11 noviembre, 2011

EEUU: El Súper Comité y el intento por difamar a Grover Norquist – por Ralph Benko


A comienzos de este mes, para el deleite de los amantes de un gobierno ilimitado, de izquierda y de derecha, el diputado Frank Wolf (Republicano, representante del estado de Virginia) fracasó en su intento por acabar con Grover Norquist, el gran protagonista de la cruzada contra los impuestos. De no haber sido por la inmunidad de la que gozan los diputados en relación a las declaraciones que hacen en el Congreso, las ofensas de Wolf podrían haber ascendido legalmente al nivel de calumnias.
Que Wolf hiciera acusaciones de tan dudosa naturaleza desde la cámara de diputados, sugiere que aprovechó la inmunidad concedida en el artículo 1, sección 6 de nuestra Constitución con el fin de atacar a Norquist con clara malicia y desprecio. ¿No es usted una persona decente señor Wolf?, ¿Ya no le queda ni el más mínimo sentido de la decencia?


Hay una explicación obvia, aunque no menos sorprendente, para el ataque gratuito de Wolf. El Súper Comité, del que Wolf no es miembro, parece ambicionar un  aumento de impuestos varias veces billonario. Hay varios miembros del Súper Comité que son muy buenas personas, con lo cual uno espera que aquello no se haga realidad.
Todo lo que se necesita para equilibrar el presupuesto es limitar el gasto con firmeza y tener una tasa de crecimiento del 3,5% o más. En ese sentido, esperamos que los Jeb Hensarlings y los Chris Van Hollens de este mundo continúen apoyando incondicionalmente la importancia de un mayor crecimiento económico. Dichas tasas de crecimiento se pueden alcanzar por medio de la implementación de políticas que ya han sido probadas empíricamente, tales como el patrón oro. Pero aquellos que apoyan la idea de “alimentar más a la Bestia” ven justamente a Norquist como un verdadero obstáculo material para sus propósitos. Una fuente interna del congreso me confirmó que el ataque a Norquist tuvo relación directa con el firme propósito de Wolf por aumentar los impuestos.
Esperemos que los Estados Unidos apoyen a Americans for Tax Reform (ATR) (con quienes estuve asociado profesionalmente en su momento y con quienes en algunas ocasiones ha estado en desacuerdo, especialmente en temas no relacionados con los impuestos). Puntualmente, esperemos que fracase todo tipo de aumento de los impuestos.  Cualquier aumento lograría que nuestra ya inestable economía cayera directo por el precipicio de la recesión, y sin lugar a dudas, no contribuiría a reducir el déficit.
¿Qué será lo que está ocurriendo a puertas cerradas en el Súper Comité? Tan sólo podemos temblar y rezar pidiendo la salvación. Pero lo que es profundamente preocupante es que Wolf haya recurrido a la difamación, violando el principio de la integridad: “Todo debe estar sobre la mesa, y yo considero que la forma en que es interpretado el compromiso por el Sr. Norquist constituye un verdadero obstáculo para reformar verdaderamente nuestro código impositivo…
Everything must be on the table, and I believe how the pledge is interpreted and enforced by Mr. Norquist is a roadblock to realistically reforming our tax code. … Have we really reached the point where one person’s demand for ideological purity is paralyzing Congress to the point that even a discussion of tax reform is viewed as breaking a no-tax pledge?
¿Hemos llegado realmente a un punto donde las exigencias de una persona por pureza ideológica logran paralizar al Congreso hasta un punto en el que incluso una discusión acerca de la reforma fiscal se interpreta como la rotura de un compromiso anti-impuestos?
“Todo tiene que estar sobre la mesa” es la forma en que Washington nos dice que se concederá el aumento de impuestos. Wolf representa a Virginia del Norte, distrito donde hay muchos empleados federales. Muchos, quizá la amplia mayoría de sus electores, se vean más favorecidos que perjudicados con un aumento del gasto público. Así que es comprensible que Wolf esté dispuesto a atravesarse en el camino del líder de la mayoría, Eric Cantor, quien se han venido manteniendo firme frente a las solicitudes del presidente de aumentar los impuestos.
Wolf es uno de los pocos republicanos que no ha firmado el Compromiso de Protección de los Contribuyentes. Y si, entendemos que más impuestos es lo que sus votantes, nuestros servidores, le piden. Pero a uno lo estremece ver a alguien que se comprometió a apoyar la Constitución darle tan poca importancia al cumplimiento de sus compromisos. Denigrar el compromiso de los candidatos está mal; si asi fuera éstos habrían hecho promesas solemnes sólo para persuadir a los ciudadanos de que les concedan el honor de servir en el Congreso de los Estados Unidos. Incentivar a sus colegas para que incumplan con sus promesas solemnes, acabar con la fe de los electores, tratar a la falsedad como una virtud y no como un vicio, son características propias de una Roma decadente y no de una honorable América republicana.
Todas las versiones del compromiso de Americans for Tax Reform (ATR) son muy simples y muy claras.
Yo, _______________ me comprometo con los contribuyentes de _____ distrito del estado de  __________ y con el pueblo estadounidense que haré lo siguiente:
• Primero, me opondré a todos y cada uno de los esfuerzos por aumentar las tasas de impuestos a la renta de los individuos y / o negocios, y
• Segundo, me opondré a cualquier reducción neta o eliminación de las deducciones y créditos, a menos que coincida dólar por dólar, con una reducción de las tasas de impuestos.
La página web de ATR explica el significado de esto:
Los políticos suelen postularse para un cargo diciendo que no subirán los impuestos, pero apenas resultan electos enseguida les dan la espalda a los contribuyentes. La idea de este compromiso es bastante simple: que pongan por escrito el compromiso de no aprobar nuevos impuestos.
En el Compromiso de Protección de los Contribuyentes, los candidatos y los funcionarios se comprometen solemnemente a oponerse a todos los esfuerzos por aumentar los impuestos. Mientras que ATR tiene la función de promocionar y vigilar el cumplimiento del compromiso, el Juramento de Protección del Contribuyente se hace realmente a los electores que tienen derecho a saber qué postura tienen en relación al tema los distintos candidatos antes de enviarlos al Capitolio. Dado que la firma del compromiso de ATR es un requisito exigido por muchos votantes, su firma se considera vinculante, durante el tiempo en que la persona ocupe el cargo para el cual fue electo.
Al parecer, Wolf confunde cumplir con un compromiso (lo que la mayoría de la gente conoce como “integridad”) con las peticiones de una persona en nombre de la honestidad ideológica. El Congreso no se encuentra paralizado por la pureza ideológica.
La idea de que nuestros representantes una vez electos queden absueltos automáticamente de cumplir con sus promesas de campaña, es el colmo del elitismo y del cinismo. El Congreso está paralizado por su propia resistencia a reducir y enfrentar la ira de la multitud de quienes, como Wolf y sus votantes, viven del gigantesco FEGOOTUS, el Gobierno Federal de los Estados Unidos.
Nadie sabe a ciencia cierta qué va a hacer el Súper Comité y yo recomiendo que no sólo no haga nada sino que se plante con firmeza. Ya se ha implementado un mecanismo automático que reduce los niveles de gasto en todos los ámbitos. Esto se parece mucho a la promesa cumplida del presidente Reagan de reducir las tasas de impuestos sobre la renta en general.
Por cierto, el Compromiso de Protección de los Contribuyentes es claro como el cristal y Norquist jamás lo ha tergiversado. Él sabe que cualquier deducción puede ser eliminada, cualquier vacío cerrado, siempre que los ahorros se utilicen para reducir los impuestos. Por lo que cualquier insinuación de que Norquist está en contra de una reforma tributaria, sólo podría ser hecha por un ignorante o por un hipócrita. Norquist se opone firmemente a los aumentos de impuestos. ¡Y eso es admirable!
Algunos Republicanos están entrando en pánico ante la idea de que el presupuesto de defensa sea recortado, así sea sólo un poco, exagerando hasta el punto de pensar que eso destruirá la República. Los ejemplos de despilfarro abundan. La Casa Blanca está tratando de obtener el apoyo suficiente para prohibirle al Secretario del Tesoro moverse en aviones militares, ya que el costo por vuelo  es de 150.000 dólares, una costumbre que impuso su predecesor Tim Geithner.
La Fuerza Aérea estima que el avión presidencial, el Air Force One, gasta unos 181.000 dólares la hora (en comparación pareciera que Geithner y sus viajes de 150.000 dólares fueran en JetBlue). Yo me pregunto ¿Necesita realmente el presidente dos aviones 747 privados? ¿Realmente necesitamos los tres aviones nuevos que ya se ordenaron? ¿El Presidente realmente necesita una base de la Fuerza Aérea completamente dedicada a ser su aeropuerto privado? ¿Qué opinan ustedes del avión privado del vicepresidente, el Air Force Two, un 757 modificado? ¿Y de la flota de helicópteros de la Marina? Sr. Presidente, cuando usted se la agarró con las personas que tienen jets privados violó gravemente el axioma que indica: “las personas que viven en casas de cristal no deben andar arrojando piedras”.
En pocas palabras, hay muchas partes en las que se puede recortar el gasto. El gobierno no quiere soportar la agonía de llevar a cabo su misión con un poco menos de carga. El detalle está en que los afectados por esa decisión somos nosotros, los contribuyentes. ¿Y Wolf? A Wolf ahora lo entendemos y también entendemos por qué quienes aman al gobierno ilimitado odian a Grover Norquist.
* Ralph Benko es asesor económico Senior del American Principles Project, es columnista de la Revista Forbes y es editor de la página The Gold Standard Now del Lehrman Institute. Traducción al español de Dayi Sedano.

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