Es como si El Tiempo hubiera adaptado un texto de propaganda de la agencia castrista de noticias para convertirlo en editorial.
El editorial del 24 de octubre de 2011 pretende que el completo fracaso político, económico y social de la dictadura cubana no se debe a los errores de los hermanos Castro, a su monstruosa terquedad por esclavizar a su país y ponerlo al servicio de un sistema totalitario que condujo en todas partes a las peores catástrofes, sino que todo ello es culpa de los Estados Unidos.
Los Castro no fracasaron, quien fracasó fue Washington, nos dice El Tiempo. El editorial sugiere que ese régimen habría podido construir una economía floreciente si no se hubiera atravesado Washington y su famoso embargo comercial. ¿Quién puede aceptar semejante análisis? Únicamente los alienados mamertos.
Dejando en el tintero toda exactitud factual y conceptual, el editorial habla de tres cosas a la vez y las hace pasar como sinónimos: “bloqueo”, “cerco económico” y “embargo”. Al hacer eso el editorialista se pone al mismo nivel de los portavoces de La Habana.
¿Qué diablos fue lo que decretó el presidente Kennedy en 1962? ¿Y por qué? El Tiempo evita toda explicación al respecto. Dice que el embargo fue la consecuencia de “la guerra fría”. Error. La guerra fría no tuvo nada que ver con eso. El embargo fue la respuesta legítima y puntual de Washington al robo que los Castros hicieron de las empresas norteamericanas en la isla.
Esa medida de retorsión nunca le impidió a Cuba comerciar con países europeos, ni con América Latina, ni con las dictaduras del Comecom, bajo la tutela soviética. Gracias a varias zonas francas, como la de Panamá, La Habana podía adquirir hasta equipos técnicos norteamericanos de última generación. Cuba exportaba azúcar, cítricos y otros frutos tropicales al Comecon y recibía de éste tractores, camiones, buses, autos, televisores, neveras y hasta filmes. El uso que hizo de esos equipos y de los demás bienes que provenían del mundo occidental es otra historia: la economía dirigida, la burocracia inepta, acabó con todo. El tal “bloqueo” tampoco le impidió a Cuba enviar sus tropas y sus fanáticos pistoleros a países de los cinco continentes, a sembrar la muerte en nombre de un ideal intrínsecamente perverso.
Lo que trata de negar el asombroso editorial de El Tiempo, que en el pasado sabía distinguir entre una democracia y una dictadura, y fue más lúcido y más valiente en la denuncia de ese detestable régimen, es que el obstáculo principal para el desarrollo de esa isla no fue el embargo sino el sistema dictatorial instaurado en 1959.
¿Quién puede ignorar hoy que en la destrucción de la economía de la isla jugó un papel central, no sólo el rígido y absurdo sistema comunista, sino la destrucción física, material, moral e intelectual de las élites y de las clases laboriosas, desde la burguesía hasta la clase obrera y la clase campesina cubana, que hicieron de ese país, antes de la llegada de los Castro, uno de los más prósperos y acogedores de Latinoamérica?
Esa destrucción física y moral de capas enteras de la población fue hecha mediante fusilamientos, asesinatos discretos o no, procesos trucados, cárcel, represión de toda disidencia, golpizas, expulsiones y exilio. El precio de todo ello lo sigue pagando hoy la sufrida población de la isla.
La frase más escalofriante de ese editorial es ésta: “El cerco comercial ha alimentado el apoyo interno a la dictadura comunista”. Falso. La dictadura de los Castro nunca tuvo un auténtico apoyo popular. La dictadura castrista ejerce la violencia más exacerbada del Estado sobre la población, a través de micro y macro estructuras de control social, y frustra toda espontaneidad política a la población. Aquello de las “manifestaciones populares” a favor del castrismo es otro mito que hace años se fue a tierra. Salvo para El Tiempo.
Ese régimen tuvo, es cierto, en los primeros años, un cierto apoyo popular. Eso fue el resultado de la intensa propaganda, es decir de la mentira sistemática y generalizada, entregada en dosis masivas y permanentes al pueblo. Fidel Castro y sus patronos del Kremlin le hicieron creer al mundo en esos años que el socialismo totalitario haría salir a Cuba del subdesarrollo y construiría en la isla un paraíso terrenal. Ese apoyo comenzó a desgastarse rápidamente desde 1977, mucho antes de que la URSS se desmoronara, pues ese sistema no podía ser reformado ni mejorado. El patético resultado de la larga y penosa partida castrista ya no puede ser ocultado. Empero, el citado editorial de El Tiempo trata de revivir ciertos mitos. Lamentable.
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