24 octubre, 2011

Roma, el chivo expiatorio ideal

Cumbre europea

Milán
Ya no hay motivos para reír ni sonreír. Nicolas Sarkozy, Silvio Berlusconi y Angela Merkel.

Ya no hay motivos para reír ni sonreír. Nicolas Sarkozy, Silvio Berlusconi y Angela Merkel.


Durante el Consejo Europeo del 23 de octubre, Alemania y Francia han repartido tanto halagos como críticas entre sus socios de la eurozona con dificultades, que especialmente han recaído sobre Italia. Si bien las críticas a la inercia del Gobierno de Berlusconi están justificadas, la crisis actual también se debe a la lentitud a la hora de reaccionar que desde el principio han demostrado Berlín y París, tal y como señala el diario Corriere della Sera.

Para un italiano no era nada agradable asistir ayer en Bruselas a la rueda de prensa conjunta de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Durante todo el encuentro de la canciller alemana y del presidente francés con la prensa internacional, el jefe de nuestro Gobierno, Silvio Berlusconi que, guste o no, en el extranjero nos representa a todos, fue objeto de burlas y de acusaciones por no haber cumplido su promesa de adoptar una serie de medidas nacionales contra la crisis de las deudas soberanas.

Al poner a Italia al mismo nivel de Grecia (Sarkozy nombró en una lista separada a Irlanda, Portugal y también a España), sólo le aceptaron como interlocutor con reticencias (y únicamente porque la canciller le consideró digno de confianza).

Teniendo en cuenta que en el Consejo Europeo el lenguaje diplomático y la moderación de los comportamientos son por lo general la norma, resulta fácil comprender por qué Francia y Alemania, cuya función sin duda es decisiva para no hundirnos ante el tsunami del euro, llegaron a irritar a buena parte de sus socios europeos.

Berlusconi compromete el rescate

Pero, tras haber señalado los excesos de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, ¿cómo no preguntarse si no tenían razón y hasta qué punto la tenían? El Gobierno de Berlusconi sin duda se encuentra debilitado y no llevó a Bruselas ese decreto-ley sobre desarrollo que tendría que haber promulgado hace tiempo.

Con su inercia, Silvio Berlusconi pone en peligro toda la operación de rescate que se pondrá en marcha el miércoles 26 de octubre. Y las recomendaciones que el Consejo Europeo le hizo llegar a Roma sobre los recortes presupuestarios hasta ahora no han servido de nada. Sin embargo, Sarkozy se los volvió a repetir ayer: los que no asuman su parte de responsabilidad, no podrán beneficiarse de la solidaridad del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).

La irritación franco-alemana, aunque incontenible y ostentosa, no está exenta de razones. Se dice incluso que muchos otros socios europeos la comparten, aunque de un modo más velado. Y este es evidentemente el aspecto más grave al que debería prestarle atención el Gobierno italiano, aunque sea tarde.

La decisión final, que esta vez incluirá al conjunto de países europeos, se dará a conocer el 26 de octubre, y esta prisa explica sin duda la paradoja que ha acompañado a los trabajos del 23 de octubre: nunca se había visto que tanto optimismo rodeara una cumbre tan negativa. Aunque no hasta el punto de transformar la batalla por el euro en una guerra fraticida ni de impedir que se firmen los acuerdos necesarios el próximo miércoles, pero lo suficientemente negativa para llevar las apuestas políticas al máximo nivel y para "obligar" a Angela Merkel y Nicolas Sarkozy a llegar a un acuerdo que, al taponar la crisis, les salve de la ignominia. Porque son ellos, la canciller alemana y el presidente francés, quienes han tomado la iniciativa de correr un maratón tan ajustado de reuniones y negociaciones bajo presión.

Los sepultureros del euro y de Europa

Y por lo tanto, son ellos los que, ahora que llega la enésima oportunidad, deben levantar acta con benevolencia y por un interés político común: el de no fracasar, de no convertirse en los sepultureros del euro y de Europa, de no transformar en boomerang la responsabilidad de guía que las dos "locomotoras" han querido asumir. No es casualidad que ayer Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, entre dos ataques contra Berlusconi, declararan estar casi seguros de llegar a acuerdos “comunes, ambiciosos y duraderos” que presentarán en el G-20 de Cannes a principios de noviembre. También es saludable que en los frentes internos de uno y otro país y por el interés general de la eurozona, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se encuentren con la espalda contra la pared y tengan las horas contadas, al borde de ese abismo hacia el que Europa ha querido inclinarse para recobrar fuerzas y alejarse de él.

Como es evidente, queda por comprobar la eficacia de la fórmula que elegirán Berlín y París, sobre todo para aumentar el "poder de fuego” del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). Los bancos no se alegrarán al ver cómo se duplican sus pérdidas sobre los bonos del tesoro griego, a pesar de los rescates. Queda por ver, y en este sentido las preocupaciones se dirigen hacia Italia, si estas medidas realmente recobrarán la confianza necesaria para tener éxito.

Sea cual sea el desenlace, sigue siendo evidente que la carencia prolongada de capacidad de reacción ante la crisis, incluso por parte de los alemanes y los franceses, vuelve a plantear la cuestión de la ausencia en Europa de jefes de Estado que sean realmente capaces de guiar y de convencer. Por lo tanto, la reunión del miércoles deberá marcar el inicio del camino, no del fin. Tal y como aseguraron tanto Angela Merkel como Nicolas Sarkozy, el G-20 se tratará de aprobar el impuesto sobre las transacciones financieras. Y Europa trabajará sobre un proyecto de un nuevo gobierno común, algo que podría llenar de alegría a los europeos más convencidos.

Pero cuidado, porque la unión fiscal que Merkel tiene en la cabeza es un sistema que controla por adelantado las finanzas de cada Estado miembro de la eurozona y confía a un futuro organismo bruselense la tarea de imponer sanciones automáticas en caso de infracción, por mínima que sea, de las normas aprobadas por todos. No será fácil cambiar los tratados, pero Italia ya está avisada.

Polémica

Cruce de espadas entre Sarkozy y Cameron

Cruce de espadas entre Sarkozy y Cameron

La cumbre del 23 de octubre fue también el momento en que afloraron a la superficie las grandes tensiones latentes en el propio seno de los Veintisiete. Así, The Guardian titulaba “Sarkozy manda callar a Cameron en lo que concierne al euro”, evocando el “enérgico intercambio” durante el Consejo Europeo entre el presidente francés y el primer ministro británico. El primero manifestó ante el segundo “su profundo descontento frente a las críticas y las lecciones morales de los ministros británicos”. “Habéis perdido una gran oportunidad para callaros. Ya no aguantamos más vuestras críticas contra nosotros y que nos digáis qué debemos hacer. Decís que detestáis el euro, y ahora queréis interferir en nuestra reuniones”, declaró el presidente francés.

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