Diversos analistas de la evolución de las finanzas públicas en las economías occidentales, a lo largo ya de muchos años, digamos del Siglo 19 al presente, han detectado una serie de tendencias relevantes. Entre ellas, destaca una dirección muy clara al aumento del tamaño relativo del gasto. Dicho fenómeno se aceleró durante la segunda mitad del siglo pasado.
El incremento de las erogaciones ha sido resultado de la idea de que el Gobierno puede ayudar a satisfacer cierto tipo de necesidades y, entonces, a elevar el nivel del bienestar social. Los sectores que reciben los beneficios del gasto son fácilmente identificables, mientras que su costo se distribuye entre la población en general. En consecuencia, los primeros se transforman con el paso del tiempo en grupos de interés con influencia política, y logran establecer "derechos" ("entitlements") en su provecho. Pero es obvio que a cada derecho corresponde una obligación. ¿Quién es el obligado en este caso? En general, es la sociedad pero, en realidad, el obligado es el fisco. ¿Cómo hace frente a la responsabilidad? Gravando al resto (desorganizado) de la población con más impuestos, o con endeudamiento adicional.
Un experto caracteriza el proceso anterior en los siguientes términos ilustrativos. Una vez que ciertos segmentos de la población imaginan al Gobierno como una vaca que puede ser ordeñada, desaparecen de hecho los límites a las exigencias de más gasto público. Las "necesidades" de la población son infinitas, como son innumerables también los grupos que pueden formarse para presionar al Gobierno, con el fin de obtener beneficios en su favor. Así pues, factores básicamente políticos determinan el crecimiento del papel del Estado en la economía y en la sociedad. Sin embargo, su expansión encuentra, tarde o temprano, restricciones financieras.
A grandes rasgos, los casos recientes, digamos de Estados Unidos y de Grecia (toda proporción guardada), se ajustan bastante bien a la descripción previa. En efecto, el problema central de las finanzas públicas de Estados Unidos lo constituye el crecimiento del gasto en las distintas formas de "seguridad social" (pensiones, servicios médicos), a lo que se ha añadido el impacto de las enormes erogaciones destinadas a enfrentar las consecuencias de la crisis financiera. La incapacidad para decidir un aumento de impuestos congruente se tradujo en un alza del déficit presupuestal hasta llegar al 9 por ciento del PIB en 2010. Más déficit significa más deuda. De ahí vino el ruidoso enfrentamiento entre Republicanos y Demócratas sobre el límite del endeudamiento público, que llegó a su máximo en el verano de este año.
A todas luces, el sector público de Grecia sufre de hipertrofia. Simplemente es demasiado grande para el tamaño y la productividad de su economía. Por ejemplo, en 2008, en plena antesala de la crisis, el "gasto (total) del Gobierno general" alcanzó ¡48 por ciento del PIB! El gasto en salarios del Gobierno griego, como fracción del PIB, es bastante más alto que el promedio de la OECD (Organization for Economic Co-operation and Development). Y sus empleados trabajan menos horas y ganan más que sus contrapartes en el sector privado. En cuanto a los entitlements, un estudio reciente estimó que la carga de las pensiones aumentaría 12 puntos porcentuales del PIB en unas cuantas décadas.
Además, está claro que la economía griega padece una falta evidente de competitividad, que se traduce, por necesidad, en un enorme y creciente "agujero" externo. En 2008, otra vez, el déficit en la balanza de bienes y servicios con el exterior llegó a 14.5 por ciento del PIB.
La OECD por lo común se refiere a los problemas de sus miembros con tersura, pero en agosto pasado expresó con respecto a Grecia, a la letra: "el desperdicio de recursos públicos debe terminar... la confianza entre los ciudadanos y el Gobierno debe ser restaurada... la evasión de impuestos debe ser atacada decisivamente...". Y así por el estilo.
Por un tiempo, los desequilibrios griegos en lo fiscal y en lo externo recibieron poca atención, porque la integración financiera de Europa le permitió al Gobierno colocar su deuda en los mercados con cierta facilidad. Pero "el día del juicio" llegó inexorablemente, cuando se descubrió que las autoridades habían ocultado con dolo el nivel real de sus pasivos. (Sounds familiar {MOREIRAZO}).
Todo mundo sabe ahora que el problema griego no es de liquidez, sino de solvencia. Grecia ha sido desde su nacimiento político moderno, en el Siglo 19, un "incumplidor serial" de sus obligaciones financieras con el exterior. Sus problemas son de estructura, no de coyuntura. No se van a resolver con ensalmos monetarios.
Utopía es un lugar idealmente bueno. Distopía es lo contrario. Las dos palabras provienen del griego.
El incremento de las erogaciones ha sido resultado de la idea de que el Gobierno puede ayudar a satisfacer cierto tipo de necesidades y, entonces, a elevar el nivel del bienestar social. Los sectores que reciben los beneficios del gasto son fácilmente identificables, mientras que su costo se distribuye entre la población en general. En consecuencia, los primeros se transforman con el paso del tiempo en grupos de interés con influencia política, y logran establecer "derechos" ("entitlements") en su provecho. Pero es obvio que a cada derecho corresponde una obligación. ¿Quién es el obligado en este caso? En general, es la sociedad pero, en realidad, el obligado es el fisco. ¿Cómo hace frente a la responsabilidad? Gravando al resto (desorganizado) de la población con más impuestos, o con endeudamiento adicional.
Un experto caracteriza el proceso anterior en los siguientes términos ilustrativos. Una vez que ciertos segmentos de la población imaginan al Gobierno como una vaca que puede ser ordeñada, desaparecen de hecho los límites a las exigencias de más gasto público. Las "necesidades" de la población son infinitas, como son innumerables también los grupos que pueden formarse para presionar al Gobierno, con el fin de obtener beneficios en su favor. Así pues, factores básicamente políticos determinan el crecimiento del papel del Estado en la economía y en la sociedad. Sin embargo, su expansión encuentra, tarde o temprano, restricciones financieras.
A grandes rasgos, los casos recientes, digamos de Estados Unidos y de Grecia (toda proporción guardada), se ajustan bastante bien a la descripción previa. En efecto, el problema central de las finanzas públicas de Estados Unidos lo constituye el crecimiento del gasto en las distintas formas de "seguridad social" (pensiones, servicios médicos), a lo que se ha añadido el impacto de las enormes erogaciones destinadas a enfrentar las consecuencias de la crisis financiera. La incapacidad para decidir un aumento de impuestos congruente se tradujo en un alza del déficit presupuestal hasta llegar al 9 por ciento del PIB en 2010. Más déficit significa más deuda. De ahí vino el ruidoso enfrentamiento entre Republicanos y Demócratas sobre el límite del endeudamiento público, que llegó a su máximo en el verano de este año.
A todas luces, el sector público de Grecia sufre de hipertrofia. Simplemente es demasiado grande para el tamaño y la productividad de su economía. Por ejemplo, en 2008, en plena antesala de la crisis, el "gasto (total) del Gobierno general" alcanzó ¡48 por ciento del PIB! El gasto en salarios del Gobierno griego, como fracción del PIB, es bastante más alto que el promedio de la OECD (Organization for Economic Co-operation and Development). Y sus empleados trabajan menos horas y ganan más que sus contrapartes en el sector privado. En cuanto a los entitlements, un estudio reciente estimó que la carga de las pensiones aumentaría 12 puntos porcentuales del PIB en unas cuantas décadas.
Además, está claro que la economía griega padece una falta evidente de competitividad, que se traduce, por necesidad, en un enorme y creciente "agujero" externo. En 2008, otra vez, el déficit en la balanza de bienes y servicios con el exterior llegó a 14.5 por ciento del PIB.
La OECD por lo común se refiere a los problemas de sus miembros con tersura, pero en agosto pasado expresó con respecto a Grecia, a la letra: "el desperdicio de recursos públicos debe terminar... la confianza entre los ciudadanos y el Gobierno debe ser restaurada... la evasión de impuestos debe ser atacada decisivamente...". Y así por el estilo.
Por un tiempo, los desequilibrios griegos en lo fiscal y en lo externo recibieron poca atención, porque la integración financiera de Europa le permitió al Gobierno colocar su deuda en los mercados con cierta facilidad. Pero "el día del juicio" llegó inexorablemente, cuando se descubrió que las autoridades habían ocultado con dolo el nivel real de sus pasivos. (Sounds familiar {MOREIRAZO}).
Todo mundo sabe ahora que el problema griego no es de liquidez, sino de solvencia. Grecia ha sido desde su nacimiento político moderno, en el Siglo 19, un "incumplidor serial" de sus obligaciones financieras con el exterior. Sus problemas son de estructura, no de coyuntura. No se van a resolver con ensalmos monetarios.
Utopía es un lugar idealmente bueno. Distopía es lo contrario. Las dos palabras provienen del griego.
Everardo Elizondo
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