Atan sólo 10 días de su toma de posesión Calderón decidió echar mano del Ejército para iniciar un ataque abierto al narcotráfico sin haber convocado previamente al Congreso ni al Poder Judicial ni a las cámaras empresariales ni a las universidades ni a nuestros maestros ni a nuestros especialistas ni a la sociedad en general para lograr, como nación, un acuerdo conjunto para encontrar la mejor estrategia de cara a desmantelar a la así llamada “delincuencia organizada” con un nuevo gobierno que no estaba, desde luego, “organizado” para lograrlo.
La llegada de la pareja presidencial panista a Los Pinos implicó la desaparición de todo el aparato de inteligencia nacional imprescindible para atacar con éxito al narcotráfico.
En este orden de ideas, Calderón, necesitado de incrementar su capital político, mandó al Ejército a las calles para ganar una guerra que es imposible ganar a balazos. Debe subrayarse que el PRI había utilizado a la delincuencia organizada para mantenerse en el poder con arreglo a pactos inconfesables. Hubo paz y armonía durante el priismo gracias a las negociaciones que el tricolor llevó a cabo de manera inteligente y eficiente con la mafia. A la llegada del panismo, se rompieron las reglas y los acuerdos con los maleantes, asesinos y envenenadores de la sociedad mexicana. Nos quedamos sin controles ni pactos ni inteligencia, vacíos que los narcotraficantes supieron llenar a su máxima expresión. Como bien lo dice Eduardo Buscaglia, el PAN dejó de controlar, las alcaldías permanecieron aisladas, el Estado mexicano se vio repentinamente fragmentado, las policías empezaron a formar parte de la delincuencia organizada que amplió agresivamente su campo de acción criminal hasta alcanzar 22 tipos de delitos superando por mucho al del simple tráfico de estupefacientes.
¿Va ganando la guerra Calderón desde que en 2006 se registraron 62 muertos que de una u otra forma tuvieron que ver con organizaciones criminales, siendo que en el 2011 el monto ya se eleva a 50 mil, ya sea que se trate de pleitos entre los rufianes en los que no se puede dejar de incluir a víctimas de la sociedad civil? ¿Por qué no se habla de los mil migrantes desaparecidos o de las mismas 13 mil personas, tal vez paisanos que se encuentran en la misma condición?
¿Vamos ganando cuando apenas se confisca el dinero negro que es el punto más débil del narco? De las decenas de miles de millones de dólares de recursos movidos por el narcotráfico, ¿en cuantas ocasiones se asestaron golpes puntuales en las finanzas de los delincuentes? ¿Vamos ganando desde que en 65% de las campañas electorales existe el dinero de los narcos? ¿No es claro que dichos delincuentes están influyendo cada día más en la vida política de México? ¿Vamos ganando desde que en 99% de las detenciones no se llega a dictar una sentencia? ¿Vamos ganando desde que la violencia ejercida por el Estado mexicano no se ha traducido sino en más violencia a título de respuesta de las organizaciones criminales? Insisto en la tesis de Buscaglia: “Lo importante no es lo que nos han hecho, sino lo que vamos a hacer con lo que nos han hecho”. Necesitamos un sistema judicial eficiente con unas agencias de Ministerio Público más eficientes aún que emitan sentencias firmes y que no se caigan antes de llegar a las puertas de los juzgados. Es inaplazable una política de prevención social, atender los factores de riesgo como la inclusión de niños de 12 años en pandillas. Cada menor de edad que abandona la escuela se convierte en una tentación para ingresar en la vida fácil, la del narcotráfico. Resulta imprescindible lograr un pacto nacional para agredir a la corrupción que devora el país. Mientras las instituciones republicanas no impartan justicia y se desarrollen en un contexto de venalidad, los narcotraficantes sabrán que seguirán siendo intocables. ¿Por qué no proceder entonces a la expatriación a Estados Unidos de cualquier rufián atrapado por negociar con la salud de los mexicanos? ¿Por qué tenemos que mantener a estos pillos con recursos públicos mexicanos cuando buena parte estaban ocupados en exportar estupefacientes a Estados Unidos?
Desmantelemos el patrimonio de la delincuencia organizada en el sector legal de la economía que se encuentra penetrada hasta en 67% por estos hampones, también de cuello blanco. Actualicemos los códigos penales para que los criminales modernos no sean juzgados con leyes antiguas, de tal manera que recurramos a medidas draconianas para liberarnos de este cáncer nacional.
Requerimos autoridades diplomáticas dotadas de la suficiente personalidad como para denunciar ante el Departamento de Estado norteamericano el patrocinio indirecto de ese gobierno en el narcotráfico mexicano, tal vez, con la idea, como ya dijo el gobernador Perry, de mandar tropas norteamericanas a México para controlar supuestamente al narcotráfico y de ahí, claro está, someter al país en su conjunto.
Mientras México no se institucionalice y no logremos pactos de concertación nacional la legalización de narcóticos será un suicidio porque sólo lograríamos estimular el mercado de estupefacientes. Si Calderón declaró la guerra sin una estrategia previa, salvo la de recuperar su capital político, es la hora de que todos los mexicanos nos tomemos de la mano para impedir que México se nos siga deshaciendo entre las manos como papel mojado.
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