco. Los roles más frecuentes que desempeñan en el negocio son los de "burreras", dedicadas al transporte en menor escala de droga, siempre del sur al norte, hacia el mayor mercado del otro lado de la frontera de México con Estados Unidos.
Son también vendedoras del narco menudeo, dealers en el narcotráfico de la calle, el que se realiza a ras de asfalto. Muchas veces son reducidas a meros objetos de ornato y uso, aprovechadas por quienes controlan sus vidas convirtiéndolas en mercancías.
En los penales de ciudades fronterizas, como Ciudad Juárez o Nuevo Laredo, o en los de ciudades como Guadalajara o Ciudad de México, un alto porcentaje de las mujeres que han perdido su libertad están acusadas de narcotráfico.
Sólo por excepción las mujeres van más allá en la realidad del narco. Sandra Ávila, la Reina del Pacífico, pertenece a lo que puede llamarse la narco aristocracia: tiene nexos familiares con personajes que han controlado el negocio del narcotráfico en México desde hace 30 años |
Se trata de "burreras" que transportan droga a cambio de pagos cada vez más exiguos. Por desgracia hoy sobran mujeres para la tarea, casi siempre jóvenes -lo mismo en Uruapan, en el estado de Michoacán, que en cualquiera de los pequeños poblados de la sierra de Sinaloa y Durango, y en otros muchos lugares del país.
La mayoría de las veces, detrás de estas mujeres hay crueles historias de pobreza. En ocasiones son usadas como señuelos, se elige a un par de ellas para que sean capturadas y otro par sigue su camino para entregar la mercancía sin problema alguno.
En la cárcel de Santa Martha Acatitla, en Ciudad de México, la anciana "Guadalupe" aprovecha los días de visita en el penal femenino para vender dulces y golosinas. "Guadalupe" está convencida de que las drogas deben despenalizarse.
Ella administraba un pequeño negocio, la venta al menudeo de dosis de cocaína, cristal y marihuana. Un negocio que reportaba considerables ganancias a sus verdaderos dueños.
Los grandes consorcios del narco, los carteles conocidos como el de Juárez, el de Sinaloa y el del Golfo, desde hace años han encontrado en la venta al menudeo de drogas la vía para mejorar su negocio y extender el control de plazas y rutas mediante la corrupción.
Raptos y vidas truncadas
Hace poco menos de 20 años en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, era común que ocurrieran raptos de mujeres jóvenes. Se las llevaban los narcos y no había remedio.
Vidas truncadas, extrañas historias de mujeres que de pronto se involucraban en una alucinante realidad. Las adicciones, la violencia, el poder y la riqueza. Pocas vivieron para contarlo.
Las mujeres bellas hoy encuentran el peor de los destinos cuando forman parte de la colección de damas de algún personaje del universo narco. Pasan la vida condenadas a la frivolidad y los excesos y pronto son excluidas, cuando alguien más joven, más bella, más dispuesta, ocupa su lugar.
En los penales de ciudades fronterizas, como Ciudad Juárez o Nuevo Laredo, o en los de ciudades como Guadalajara o Ciudad de México, un alto porcentaje de las mujeres que han perdido su libertad están acusadas de narcotráfico |
De acuerdo a la información oficial, logró establecer una eficaz red de lavado de dinero que operó para distintas organizaciones, y después fue capaz de armar una ruta para el trasiego de cocaína de Colombia a Estados Unidos.
Otra mujer que resulta excepcional es Raquenel Villanueva, quien ha sido abogada de personajes a los que se liga con el narcotráfico. Villanueva fue víctima de varios atentados en contra de su vida y considera que el mayor problema en México para la justicia es la corrupción.
No hay duda de que en el último par de años ha aumentado la presencia de mujeres en el narcotráfico. Lo demuestra el número de mujeres víctimas de ejecuciones en distintas zonas del país.
Algunas mujeres han sido capturadas como parte de grupos armados, y presuntamente han participado en actividades de protección y como sicarios al servicio de los barones de la droga.
Después de todo, las empresas dedicadas al narcotráfico son eso: empresas, donde lo que importa es el negocio. Se trata de verdaderas trasnacionales. En ellas, como ocurre en la mayoría de las empresas que subsisten en una sociedad como la nuestra, las mujeres ocupan las últimas posiciones.
En México, son parte de las cada vez más numerosas infanterías del narco.
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