14 octubre, 2011

Nazario vive; coaliciones urgentes

Martín Moreno

El 15 de febrero de 2011 publicamos en esta columna:

Nazario Moreno González, El Chayo, El Doctor o El Más Loco, uno de los líderes de La Familia Michoacana, y cuya muerte fue anunciada el pasado 10 de diciembre por el gobierno federal, está vivo”.

Nuestra versión jamás fue desmentida por el gobierno federal.

Aún más: la supuesta muerte de Nazario —difundida por el entonces vocero de (in)seguridad, Alejandro Poiré, bajo la premisa de que “diversos elementos de información obtenidos durante el operativo (en Apatzingán), coinciden en que el día de ayer (jueves 9 de diciembre) cayó abatido Nazario Moreno”— provocó un fuerte enfrentamiento entre Los Pinos y la PGR.

Públicamente, el aún vocero de la PGR, Ricardo Nájera, declaró que “no había evidencia” de que Nazario hubiera caído en Apatzingán. Esto generó el reclamó privado de Poiré hacia Nájera. La duda quedaba.

En Morelia, el procurador de Justicia, Jesús Montejano, decía sobre la presunta muerte de Moreno González: “Mientras no tengamos los elementos para hacerlo, no lo podemos confirmar”.

Esta semana fue capturado Mario Buenrostro Quiroz, abogado al servicio de La Familia Michoacana.

En una parte del interrogatorio de ocho minutos, Buenrostro afirma:

“A Nazario no lo mataron… Nazario es el jefe de Los Caballeros Templarios”.

¿Hay que creer, por completo, lo que dice un criminal? No. Su palabra siempre estará en entredicho.

Sin embargo, lo relevante es que el gobierno federal, hasta hoy, no lo desmiente ni ha presentado una prueba contundente o creíble —vamos, ni siquiera un testimonio— de que Moreno efectivamente fue abatido aquel diciembre durante la cruenta batalla de Apatzingán.

En aquellos Archivos del poder señalamos: “El Chayo Moreno no murió en Apatzingán. ¿Dónde está?”

Buenrostro da la respuesta: está vivo y al frente de Los Caballeros Templarios, desprendimiento de La Familia Michoacana tras el rompimiento entre Moreno y Servando Gómez, La Tuta, con El Chango Méndez, detenido —éste sí— en junio pasado.

Nazario está vivo.

La Familia Michoacana, debilitada.

Pero Los Caballeros Templarios, que encabeza Moreno González, están fuertes y operando.

ARCHIVO CONFIDENCIAL

* COALICIONES O VIEJO RÉGIMEN. Resulta simplista decir que bajo la máxima priista de que “el poder no se comparte”, resultaría inviable un gobierno de coalición en México. Esa fórmula —una de las ruedas giratorias del viejo sistema político mexicano— bien cabía en la época del partido único, pero no ahora que el país es plural en el gobierno, en los partidos y en la sociedad. ¿Coalición, para qué? Para enfrentar una situación inédita hasta ahora y que se ha erigido en una posibilidad tan real como amenazante contra la democracia: el regreso del PRI a Los Pinos en 2012. Esa es razón poderosa para ensayar nuevas fórmulas para un país que, probada la transición, requiere ahora mayor calidad en su democracia. Y eso precisamente es lo que el PRI no garantiza bajo ningún nombre ni hombre: democracia mejorada. ¿Por qué? Sencillamente porque el priismo creció bajo un sistema de poder monolítico, autoritario y que jamás tuvo como piedra angular a la democracia. Los priistas no saben hacer política basada en la democracia. La ignoran. Jamás la han probado. No hay priista demócrata. Y punto. Se formaron con el presidencialismo omnipotente y eso es lo que hay que desterrar. No hay que cruzarse de brazos y decir: el poder no se comparte y, comodinamente, esperar un retorno que significaría una regresión democrática. Es 2012, no los años dorados del PRI. Se trata de no volver al régimen autoritario. “¿A alguien se le hubiera ocurrido plantear un gobierno de coalición en los años sesenta del siglo pasado? ¿Para qué? Resultaba innecesario”, planteó ayer José Woldenberg en Reforma. Exacto. Ayer no se requería. Hoy sí es imprescindible ante la amenaza de la reinstauración del viejo régimen, del presidencialismo autoritario. “Caben diversas opciones: el gobierno de gabinete, modalidades de semipresidencialismo… gobiernos de coalición o el tránsito a un régimen parlamentario”, señala Woldenberg. Explorar posibilidades. Si hasta hoy no se ha podido, eso no implica que jamás se haga. Es analizar opciones o condenarse al regreso de una dictadura política. Y para quienes se revuelcan pidiendo explicaciones de por qué sería una tragedia que el PRI volviera al poder presidencial, basta revisar los años de crisis económicas devastadoras generadas por la irresponsabilidad de los López Portillo o Salinas de Gortari, inflaciones desbordantes, saqueos al erario, fraudes electorales, crímenes políticos, censura en los medios, gobernadores impunes y desprecio —hoy aún— a iniciativas ciudadanas, para darnos una idea de por qué sería una tragedia. Sólo que no se quiera ver.

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