04 noviembre, 2011

Draghi emula a Bernanke: rebaja de tipos de interés y monetización de deuda

CAMBIO DE RUMBO RADICAL

El italiano deja claro desde su primera comparecencia que no seguirá las recetas de Jean-Claude Trichet.

Mario Draghi ha hecho una entrada en escena verdaderamente espectacular. Tras la primera reunión del Banco Central Europeo (BCE) que presidía, tras tomar el relevo de Jean-Claude Trichet, el italiano ha dejado a todos estupefactos al anunciar una rebaja de los tipos de interés en un cuarto de punto, al mismo tiempo que insinuaba que volverá a bajarlos si la situación lo reclama. De hecho, los mercados ya casi dan por descontado que el precio oficial de la zona euro caerá hasta el 0,75% en los próximos meses.
Desde que se conoció el nombramiento de Draghi, los analistas ya asumían que su mandato sería diferente al de Trichet. Mientras que el francés siempre se mostró partidario de mantener la ortodoxia y tener el objetivo de inflación como principal referente, el italiano se mostraba más partidario de flexibilizar la política del BCE, si con eso ayudaba a los gobiernos de la Eurozona o impulsaba el crédito.


De hecho, la decisión de bajar los tipos ha sido acogida con alegría en los mercados. Casi todas las bolsas europeas han logrado subidas en la jornada de este jueves. Y los políticos, sindicalistas y analistas de todo el continente han celebrado con alborozo la medida. La pregunta es, si todo estaba tan claro, ¿por qué no tomó la decisión Trichet antes? La respuesta es que, pese a lo que diga la versión mayoritaria, las rebajas de tipos en momentos como éste también tienen su coste.
Draghi: pasado, presente y futuro
Aunque Mario Draghi siempre ha estado en las quinielas para suceder a Jean-Claude Trichet al frente del BCE, su nombramiento sorprendió, en cierta manera, puesto que sus ideas no casaban bien con los principios que defendía Alemania. Tanto el Gobierno germano como sus representantes en el consejo del banco, han defendido siempre la línea establecida por Trichet. No es que éste no bajase los tipos (los mantuvo en el 1% dos años) y no emprendiese acciones de dudosa legalidad (como la compra de deuda pública en los mercados secundarios), pero al menos mantuvo siempre un discurso más ortodoxo.
En este proceso de cambio puede enmarcarse la decisión de Jurgen Stark, uno de los consejeros alemanes, de dimitir de su puesto hace un par de meses. También Axel Weber, el candidato preferido de Angela Merkel, perdió sus opciones por alertar de los peligros de esta deriva.
Draghi acentuará aún más la tendencia de los últimos meses. Su pasado como vicepresidente de Goldman Sachs para Europa, precisamente en un momento en el que esta compañía estaba ayudando al Gobierno griego a falsear sus estadísticas, no es precisamente un motivo de alivio.
Las primeras decisiones del italiano han venido a confirmar lo que muchos temían y otros muchos esperaban. El primer día en el cargo, Draghi se estrenó con la compra masiva de deuda pública de su país en los mercados secundarios, en un intento de relajar la tensión sobre los bonos italianos, cuya prima de riesgo había superado los 450 puntos. Ahora, apenas dos días después, cambia por completo la política de Trichet y decreta una rebaja del tipo de interés oficial.
Japón y EEUU: los peligros de los tipos bajos
Aunque este jueves ha sido difícil encontrar a alguien en los medios de comunicación que no celebrase la decisión de Draghi, la historia nos demuestra que las bajadas de tipos no son el remedio mágico en el que muchos creen. De hecho, en momentos de crisis mantener los tipos artificialmente bajos puede deprimir aún más la economía.
Japón y EEUU pueden ser los dos ejemplos más claros de esto. En las últimas dos décadas, el país asiático ha seguido paso a paso los consejos de los fanáticos de las rebajas de interés y el gasto público. Sin embargo, el crédito no se ha recuperado y la economía no ha logrado superar una atonía que ya parece crónica. Las industrias no productivas se mantienen vivas, aunque con respiración artificial, y el país no consigue volver a la senda del crecimiento.
Algo parecido le está ocurriendo a EEUU. Pese a las continuas rebajas de tipos de Ben Bernanke (llevan en el entorno del 0% más de dos años) y a los continuos planes de estímulo de Barack Obama, la primera economía del mundo sigue estancada. Este mismo miércoles, la FED tuvo que reconocer que sus previsiones para 2012 han empeorado drásticamente. El crédito no vuelve a los hogares y el crecimiento es, en el mejor de los casos, muy débil.
Deudas del ladrillo no amortizadas
La razón de todo esto es que cuando los tipos de interés se mantienen muy bajos durante mucho tiempo desaparecen todos los incentivos para los agentes económicos de amortizar sus deudas y malas inversiones. Aunque una rebaja de los tipos de interés es saludada siempre con alegría por los endeudados (está claro que la decisión de Draghi es un alivio para quien tenga una hipoteca), lo cierto es que en las épocas de expansión crediticia, como el los años previos a la crisis se producen malas inversiones de forma masiva (burbujas).
Con los tipos por los suelos, es mucho más caro amortizar estas inversiones. Aquéllos que tienen tipos variables pagan menos, por lo que es más difícil que, como dice Juan Ramón Rallo, hagan borrón y cuenta nueva y se deshagan de sus malas inversiones. Por su parte, cuando baja el interés, los que tienen tipos fijos ven cómo sube el valor liquidativo de su deuda (lo que tienen que pagar para amortizar lo que les queda por pagar). De nuevo, las malas inversiones se cronifican y la economía no se sanea lo suficiente como para iniciar la senda del crecimiento de forma sana.
No es extraño que, de esta manera, la deuda viva de las inmobiliarias se haya estancado en los últimos años. Aunque la lógica dice que estas empresas deberían estar vendiendo como posesas sus posesiones, para salvar algo de lo invertido y poder empezar de nuevo, este proceso de liquidación no se produce gracias a los rescates y a la política de tipos bajos. Así, se mantienen refinanciando una y otra vez sus créditos con los bancos.
De esta manera, los inversores no vienen a España porque no saben cuánto de estos activos tóxicos siguen vivos en los balances de las entidades; no se liberan los recursos necesarios para invertir en otros sectores más productivos; y la economía española corre el riesgo a cada día que pasa de convertirse en un zombie, con un crecimiento casi nulo durante años.
Sólo ganan los gobiernos
Llegados a este punto, uno se pregunta quién gana con todo esto. La respuesta es clara: los gobiernos sí se benefician del incremento de la inflación y de los tipos de interés por los suelos. Ambos fenómenos les permiten recurrir a una de sus medidas favoritas: emitir deuda pública a mansalva y pagarla con la facilidad que da unos precios crecientes y facilidades de financiación desde los bancos centrales.

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