17 noviembre, 2011

EEUU: ¿Es tiempo de una Convención Constituyente? – por Ralph Benko

La semana pasada sucedió lo impensable. Mientras ustedes se encontraban distraídos con las banales y  marginalmente importantes internas presidenciales, el león, la Escuela de Derecho de Harvard , se recostó públicamente al lado del cordero, los patriotas del movimiento del partido del té. A largo plazo, las implicancias políticas de este acontecimiento son potencialmente, mucho más significativas que la mera presidencia.
La Super Elite y los Super Populistas se reunieron en la Universidad de Harvard en lo que dieron en llamar: “Conferencia para una Convención Constituyente”. El evento fue organizado por Lawrence Lessig, de la Universidad de Harvard, y Mark Meckler, co-fundador del grupo patriota del movimiento del partido del té, con un total de 850.000 miembros.


Lessig es una figura destacada de la izquierda socialdemócrata, y es director del Centro de Ética Edmond J. Safra en la Escuela de Derecho de Harvard. En relación a él, Elena Kagan (entonces decana de la Escuela de Derecho de Harvard y ahora magistrada de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos) dijo: “Larry Lessig es uno de los juristas más brillantes y valiosos de nuestro tiempo… Su trabajo ha redefinido los términos de la discusión y el debate en múltiples áreas de la legislación vigente, que van desde la propiedad intelectual hasta la teoría constitucional. Su nuevo enfoque en temas como gobernabilidad y corrupción es igualmente innovador”.
Lessig es también el autor de libros subversivos y políticamente correctos acerca de temas tan diversos como el Internet y los derechos de autor. Su trabajo más reciente – e igualmente controvertido – se titula: “La República, perdida”. La mayoría de los eruditos podrían (y de hecho lo hacen) jubilarse de sus empleos habiendo alcanzado muchos menos logros, y perdiéndose felices entre la multitud. Pero entonces, ¿qué se trae éste entre manos, poniéndose a soportar tanta hostilidad al mostrar respeto por un oponente ideológico tantas veces descalificado?
La biografía de Meckler es un poco más sucinta que la de Lessig: “Es originario del sur de California, graduado de la Escuela de Derecho McGeorge… y atribuye su fervor patriótico y su “ética de vaquero” al legado de su padre. Sin embargo, su papel como co-fundador y uno de los coordinadores nacionales del grupo más numeroso y auténtico dentro del movimiento del partido del té, es la credencial que lo pone en igualdad de condiciones ante Lessig. Al igual que  Meckler es reconocido como un experto en Derecho Constitucional, Bill Norton – quien también disertó durante el evento de Harvard como ciudadano y experto – es considerado toda una autoridad en la materia dentro del movimiento del partido del té.
Lessig, el movimiento del partido del té, y la fuerza que los guía, son populistas. El populismo fue redefinido para siempre por Jeffrey Bell (un socio mío) como el optimismo que tiene la gente  acerca de la capacidad de manejar sus propios asuntos de una manera mucho más eficiente de lo que lo haría una élite. Desde ése punto de vista el populismo no es ni de izquierda ni de derecha. Populistas de distintos signos políticos comparten la convicción de “darle poder a la gente”, y la noción de que en una república ser “ciudadano” es la ocupación más noble. Y mientras Lessig y Meckler estén en desacuerdo acerca de la casi totalidad de los temas ideológicos, su respeto por la sabiduría y la dignidad de los ciudadanos  los une en un ámbito que supera en importancia al de las ideas.
Ellos se unieron para explorar un mecanismo por el cual el gobierno de los Estados Unidos puede ser cambiado, por y para el pueblo. Thomas Jefferson acertó cuando escribió: “La prudencia aconseja que los gobiernos de larga data no cambien por razones leves y transitorias; toda la experiencia indica que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras el dolor sea tolerable, que a  corregirse a sí misma aboliendo las formas a las que está acostumbrada”.
Dicha reflexión lleva a preguntarnos: ¿Hay males que no podamos tolerar?
Comencemos recordando que el gobierno federal gasta cada año mil millones de dólares más de lo que recauda. Éste es precisamente el hecho que impulsó la reactivación del movimiento del partido del té. Muchos de nosotros, tanto a la derecha como en el rango de los populistas consideramos que una mayor deuda pública nacional es un mal insoportable.
Sin embargo el Congreso se niega persistentemente a dejar de gastar el dinero que no tiene. El Senador Curtis Olafson, del Estado de Dakota del Norte, tiene una solución. Con el apoyo de entre 6 y 12 Estados, Curtis ha retomado su propuesta de realizar una convención constituyente del artículo V para evitar que aumente el límite de la deuda nacional cuando el congreso no cuente con la aprobación de los Estados miembros. Él se desempeña como vocero nacional del grupo que apoya la creación de la “enmienda de Alivio de la Deuda Nacional”.
La izquierda parece especialmente indignada por la decisión de Citizens United, que permite a las empresas gastar cantidades ilimitadas en compras independientes, lo que está en todo su derecho tal cual lo indica la primera enmienda. Lessig es una figura un tanto solitaria dentro de la izquierda ya que no promueve una solución proto-fascista, ni censura los problemas causados ​​por el “cochino dinero” en el ámbito de la política. La idea central de la propuesta de Lessig consiste en poner a disposición voluntaria (no coercitiva) la financiación pública de las elecciones parlamentarias. La medida no resulta radicalmente diferente al modelo vigente del sistema de fondos por contrapartida utilizado en las internas presidenciales. Se trata de una medida inequívocamente “progresista” pero muy lejana a una propuesta leninista (para sorpresa del Partido Comunista de los Estados Unidos., que asistió a la conferencia a denunciar a Lessig y a promocionar una constitución comunista para nuestro país).
Lessig dice sentirse atormentado viendo cómo las contribuciones de campaña han llegado a dominar la atención de los candidatos y de los miembros del Congreso, y como esto ha generado problemas irresolubles que están acabando con los Estados Unidos como república. Lessig es imparcial a la hora de señalar las distorsiones. Nos muestra cómo las contribuciones políticas claramente interfieren con el proceso de mercado, ya que por ejemplo aquellas contribuciones destinadas a comprar aranceles a la importación de azúcar impactan de diferentes maneras sobre el proceso de mercado. También nos muestra cómo el dinero que financia las campañas altera las prioridades de la izquierda de manera casi terminal, menguando las energías necesarias para obtener un sistema de salud universal sostenible. Finalmente afirma que el actual sistema de financiación de campañas también alimenta el cinismo popular, poniendo en riesgo nuestra salud política en general.
El efecto corruptor del dinero en la política es más populista que la izquierda. Thomas Brennan, decano del movimiento en favor de la convención del artículo V y ex juez en jefe de Michigan, que no es de izquierda y que asistió a la conferencia, escribió en su blog: “El dinero que fluye como las aguas servidas de la calle K en la Capital, es dinero que  influye y corrompe. Es el dinero que ha cambiado a nuestra nación de una república democrática, a una oligarquía siniestra compuesta por políticos de carrera, peces gordos corporativos, jefes de los centros de salud, y grupos de presión que los unen a todos.
Lo último que van a hacer los titulares de los cargos en el Congreso es cambiar las reglas del juego para igualar las condiciones entre ellos y sus rivales, logrando así a una tasa de reelección de casi el 100% de sus miembros y muy pese a que el Congreso sólo cuenta con un patético índice de aprobación del 11%. Por lo tanto, Lessig está proponiendo llamar a la convención del artículo V para ponerle fin a los engaños del Congreso. Y en lo mismo se encuentra Olafson con sus esfuerzos por quitarle las tarjetas de crédito al poder legislativo.
Para conseguirlo necesitan del apoyo de 34 estados. Hay focos de resistencia a dicha convención, en particular de la John Birch Sociey, Phyllis Schlafly y la Lawrence tribe, sin dudas una combinación muy extraña de compañeros de cama, si es que puede decirse que trabajan como coalición. Por el otro lado, el Goldwater Institute, el instituto de política estatal más respetado de los Estados Unidos, ha enviado a Nick Dranias, titular de la cátedra J. Clarence y Katherine P. Duncan para el Gobierno Constitucional y director del Joseph and Dorothy Donelly Moller Center for Constitutional Government, para hacer una férrea defensa de que lo que llaman artículo V que puede ser útil mientras tenga restricciones.
Es cierto que Meckler estuvo en la conferencia más por convicción propia que en un marco institucional, ya que no habló en el nombre de los patriotas del movimiento del partido del té, y no estuvo de acuerdo con la reforma al financiamiento de las campañas que propuso Lessig. También es verdad que Lessig no aprueba el límite máximo de deuda que propuso el Senador Olafson. Pero mas allá de las pequeñas diferencias de criterio, esta es la primera vez en la historia moderna de los Estados Unidos de América que la derecha populista y la izquierda populista se unen para respaldar y buscar una manera de poner a los ciudadanos por encima del gobierno.
Todo esto ocurrió, literalmente, a muy pocos pasos de distancia de donde el entonces no tan popular George Washington tomó el mando del pequeño grupo de mal equipados reclutas sin experiencia, conocidos como el Ejército Continental. La semana pasada Cambridge fue una vez más escenario de un momento irreversible  e indeleble en nuestra historia: “El Águila ha aterrizado”. La Conferencia para la Convención Constituyente fue un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad.

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