Al electorado más amplio le importa un rábano las propuestas concretas y sustantivas de un candidato.
Leo ZuckermannMe da mucha tristeza decirlo, pero yo creo que sí: Peña puede llegar a ser Presidente sin decir absolutamente nada de sustancia. Tampoco nos sorprendamos: ya ha pasado.
Pero vamos por partes. Primero hay que decir que la comentocracia está comenzando a demandar posicionamientos concretos a Peña en lugar de generalizaciones y lugares comunes. Ayer salieron cuatro artículos en este sentido.
En Milenio, Héctor Aguilar Camín hizo una invitación general: “Nada me interesaría tanto como empezar a oír definiciones claras de parte de priistas, panistas y perredistas sobre lo que harán realmente con la herencia de combate al crimen de Felipe Calderón, porque no parece viable ni seguirla ni pararla”. En el mismo diario, Ciro Gómez Leyva fue más directo con el PRI y Peña: “Podrían marcar un discurso claro y una ruta de navegación en el tema de la violencia y la inseguridad. Hoy no los tienen. Al menos en público. Porque en privado, cómo se les llena la boca criticando las ‘pendejadas de Calderón, que se quiso poner a jugar a la guerrita’; asegurando que ellos sí saben cómo hacerlo, y que ‘vas a ver cómo van a cambiar las cosas cuando gane Peña’, repitiendo que el método más eficaz, ‘ni modo, es ponerse de acuerdo’ con los criminales. Lo dicen. Claro que lo dicen. Sería muy interesante que Enrique Peña Nieto se expresara con claridad sobre el tema”.
En Reforma, Jesús Silva-Herzog Márquez dedicó su artículo a la estrategia de Peña: “Es una campaña de inercia que preserva esa tradición de la que los priistas están tan orgullosos: la indefinición. Sus discursos, sus entrevistas, los textos que firma son homenaje a esa tradición priista”. Se cuestiona si Peña podrá ganar la elección sin decir nada aunque pierda algunos puntos en las encuestas. Y Manuel Camacho, en El Universal, aseguró que el priista ha tenido hasta ahora “aguas mansas” y “cuarto de algodones”. Pero esto va a cambiar: “No es con frases cortas que ocultan la falta de ideas, que se convencerá a la Nación de que Enrique Peña Nieto tiene las cualidades necesarias para enfrentar con éxito una crisis de seguridad, desempleo y protestas sociales en ascenso. No es lo mismo hacerse publicidad que persuadir a una Nación necesitada de un liderazgo sensible y efectivo”.
Los cuatro, de manera directa o indirecta, quieren que Peña diga cosas sustanciales. ¿Lo hará? Difícilmente, por cinco razones:
1. Hasta ahora la estrategia de no decir nada le ha funcionado y si algo funciona no tiene por qué cambiarse.
2. Las reglas electorales de la terrible reforma electoral de 2007 lo favorecen. Peña ya logró ser conocido y bien evaluado. Lo único que tiene que hacer es mantenerse arriba con spots prometiendo traer el Paraíso a la Tierra. Además, la ley ahora prohíbe que sus opositores hagan campañas negativas en su contra. De hacerlo, el IFE las censurará. En este sentido, cortesía del PAN y PRD que aprobaron la reforma de 2007, seguirá el ambiente de “algodones”.
3. Al electorado más amplio le importa un rábano las propuestas concretas y sustantivas de un candidato. Eso es para consumo del círculo rojo. Un candidato puede ganar con cuatro buenas frases y enmarcando la contienda en términos de “ya es hora de cambiar” cuando la gente quiere eso: un cambio. Ahí está el caso de Fox que demuestra cómo es posible ganar con una campaña eficaz sin sustancia alguna.
4. Peña cuenta con el apoyo de muchos medios de comunicación que ya lo ven como presidente y no quieren incomodarlo con preguntas difíciles. El candidato seguramente irá a estos espacios y evitará entrevistas que lo puedan dejar mal parado. Mejor cotorrear con Galilea Montijo que pasar un rato amargo con Carmen Aristegui.
5. Si Peña se atreve a decir algo serio corre el riesgo de que algún grupo de interés se enoje con él y comience a boicotearlo. Nunca, por ejemplo, se va a atrever a proponer un cambio educativo de fondo que disminuya el poder del sindicato que lidera Elba Esther Gordillo. Porque en la lógica electoral es mejor tener los votos de los maestros que dejar contentos a los del círculo rojo que demandan una transformación educativa en el país.
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