Fernando Amerlinck
El premio Nobel de economía no existe. Hay el “Premio de Ciencias Económicas del Banco Nacional de Suecia en memoria de Alfred Nobel” pero el señor Nobel (que murió en 1896) no legó un premio de economía. Lo inventaron en 1969.
Viene a colación porque en 2008 le dieron ese premio —ojo: de ¡economía!— a un opinador del New York Times llamado Paul Krugman. El 15 de agosto de 2011 ese personaje dijo literalmente en CNN, nada menos que ante Fareed Zakaria, esto: (www.youtube.com/watch?v=nhMAV9VLvHA):
“Es muy difícil tener inflación en una economía deprimida, pero si tuviéramos un programa de gasto gubernamental más una política monetaria expansionista de la Fed… podríamos conseguir mucho. Si descubriésemos que los extraterrestres están planeando un ataque y necesitáramos gastar masivamente en armamento para combatir la amenaza alienígena, y tomase un lugar secundario la preocupación por la inflación y el presupuesto, la actual contracción se acabaría en 18 meses. Y si descubriéramos (¡ooops!) que cometimos un error y que no hay extraterrestres, de todos modos estaríamos mejor…”
Ya podrá Krugman, notorio keynesiano, culpar de la crisis económica a que no llegaron los alienígenas. O a que faltó déficit y no hubo suficiente emisión expansionista de dinero digital y de papel para ensanchar artificialmente la economía, regalar estímulos, inventar gasto del gobierno, soltar liquidez, forzar demanda, y generar hartos empleos, ora sí que harto productivos: ejemplo, abrir agujeros en el día y rellenarlos en la noche.
Al presidente Roosevelt, aventajado discípulo de Keynes, lo admira un tropical personaje que ha vuelto a ser rayito de esperanza para cambiar de modelo económico y resolver el desempleo. De ser elegido presidente, hace promesas muy concretas:
“Vamos a darle empleo a siete millones de jóvenes (sic) en los primeros meses (resic). Un poco lo que hizo Roosevelt cuando la gran depresión, es lo que hay que hacer ahora… Ya hay presupuesto (¡recontrasic!).”
Literal. Lo dijo el único candidato “progresista”. E insiste en los jóvenes, los jóvenes, los jóvenes y los jóvenes. Atenderlos. Darles trabajo. Alejarlos de la delincuencia. Claro. Los jóvenes no conocieron a los gobiernos populistas que arruinaron durante décadas la economía, aun sin inventar siete millones de empleos con gasto gubernamental a cargo de los impuestos (presentes y futuros) de la población que sí trabaja en cargos productivos. Apela a quienes tenían 12 o 14 años cuando ese amoroso prometedor invadió la principal avenida de la capital y — como nadie más en la época reciente—- generó división y odio entre los mexicanos. ¿Será distinto hoy? ¿Puede un hombre cambiar tanto?
Hoy seduce como sirena a los jóvenes tras demostrar que lee poco: elogió a Marcelo, que “como Ulises el de La Odisea, no se dejó cautivar por el canto de las sirenas y se puso cera en los oídos” sin saber que Ulises decidió sí oír a las sirenas, pero atado al mástil, tras dar terminantes órdenes a los marinos (a ellos sí les puso cera) de no desatarlo, por más que pataleara. Pero si para ser político no hay que leer a Homero ni a José Luis Borgues, sí tendría que ser congruente con su prédica de “los valores” y “los principios”.
¿Principios? Uno es la verdad. Critica a Goebbels y su táctica de decir mentiras que se hacen verdad a base de repetirlas, mientras repite “me robaron la presidencia”. Vaya, pues… No sé si sepa que las crisis vienen por endeudarse para gastar de más cuando se acaba el dinero, y luego no hay quien preste. Hoy México da clases de sensatez financiera a Europa, pero qué horror el “modelo neoliberal”. Igual podría decir que los problemas de México los provocaron los extraterrestres. O las sirenas. O las chachalacas. Y ya no habla de la mafia del poder.
No. La solución es la república amorosa. Sólo si se es bueno se puede ser feliz. Es tiempo de amor y besos. Javier Sicilia guarda minutos de silencio por las víctimas del combate contra los criminales (es decir: 50,000 víctimas del gobierno de Calderón) y el padre Solalinde pide perdón a los “hermanos Zetas” porque son “damnificados de la sociedad y las primeras víctimas de un gobierno corrupto, capitalista, neoliberal, enfermizo y fallido”. No perdona a los gobernantes enfermos y fallidos y neoliberales, pero sí a los criminales. El culpable de que los Zetas secuestren y maten a los protegidos por Solalinde —sus hermanos en el camino— es el gobierno.
No cabe duda: con un gobierno amoroso el futuro de México estará asegurado. Su new deal llama a los (votantes) jóvenes. Habrá todo bien en 6 meses de gobierno pejista: trabajo, civilismo, atmósfera de paz y de progreso y de justicia, regresarán los militares a los cuarteles, se profesionalizará a la policía, se acabará la incertidumbre y la zozobra, habrá un nuevo aliento y menos soldados, menos policías, menos cárceles; todo, con un gobierno de principios y de valores; y habrá justicia. Sic. Frases suyas todas. Esta también: “No es una utopía”.
¡Estamos salvados! ¡Hay esperanza! La voluntad, buenas ideas y lindos propósitos de un solo hombre, redimirán a millones. El Peje dejará chiquitos a Roosevelt, Keynes y Krugman.
Sólo me pregunto: ¿por qué todo eso, en la historia humana, no lo habrá logrado alguien antes?
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