López Obrador no es el político de vanguardia, el estadista que va a proponer la evolución del TLC para acercarnos a una Unión Americana que nos acerque al patrón de la Unión Europea.
Francisco Martín MorenoEs de entenderse el nivel de hartazgo y de frustración que padecen los grandes empresarios regiomontanos. Están hartos del PRI, el origen de todos nuestros males, y del PAN, un instituto político que logró demostrar hasta el cansancio su incapacidad para gobernar y lograr el cambio tan prometido como esperado. En los hechos uno ha resultado peor que el otro y viceversa. ¿Cómo refutarlos? ¿Con qué argumento tratar de convencerlos de que su concepción de la realidad está equivocada? Les asiste la razón y su desesperanza e impotencia son mucho más que justificadas.
Sólo que si en su desesperación piensan que la llegada de López Obrador al máximo poder federal implicará la solución de todos nuestros males, pues lamento mucho informarles que, en el caso de que lo anterior remotamente pudiera materializarse, sólo se producirían más daños y perjuicios si no se pierden de vista las posturas políticas y las decisiones económicas, así como el gobierno que López Obrador llevó a cabo en la Ciudad de México. ¡Qué distinto hubiera sido el futuro político de este tabasqueño iracundo que ahora se presenta disfrazado de carmelita descalza, si cuando perdió las elecciones de 2006, en lugar “de haber mandado al diablo a las instituciones de la República”, hubiera reconocido democráticamente el triunfo electoral de Calderón, cuyo resultado fue avalado por la existencia de un millón de compatriotas que contaron los votos en las mismísimas urnas. ¿Cuál fraude electoral si sus abogados jamás pudieron demostrarlo ante las autoridades judiciales federales? Si este furioso personaje hubiera reconocido su derrota en 2006, hoy contaría con el reconocimiento de todos los sectores del país, como en su momento lo disfrutaron Mitterrand y Lula en su respectivo país, en lugar de colocarse la banda tricolor en el pecho como un auténtico orate y ordenar un bloqueo interminable en el Paseo de la Reforma. ¿Se puede pasar por alto esta decisión que lastimó severamente a la izquierda que a la fecha continúa con la mala imagen que reflejan las encuestas?
Este colérico y otra vez precandidato a la Presidencia de la República, ¿ha cambiado en tan solo cinco años y ahora se presenta como el generoso padre protector de todos los mexicanos, comprensivo, amable, buen cristiano, visionario, amante de los empresarios y promotor de la creación de empleos privados?
No nos engañemos, en la campaña electoral de Encinas, AMLO le ordenó a éste que, de llegar a convertirse en el gobernador del Estado de México, debería volver a contratar cuando menos a 30 mil ex empleados del SME que sólo le costaban al erario casi 50 mil millones de pesos al año con independencia de que el SME se había convertido en una de las peores pandillas de que se tenga noticias en la historia sindical de México. AMLO se niega a una coalición gobernante, la única solución para salir de la parálisis legislativa que padece México. ¿Ya se olvidó el Juanitogate con el que engañó a la delegación de Iztapalapa y a las instituciones electorales del DF? ¿No fue un acto arbitrario e ilegal para burlar el sistema electoral así como una agresión abierta al jefe de Gobierno? ¿Ya se perdió de vista cuando su chofer ganaba 80 mil pesos y su propio hijo se presentaba en los mítines en donde exigía justicia social con unos tenis de 11 mil 500 pesos o se olvidó de que el costo de construcción del segundo piso en la Ciudad de México se ocultó al escrutinio público por 12 años por razones inconfesables? ¿A qué se deberá que AMLO se haya negado de manera recurrente a explicar de dónde ha sacado la enorme cantidad de recursos que ha utilizado en los últimos cinco años para organizar viajes, mítines e intensas campañas publicitarias por el interior del país? ¿Dinero negro en un supuesto socialista? ¿Esa es la “honestidad valiente” que pregonó en su campaña? ¿O la “honestidad valiente” es la que representó su secretario de Finanzas apostando recursos públicos en Las Vegas o la de Bejarano, el Señor de las Ligas, su actual asesor, cuando se le sorprendió guardándose miles de pesos en los bolsillos? ¿Nada cuenta? ¿Acaso no es evidente que AMLO ha roto lazos y cualquier posibilidad de diálogo con los principales partidos políticos tal y como lo hizo con los empresarios tan sólo cinco años atrás? ¿Este feroz enemigo de la democracia incluyente es el político negociador que México necesita para construir un mejor futuro? ¿En su gabinete estarán sus colaboradores Martí Batres, Bejarano, Dolores Padierna, Fernández Noroña? ¿No acusó al TEPJF de operar bajo el manto de la “mafia político financiera” que se ha convertido en su nueva “bestia negra”? ¿Ya se les olvidó que gobernaría con recetas sacadas del bote de la basura a pesar de su repentino discurso engañoso?
López Obrador no es el político de vanguardia, el estadista que va a proponer la evolución del TLC para acercarnos a una Unión Americana que nos acerque al patrón de la Unión Europea. No habla inglés ni tiene una visión clara del mundo. ¿Él va a llevar a cabo las reformas estructurales, un IVA generalizado para gravar la informalidad y aumentar la recaudación, abrir Pemex a la inversión privada nacional o extranjera, tal como ya lo hizo el coma-andante en Cuba? No nos dejemos engañar, el peligro mucho más que justificado está ahí presente, para quien no se deje engañar y tenga buena memoria: Remember Chávez...
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