03 noviembre, 2011

El impacto de la intervención francesa en México




El libro que le da título al artículo de hoy fue coordinado por la historiadora Patricia Galeana, publicado por Siglo XXI editores y aún chorrea tinta, pues acaba de salir de la imprenta. Ella explica que las personas también tienen bicentenarios y Luis Napoleón Bonaparte, mejor conocido como Napoleón III, tuvo el suyo en 2008, así que convocó a 22 especialistas de diferentes nacionalidades para estudiar el impacto de la intervención. Estructuró los resultados en cinco capítulos: 1. Miradas sobre las fuentes (documentación de archivos). 2. La Intervención. 3. Los impactos científicos. 4. Los impactos culturales. 5. Representaciones y memoria.

En el prólogo la coordinadora afirma que “Las guerras son periodos trágicos en la vida de los pueblos, que afectan todas sus estructuras e instituciones… En México la guerra contra la Intervención francesa contribuyó a la definición del Estado mexicano, se dio fin al ideal monárquico y triunfaron la República y el proyecto liberal de nación. Para Francia significó el declive del Imperio napoleónico. En materia económica, desgastó al Imperio francés y agravó la crisis mexicana…” (p. 8-9).



El Dr. Raúl Figueroa Esquer escribió un artículo del capítulo 2, “Francisco de Paula de Arrangoiz, intervencionista mexicano (1841-1865).” Sus líneas de especialista nos llevan al turbulento siglo XIX. Ideológicamente más cerca de los Liberales, el autor logra un texto objetivo sobre ese personaje del que yo nunca había oído hablar. Obras de este tipo ayudan a lograr un conocimiento más equilibrado y provechoso de la Historia de México.

El Dr. Figueroa se centró en la carrera diplomática del personaje y dio unas pinceladas de su vida privada. Nacido en Jalapa, Veracruz, en 1811, fue de familia acomodada, nieto del teniente Diego Berzábal, quien avisó de la conspiración de Miguel Hidalgo a José Antonio Riaño, intendente de Guanajuato. Berzábal y Riaño murieron en la Alhóndiga de Granaditas.

Los padres de Arrangoiz fueron asesinados por un contrabandista. Fue educado por su tutor, un español peninsular que vivía en La Habana, quien lo envió a Inglaterra a estudiar con los jesuitas, luego a París y Burdeos, lo que lo hizo trilingüe. En 1831 regresó a Cuba, aún española. Para ello pidió permiso al gobierno mexicano, pues todavía no se firmaba la paz con España. Tras ver su herencia con el tutor, se fue a EE.UU. y para volver a México, a disfrutar de sus bienes, pidió dispensa de su minoría de edad a la Cámara de Diputados. Tuvo matrimonio efímero con Antonia Martín y Aguirre. Su hijo nunca usó el apellido paterno.

Arrangoiz era de un estrato superior al de los “hombres de bien”, como se le decía a la clase media alta, que ganaba alrededor de mil pesos al año. El Dr. Figueroa encontró que de 1841 a 1845 recibió entre dos y tres mil pesos como cónsul de México en Nueva Orleans, el doble o triple del clasemediero alto.

Arrangoiz tuvo interesante carrera diplomática. Sólo un investigador tan cuidadoso como el autor pudo esclarecer cuál fue su primera misión. De 1841 a 1845 fue un espía con triple misión: seguir los movimientos del ejército estadounidense respecto a Texas, entonces independiente; establecer una red de agentes entre Texas y Luisiana; y mantener informado a México sobre los esfuerzos texanos para incorporarse a EE.UU.

En 1845 Texas se integró a EE.UU. El ministro de México en Washington, Juan M. Almonte, (hijo de José Ma. Morelos) recogió sus cartas credenciales, es decir, como protesta rompió relaciones. De marzo a agosto Arrangoiz fue el único agente mexicano con presencia oficial en ese país.

De regreso a México, trabajó con Lucas Alamán en la Dirección General de Industria en la reforma del arancel. Al año siguiente, 1846, bajo la administración de Mariano Paredes, fue cónsul de México en La Habana. Dejó de serlo al caer el gobierno. Dos años después, en 1848, fue enviado como comisionado a Washington por el gobierno liberal moderado de José Joaquín de Herrera. Les recuerdo que eso fue tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, a raíz de la derrota de México y la pérdida del 51% del territorio.

¿En qué caos quedó el país? Me sorprendió saber que el gobierno de Herrera lo envió para que “… mantuviese una fuerza de 5 000 soldados en México para garantizar la tranquilidad interna de este país y de hacer frente a las sublevaciones indígenas; entre éstas, la más apremiante era la de Yucatán. En esta comisión, Arrangoiz no tuvo éxito, pues se requería la autorización del Senado norteamericano… (p. 74)

El personaje regresó a nuestra nación como Ministro de Hacienda. Estuvo del 24 de marzo al 14 de julio de 1849. “… parece ser que su negociación con el comisionado especial de los tenedores de bonos mexicanos en Londres resultó gravosa para la República Mexicana.” (p. 74). Ese mismo año fue nominado jefe de la misión de la Legación de México en París, pero como no lo aprobó el Senado, se convirtió en regidor del Ayuntamiento de la ciudad de México, encabezado por Lucas Alamán, administración que cayó el 3 de diciembre de 1849.

En 1850 y 1851, fue diputado por San Luis Potosí. Como tal presentó un proyecto para hacer navegable el río Pánuco de ciudad Valles a Tampico, obra que no se hizo por la inestabilidad, y participó “… en el arreglo de las aduanas de Camargo, Matamoros y Tampico.” (p. 75)

En julio de 1852 hizo las maletas para ir a Washington y luego a Nueva York, en calidad de cónsul general de México. En 1853, fue trasladado a Nuevo Orleans. Ahí tuvo un tenso encuentro con Benito Juárez, Melchor Ocampo y José María Mata, entonces allá exiliados.

En 1854 Arrangoiz regresó a Washington como agente especial con la encomienda de ver a Almonte para recoger 6 800 000 pesos del gobierno mexicano, parte de la venta de La Mesilla a EE.UU. Debía cobrarlos en Nueva York. Realizada la tarea, se asignó una comisión del 1%, que le valió la crítica Liberal y el apoyo Conservador.

Él se mudó a Europa. Ahí promovió la intervención francesa en México y secundó a los líderes del movimiento, José Ma. Gutiérrez de Estrada, Juan N. Almonte y José Manuel Hidalgo, quien presentó a Arrangoiz con Napoleón III. El emperador francés le pidió que asesorara en cuestiones hacendarias a Maximiliano de Habsburgo, destinado a ser el segundo emperador mexicano. Lo fue del 10 de abril de 1864 al 15 de mayo de 1867.

Antes de aceptar el trono de México, Maximiliano mandó a Arrangoiz a Gran Bretaña a semblantear el panorama respecto a su corona y a ver si podía conseguir un empréstito para su nuevo país. Palmerston, secretario del Foreign Office, afirmaba que Gran Bretaña no tiene “aliados eternos, ni tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es nuestro deber seguir esos intereses” (p. 79). Por entonces eran que el gobierno de México, fuera o no el de Maximiliano, pagara su deuda y que hubiera libertad de cultos. Don Francisco de Paula fue recibido como embajador del Segundo Imperio Mexicano en 1864 en Bélgica, Gran Bretaña y luego en Holanda.

El 13 de abril de 1865 Arrangoiz le presentó su renuncia a Maximiliano como protesta por su política liberal en lo interno y por su ineficiencia en su política exterior, de la que le dijo al emperador: “… Nunca hubo, señor, tanto desorden…” (p 84). La renuncia levantó polémica. Él escribió Apuntes para la Historia del segundo Imperio Mexicano, que ayudó a crear, pensando que sería “conservador, clerical e hispanista… se mostró coherente en sus opiniones, ya que el imperio no llenó sus expectativas...” (p. 69) Maximiliano fue fusilado en 1867. Sin regresar a México, Arrangoiz murió en Madrid. Se ignora si fue en 1889 o en 1899.

Nunca he entendido, aunque uno de mis 16 tatarabuelos fue connotado Conservador, por qué eligieron a Maximiliano, ideológicamente tan alejado de ellos. Comprendo que Napoleón III soñara con un imperio católico en México, apoyado por Francia, que detuviera la expansión de EE.UU, país protestante. Entiendo al emperador austriaco Francisco José, hermano mayor del carismático príncipe, al deshacerse de él, pero ¿Por qué los mexicanos no se dieron a la tarea de conocerlo y ver si era el adecuado? ¿Por qué pensaron que Maximiliano tenía simpatía por España, restauraría el poder de la Iglesia y aboliría las Leyes de Reforma?

La Historia tiene mucho que enseñarnos. Leer sobre la Intervención es una forma de localizar errores que repetimos por ignorancia y por negarnos la oportunidad de pensar, de analizar, de preguntar antes de actuar.

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