22 noviembre, 2011

Dos de octubre: Entre la desmemoria y el ridículo

Al oficializarse la conmemoración del dos de octubre, la fecha se vuelve un fetiche vacío.


Soldados agazapados en la avenida Eje Central, minutos antes del asalto a la Plaza de las Tres Culturas.
Soldados agazapados en la avenida Eje Central, minutos antes del asalto a la Plaza de las Tres Culturas. Foto: AP
Cuarenta y tres años después del asesinato de estudiantes, de vecinos, de niños y de curiosos en la Plaza de las Tres Culturas, legisladores federales acordaron que el dos de octubre fuera recordado públicamente como Día de Luto Nacional. Coincidieron en que la bandera nacional fuera izada ese día a media asta, y abogaron para que lo ocurrido en Tlatelolco se plasme en los futuros libros de texto.


Raúl Álvarez Garín, ex dirigente estudiantil del movimiento de 1968, egresado de la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y delegado ante el Consejo Nacional de Huelga, está seguro de que las modificaciones a la Ley sobre el Escudo, Bandera e Himno Nacionales son positivas, parte de un proceso histórico en el que se insistirá en llevar a la cárcel a los responsables de la matanza. “Hay un tema de fondo en todo esto y tiene que ver con la recuperación de una memoria colectiva, con la recuperación de hechos que han afectado a la gente y que el Estado quiere seguir manteniendo bajo control, monopolizar. Se trata, dice, de rescatar el simbolismo de las luchas populares y de darles un espacio y un reconocimiento justo. Pero, a 43 años de lo ocurrido no hay culpables, no hay detenidos en prisión por la masacre. ¿Qué sentido tiene rescatar una lucha si no hay justicia? Se están acumulando una serie de incongruencias; se reconoce que hay un genocidio pero sin genocidas, se reconoce que hay un día de duelo nacional porque es un crimen muy grave, pero se le trata de minimizar, y todo esto mantiene abierto el problema, porque no se trata de una solución definitiva. Es un logro importante, pero no es conclusivo”.
—¿Qué sigue entonces?
—El juicio penal contra Luis Echeverría tiene que reabrirse y ahora con nuevos elementos. Además, hay una lógica actual en torno a la reparación de daños por parte de los responsables, y Echeverría encabeza lo ocurrido junto con otros personajes más.
Pero Luis González de Alba, también dirigente histórico y central del movimiento de 1968, no comparte en absoluto las ideas y el sentimiento de su otrora compañero de lucha. Estudiante de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México al momento de estallar la represión que desembocó en la masacre del dos de octubre de 1968, responde brevemente desde Guadalajara a M Semanal sobre lo aprobado por los legisladores: “No tengo mucho qué decir cuando el país entero vive el terror de secuestros, asesinatos, asaltos, pago de cuotas a criminales, cadáveres colgando de puentes, venta de armas libre por Estados Unidos; mientras, dejan los señores diputados pendiente el diseño de una policía federal efectiva que sustituya al Ejército en la persecución de los delitos; mientras, los gobernadores se niegan (impunemente) a hacer su parte en el control del delito y en la recaudación de impuestos y, mientras, los diputados nos cuestan, cada uno, un millón mensual en salarios directos, más viáticos, seguridad, secretarias, comilonas, autos, choferes y viajes... Y nos salen con esta batea de babas. ¿A quién esperan engañar? ¿No tienen qué hacer?”.

Raúl Álvarez Garín, miembro del Comité 68.
Raúl Álvarez Garín, miembro del Comité 68. Foto: Javier García
Pablo Gómez, senador del PRD.
Pablo Gómez, senador del PRD. Foto: Paola García
ANIVERSARIO Y OLVIDO
Pablo Gómez es el senador perredista que impulsó desde 2007 la iniciativa para que se modificara el artículo 18 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales a fin de recordar de manera oficial la fecha de la masacre, ocurrida apenas 11 días antes de la pomposa inauguración de los XVI Juegos Olímpicos en México. El 18 de abril de 2007, Gómez argumentaba para modificar el artículo 18 que “hoy, no existe motivo alguno, válido o no, para que el Estado siga ignorando oficialmente la masacre del dos de octubre, mientras que su conmemoración formal se hace necesaria debido al contenido simbólico de dicha fecha. Se trata de una fecha de duelo pero también de recuerdo de lo que no debe nunca volver a ocurrir”, señalaba en el texto de la iniciativa. “De ahí la justificación para proponer que el Congreso de la Unión declare al dos de octubre como día solemne para toda la Nación, en los términos dispuestos por el artículo 15 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, para efecto de que sea izada la Bandera Nacional a media asta, en señal de duelo, en escuelas y edificios públicos, así como en la sede de las representaciones diplomáticas y consulares de México, para lo que es menester modificar el artículo 18 de la citada Ley en los términos de esta iniciativa”.
En cuanto a la forma de recordar lo sucedido, el senador propuso la modificación del artículo para que se le adicionara el siguiente texto: “Dos de octubre: Aniversario de la masacre de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en 1968”.

Estudiantes detenidos en Tlatelolco el dos de octubre de 1968.
Estudiantes detenidos en Tlatelolco el dos de octubre de 1968. Foto: AP
Imagen del edificio Chihuahua durante el mitin estudiantil del dos de octubre.
Imagen del edificio Chihuahua durante el mitin estudiantil del dos de octubre. Foto: AP
MERCENARIOS DEL DOS DE OCTUBRE
El miércoles 21 de septiembre de este año, la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados aprobaba la iniciativa enviada por el Senado cuatro años y medio antes. Los legisladores de izquierda intentaban que el decreto fuera aprobado en esa misma semana, para que el dos de octubre de 2011 se izara por primera vez a media asta la bandera nacional, pero no lo lograron sino hasta el pasado ocho de noviembre.
Tres generales en retiro del Ejército Mexicano sostienen que lo aprobado por senadores y diputados federales para hacer del dos de octubre una fecha de duelo nacional es un acto de protagonismo que busca afectar, una vez más, la imagen de las Fuerzas Armadas, especialmente porque “el Ejército tiene mala prensa”. Luis Garfias Magaña, general de División Diplomado de Estado Mayor, historiador y catedrático en la Escuela Superior de Guerra de la Secretaría de la Defensa Nacional, considera positivo lo aprobado en el Congreso de la Unión, ya que se trata de darle al país un poco de paz porque lo sucedido fue algo “que nunca nadie quiso que ocurriera, nadie, ni militares ni civiles”, aunque descalifica a personajes como Raúl Álvarez Garín y a otros ex líderes estudiantiles del 68, a quienes considera “comerciantes del poder”; con los años, dice, “esa gente acabó convirtiéndose en mercenarios de esa fecha (el dos de octubre), sin duda una página triste para todos, pero principalmente para el Ejército”.
Para el general Roberto Badillo Martínez, ex diputado federal priista y ex comandante en varias regiones y zonas militares del país, los diputados actuales “no saben lo que aprueban; no conocen la historia de México y no saben nada de lo que realmente ocurrió, no saben lo que es la democracia”. Badillo, ex integrante de la Comisión de Defensa en la LX Legislatura y en su momento Jefe de la Sección Segunda (S-2 Inteligencia) de Ejército, sostiene la tesis oficial del diazordacismo que prevaleció durante décadas, apuntando hacia un complot del comunismo prosoviético y procubano que, en un complicado complot en el que también habría intervenido el gobierno de Estados Unidos, se intentó desestabilizar a México para impedirle crecer industrial, tecnológica y educativamente mediante actos de violencia. No fue el Ejército el que disparó primero en Tlatelolco, dice. “Si hubiéramos tirado con lo que traíamos ese día, con ametralladoras y fusiles automáticos, hubiera habido decenas, centenares de muertos. No fue así. Los primeros que cayeron fueron militares, soldados, no los civiles”. Eso que aprobaron del dos de octubre demuestra que “tenemos una democracia a las locas; póngalo así, escríbalo así, a ver quién me desmiente”, añade el militar en la conversación con M Semanal.
Carmelo Terán Montero, ex comandante de la Fuerza de Tarea Arcoíris que operó en 1994 en Chiapas para aniquilar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ve la decisión de los diputados federales “como parte de una jugada política en contra del Partido Revolucionario Institucional, pero que en la opinión pública impactará como un golpe a las Fuerzas Armadas”. Cree firmemente que en el caso del dos de octubre el Ejército fue manipulado por la clase política priista y que los militares no tuvieron responsabilidad en lo sucedido, porque fueron utilizados para fines que desconocían. “Apenas estábamos tratando de limpiar al Ejército después de tantos años, cuando se presenta esta guerra (contra las drogas)”, comenta a M Semanal, señalando también que la postura asumida por el diputado panista Javier Corral al exculpar al Ejército de cualquier responsabilidad en el dos de octubre de 1968 constituye “una explicación no pedida” que se traduce en “culpabilidad manifiesta”.
“El general Carrillo Olea debe una opinión muy clara al respecto, puesto que relevó al general (Roberto) Bermúdez en la Sección Segunda del EMP en el sexenio de Luis Echeverría”, añade Terán. Jorge Carrillo Olea, general de División que en activo creó el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, y que como militar en retiro gobernó Morelos, asegura que el día de duelo nacional “es una fantochada del Congreso; no cambia en nada lo ocurrido y es un acto de inevitable oportunismo. Dígame usted, ¿quién no va a votar por una propuesta así? ¿Con quién hablaron los diputados para llegar a esa decisión? Esto no es sino un lamentable ejercicio legislativo”, señala Carrillo Olea al criticar la iniciativa presentada por Pablo Gómez.
—¿Cree que la medida vaya a afectar a las Fuerzas Armadas? ¿Que sea una especie de cachetada con guante blanco?
—Mire, yo no escatimo de ninguna manera el dolor y el enojo de quienes perdieron a algún familiar en Tlatelolco ese día, pero eso es otra cosa, y creo que al Ejército y a la Fuerza Aérea nada les va a pasar. Ya verá cómo todo esto, al igual que el dos de octubre, va a caer en el olvido.

Florencio López Osuna, estudiante universitario lesionado seriamente dentro de un departamento en la unidad Tlatelolco.
Florencio López Osuna, estudiante universitario lesionado seriamente dentro de un departamento en la unidad Tlatelolco.
DE LO PERDIDO...
Para José Luis Moreno Borbolla (ex integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre), el rescate de esa fecha para convertirla en una referencia histórica es un punto positivo, un ejercicio de recuperación de la memoria colectiva. “Esto tiene muchos significados, pero el más importante es el de ganar la batalla en el terreno de la memoria. Me parece que esto es positivo porque es un paso para el rescate de lo que ocurrió, especialmente para los sectores de izquierda de la sociedad”.
Moreno coincide en este punto con Salvador Castañeda (del Movimiento de Acción Revolucionaria). Pero sólo en ése: para el segundo, la decisión de los legisladores no tendrá mayor trascendencia en la medida en que la gente, la población en general, no tenga conciencia política ni social, no sea capaz de recordar y valorar su historia. “Ellos (los políticos) le están apostando a que mueran los responsables, porque no pueden reconocer ese hecho sangriento que persiste, pero en la memoria de muy poca gente, porque tenemos una memoria sexenal”.
Castañeda, autor de varias obras sobre la guerrilla en México, advierte que a la gente en el poder le importa poco que cada año se haga una marcha por el dos de octubre. Lo permiten y hasta lo celebran siempre, mientras no se toque a ciertos personajes y a las instituciones del Estado responsables de los hechos. Las marchas del dos de octubre se convierten así en una expresión de apertura y garantía de libre expresión, pero no resuelven nada, no se traducen en justicia o en fin a la impunidad. Son un ejercicio predecible cuya verdadera esencia sólo conoce un número cada vez más reducido de gente; las marchas se van desgastando y son inoperantes, no funcionan, no han conseguido nada y ésa es una forma de apropiarse de cierto descontento que persiste en algunas generaciones, explica. “Lo que vemos no es sino una válvula de escape” cada dos de octubre, resume Castañeda, al sentenciar que “esto ha sido así porque la sociedad mexicana está dividida y es ignorante de su propia historia, y por ello está desmovilizada, incapacitada para exigir justicia en un tema que se ha diluido de la memoria colectiva y queda sólo en la de algunas figuras encomiables que nunca se dieron por vencidas, pero que cada año son más escasas y están más solas”, sentencia.

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