No será posible rescatar a la Legión de su legionario mayor, el pederasta Marcial Maciel, un monstruo disfrazado de sacerdote, abusador sexual durante seis décadas. Las redes de complicidad que le permitieron a este delincuente ocultar sus perversiones llegan a Juan Pablo y al actual Papa Benedicto XVI. El escándalo ha sacudido a México y la herida en la Iglesia católica no será de fácil cicatrización.
El mexicano Marcial Maciel nació en Cotija, poblado michoacano, en 1920. Fundó la Legión de Cristo 21 años después. Sus integrantes se dicen y son reconocidos como “legionarios”. La escasa formación teológica e histórica de Maciel no le permitió entender que Cristo hizo discípulos, mientras que las legiones pertenecían al Imperio Romano y eran un instrumento de dominación.
DÉCADAS DE DELITOS
En 1944 Maciel fue ordenado sacerdote. Dos años más tarde viajó a España con un primer grupo de jóvenes. En 1950 impulsó en Roma un centro de estudios de la Legión. En 1959 dio origen a un movimiento de laicos al que llamó Regnum Christi. En esa época dio a conocer un escrito que tituló “El Salterio de mis días”. Los legionarios lo consideraban su guía espiritual. Se trataba de un descarado plagio: era en realidad una copia, en un 80%, de un libro del político católico español Luis Lucía, muerto en Valencia en 1943.
A finales de los años 50 Maciel ya fue sometido a un proceso canónico por denuncias de pederastia. Pese a las evidencias, la curia romana no quiso actuar. En 1965 Roma reconoció oficialmente la congregación de los Legionarios. Maciel tuvo la habilidad de irse ganando a importantes personajes de la burocracia vaticana, de las élites eclesiásticas y de la clase empresarial en los países por los que iba extendiendo su congregación. Desde finales de los 70 y hasta inicios de los 90 fue un activo promotor de los viajes de Juan Pablo II a México.
A finales de los años 90 el Vaticano recibió documentación por otra demanda de pederastia en contra de Maciel. Provenía de varios ex-legionarios. Ratzinger, quien estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, optó por archivarla para que Juan Pablo II no se malquistara con Maciel. No fue sino hasta 2006, siendo ya Papa Benedicto XVI, que Ratzinger decidió castigar al fundador de los legionarios, pero intentando darle a la sanción un bajo perfil. Le exigió a Maciel que dejara Roma, renunciara a todo ministerio público sacerdotal y llevara una vida retirada. A principios de 2008, Maciel murió sin que hubiera respondido ante la justicia por sus graves delitos. protegen, silencian, trasladan, diseminan...
En 2006 el académico mexicano Fernando González publicó una meticulosa investigación sobre la pederastia del fundador de los Legionarios y sobre las redes de complicidad con la pederastia en esa institución y en la cúpula eclesial católica: “Marcial Maciel. Los legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos” (Tusquets, 2006). Posteriormente, dio otra vuelta de tuerca a revelaciones y análisis de esas prácticas criminales con otro libro: “La Iglesia del Silencio. De mártires y pederastas” (Tusquets, 2009). En la segunda parte de este libro González ofrece nuevos datos y nuevas fuentes en torno a los abusos sexuales del fundador de los Legionarios, un protegido por el papa Juan Pablo II. Resaltando lo difícil que es investigar las actividades sexuales del clero, documenta las denuncias que en los últimos años han hecho en todo el mundo quienes han sufrido abusos sexuales y silencio y tergiversación de parte de clérigos abusadores.
Lo más estridente en estos casos es que los abusadores traicionan la confianza depositada en ellos y hacen víctimas indefensas a quienes les fueron entregados para que los cuidaran. Los violentados se convierten en cómplices atrapados. Y los pederastas se protegen de las denuncias aduciendo un supuesto “martirio moral”. El autor examina las diversas estrategias institucionales de la iglesia católica para afrontar la sexualidad pervertida en estos funcionarios eclesiásticos. Protege a la institución por encima de los derechos humanos de las personas afectadas. Se trata de una conducta institucional y de una hipocresía estructural. Silencian, controlan, deslocalizan y diseminan. Intentando evitar el escándalo, descalifican a los denunciantes y estimulan al abusador protegido a continuar con sus abusos en los muchos sitios a donde lo trasladan.
JUAN PABLO II: CÓMPLICE INSTITUCIONAL
El libro de González detalla el caso del fundador de los Legionarios, Marcial Maciel, morfinómano y pederasta. Cada vez que era denunciado, su institución y muchos obispos salían en su defensa aduciendo que se atacaba a la iglesia. Este sujeto produjo una institución con lógica empresarial y con muchas redes entre los poderosos económicos y religiosos.
El autor examina cómo los violentados, por vergüenza y culpa, suelen callar los abusos. Para encubrirse, Maciel inventó un voto especial que obligaba a los miembros de su congregación a guardar silencio sobre sus perversiones y negocios sucios. Juraban no criticar al superior. Nadie le podía pedir cuentas. Vivió una doble vida en una institución que lo resguardaba. La Legión se convirtió en una institución de culto a la personalidad del fundador.
En la primera oleada de denuncias en los años 50 la mayoría de los abusados terminaron mintiendo ante una incipiente y pronto abortada investigación vaticana. A los que lo denunciaban se les denigraba y al abusador se le transfiguraba como víctima inmolada. Juan Pablo II fue su cómplice institucional. Cuando era cardenal Ratzinger lo protegió. En 1998 bloqueó el caso y en 2001 introdujo modificaciones al Código de Derecho Canónico para darle una salida a Maciel: el delito de absolución del cómplice prescribiría a los diez años. Posteriormente, posibilitó una puerta de escape al abusador y dejó a los abusados sin la posibilidad de probar en un juicio sus acusaciones. El libro demuestra que Maciel permaneció impune gracias a estas complicidades.
ANTE UN ALUD DE EVIDENCIAS
González hace ver que cuando las evidencias de las tropelías y crímenes de Maciel ya no podían ocultarse por más tiempo, la lógica eclesiástica fue apartar del escenario al fundador de los Legionarios, pero salvando su institución. Después de la muerte de Maciel, el Vaticano prefirió condenarlo al hacerse público que había tenido mujeres e hijos, sin hablar de sus prácticas pederastas y de su adicción a las drogas. En lugar de reconocer los delitos de su fundador y las complicidades de muchos de sus miembros y de la misma institución, los Legionarios se refugiaron en un mitigado reconocimiento, aduciendo que Maciel era humano y tenía “defectos”.
El libro de González muestra que el grupo de hombres denunciantes, demandantes de justicia durante años, permitió que se volviera pensable lo que descansaba en el limbo de lo inverosímil. Pese a la tendencia de las autoridades eclesiásticas a neutralizar la protesta, la denuncia empezó a encontrar sus propios caminos. Se evidenciaron las relaciones existentes en el ámbito eclesiástico con el dinero, el poder y el sexo. Se develaron también las redes de complicidad que se tejen en la jerarquía católica. Quedó claro que Juan Pablo II protegió a ciencia y conciencia al pederasta Maciel. Se dio una negociación entre autoridades vaticanas y la dirigencia de los Legionarios para que aceptaran que Maciel había tenido hijos. Pero, tanto en Roma como en la congregación de los Legionarios, se adujeron argumentos bastante estultos para tratar de salvar la figura de Maciel preguntándose cómo era posible que un pederasta, si en verdad lo era, hubiera logrado levantar una empresa educativa de tanta importancia, como si ser pederasta impidiera ser buen empresario...
No obstante la amplia red de complicidades que Maciel urdió, ésta se debilitó finalmente ante el alud de evidencias. Los ex-legionarios que denunciaron derribaron el muro del pacto del silencio levantado por el fundador, su congregación y la jerarquía católica. Una pregunta quedará flotando: cómo pudo Maciel seducir a tantos. Fernando González afirma que todavía queda mucho por investigar. De lo que no hay duda es que institucionalmente se ha abierto una herida en la iglesia católica que no es cicatrizable.
SEXO Y DINERO FUERON DE LA MANOS
La Legión cuenta con 125 casas religiosas, 900 sacerdotes, 3 mil seminaristas, 70 mil voluntarios laicos, 150 colegios y 9 universidades en 22 países. En Roma tienen una de las principales universidades pontificias. Sus bienes se estiman en 20 mil 500 millones de euros.
Entre los Legionarios hay un “carisma” de simulación, mentira y pederastia heredado por el fundador que no se esfumará con sólo quitar sus retratos de las paredes. González brinda importantes datos sobre una red de pederastia en uno de los colegios de los Legionarios, demosrando cómo se van haciendo cadenas intergeneracionales de largo aliento.
El autor subraya que Maciel actuaba su impostura con desparpajo y que sus discípulos han jugado a no ser descubiertos. El autor apunta a una veta importante: la del dinero. Las actuales autoridades de la institución de los Legionarios dicen no saber cómo su fundador manejaba el dinero para su doble vida, aunque quieren que aceptemos que ellos sí lo hacen de manera transparente. Si la investigación eclesiástica abierta acerca de los Legionarios fuera en verdad seria, debería indagar la procedencia y uso del dinero de esta institución.
La segunda parte del libro de González tiene tres anexos. En el primero se puede ver cómo el supuesto perdón pregonado por Maciel hacia sus críticos tuvo muchos límites, y cómo utilizó mucho dinero para entablar juicios contra quienes lo denunciaban, algunos de los cuales, por carecer de recursos económicos, eran obligados a llegar a un “arreglo”. El anexo 2 habla de los secretos que explican la conducta de pederasta de Maciel, por haber sido él mismo abusado en su infancia por los arrieros con los que anduvo. Su padre pensó que ir en travesías con arrieros lo ayudaría a hacerse hombre.
En el tercer anexo se encuentran las reflexiones de un ex-legionario en torno a una querella que interpuso ante la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe por la denuncia que un grupo de ex-legionarios sostuvo contra Maciel. Ahí se constata que la Santa Sede actuó con discrecionalidad a favor del acusado. Según testimonios de los años 40, 50 y 60 Maciel fue reincidentemente culpable del delito de absolución de cómplice y la modificación canónica introducida por Ratzinger evitó el debido proceso. Además de proteger al delincuente, se conculcó el derecho de las víctimas.
QUIÉN ERA EN VERDAD MACIEL
A finales de 2008 y principios de 2009 hubo un giro vaticano en el caso Maciel. El Secretario del Vaticano visitó México en diciembre de 2008 y en febrero de 2009 fue a Madrid, donde ha vivido una de las hijas de Maciel. El 10 de marzo de 2009 el Vaticano ordenó una visita apostólica a los Legionarios. En mayo se conocieron los nombres de los visitadores encargados de investigar a la Legión.
Mientras la comisión vaticana examinaba a los Legionarios, la prensa internacional dio a conocer un cúmulo de revelaciones sobre el caso Maciel. Se documentó su drogadicción. Se filtraron acusaciones de que había tenido contacto con el narcotráfico. Se presentaron pistas de sus cuentas millonarias en diversas partes del mundo. Se detectaron varias de las falsas identidades que usaba oficialmente. Se difundieron versiones del período previo a su muerte: sus resistencias a acudir a misa cuando se le había impuesto como penitencia una vida de oración, y las expresiones en contra de la religión que profería, despechado porque Roma lo había expulsado. Se supo que habían acudido a atenderlo en su lecho de muerte una de sus concubinas y una hija -situación conocida por las autoridades de los Legionarios-, una de las cuales los amenazó con dar a conocer a los medios quién era en verdad Maciel.
También tuvo mucha difusión de la aparición de dos jóvenes en el programa radial de Carmen Aristegui, que declararon ser hijos de Maciel haber sido abusados sexualmente por su padre, versión confirmada públicamente por otra de sus concubinas, madre de los jóvenes. Se supo también que los dirigentes de los Legionarios tenían conocimiento desde hacía tiempo de la vida licenciosa de su fundador. Parecían tener menos resistencia a reconocer la vida heterosexual de Maciel que a aceptar públicamente las contundentes pruebas de su homosexualidad pederasta.
UN MONSTRUO ARROPADO POR EL PAPA JUAN PABLO II
Ante esta avalancha de pruebas, los calificativos usados en los medios de comunicación fueron subiendo de tono al referirse a Maciel: simulador, farsante, impostor, hipócrita, vicioso, morfinómano, timador, libertino, obseso sexual, pederasta compulsivo, abusador sexual de menores, delincuente, facineroso, criminal, demonio en ropa de sacerdote… Muchos escribieron sobre su larga y prolija historia de pederastia, drogadicción, poligamia, engaños, enriquecimiento ilícito, trasiego de influencias religiosas y políticas, falsificación de identidad y mitomanía. Quedaba cada vez más claro que el monstruo Maciel había florecido a la sombra de sus protectores.
El principal protector de Maciel fue Juan Pablo II, quien incurrió en total complicidad. En 1991 el Papa nombró a Maciel miembro de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos sobre la formación de sacerdotes. En 1992, miembro de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En 1993, miembro del Sínodo de Obispos sobre la Vida Consagrada y su Misión en la Iglesia y en el Mundo. En 1994, consultor permanente de la Congregación para el Clero. En 1997, miembro de la Asamblea especial para América del Sínodo de Obispos. Y cuando ya tenía pleno conocimiento de las acusaciones contra él, lo alabó públicamente como impulsor del trabajo pastoral y lo propuso ante la juventud como un ejemplo.
MUCHOS OBISPOS Y GRANDES EMPRESARIOS MEXICANOS
Varios analistas se han preguntado por qué sucedió esto y han tenido que constatar que la razón fundamental ha radicado en el dinero que Maciel le daba al Vaticano. El escritor Rubén Aguilar señaló en la revista “Milenio” que la investigación sobre pederastia no había prosperado por la estrecha relación de Maciel con el Papa Juan Pablo II, forjada a partir del dinero que éste le conseguía para financiar su lucha contra el comunismo. También una red de obispos -con los que tenía contacto por los puestos que les dio Juan Pablo II- fueron encubridores y cómplices de Maciel. Cuando a fines del siglo 20 se hicieron públicas las acusaciones de pederastia varios obispos defendieron con enjundia a Maciel y denostaron con suma dureza a sus acusadores.
Grandes empresarios mexicanos también han sido cómplices. Presumían con orgullo que Maciel asistiera a celebrarles misa en sus ceremonias de aniversarios y casara y bautizara a muchos de sus familiares. Por esa cercanía no dudaron en utilizar su poder económico para proteger a Maciel y atacar a quienes pedían justicia por las atrocidades cometidas por el fundador de los Legionarios. La mayoría de las familias de la alta burguesía mexicana tienen a alguno de sus familiares vinculados a la legión de Maciel. Para ellos defender a Maciel y a los Legionarios se ha convertido en una misión familiar, con una actuación no lejana de los códigos de las mafias.
EL CIRUJANO RATZINGER
Los visitadores del Vaticano concluyeron sus labores a mediados de marzo de 2010. Pero no hay grandes expectativas de lo que pueda resultar de ese examen. Se teme que todo esté ya cocinado y que haya mucha simulación para hacer aparecer que la jerarquía católica está respondiendo a la crisis. Desde Roma se ha aclarado que los resultados de la inspección realizada por el Vaticano tardarán en darse a conocer. No habría que esperar transparencia, pues la jerarquía no está acostumbrada a la rendición de cuentas ni a sus fieles ni a la sociedad. Como no hay manera de defender a Maciel, lo más probable es que se haga una condena de su memoria y se realicen algunos ajustes en la dirección de la Legión para que la institución “refundada” prosiga con algunos maquillajes. Son muchas las redes de dinero y de poder y hay muchos cómplices en la estructura eclesial y empresarial con intereses en que los Legionarios no desaparezcan. Un elemento que puede tener mucho peso en la decisión vaticana es el monto de recursos que la curia romana sigue recibiendo de esta institución.
El académico Fernando González, acostumbrado a hacer análisis muy penetrantes, ha resaltado lo perverso que ha sido que el Vaticano mande una comisión de visitadores a juzgar a los Legionarios, como si esa comisión sólo fuera juez y no formara parte de la cadena de complicidades de tres instancias vaticanas que han intervenido en el caso Maciel: la Secretaría de Estado, la Sagrada Congregación de Religiosos y la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. González se refiere al actual Papa como el “cirujano” Ratzinger, quien inventó la figura del “pederasta solipsista”, una especie de oxímoron, o armonizador de contrarios. A este cirujano le corresponderá ver hasta dónde recortar el cuerpo de la Legión sin tocar las instancias vaticanas cómplices, donde inevitablemente tendría que llegar a sí mismo y a Juan Pablo II.
PISTAS VATICANAS
Lo que recientemente ha hecho el Vaticano en otros casos de pederastia da algunas pistas de cómo puede proceder en el caso de los legionarios. A finales de marzo de 2010 se supo que el Vaticano no había castigado a un sacerdote estadounidense acusado de haber abusado de 200 niños sordos, argumentando que estaba muy enfermo y anciano. Ante el escándalo de numerosos casos de pederastia entre el clero de Irlanda, y enfatizando que la declaratoria romana no se circunscribía sólo a ese país, el Vaticano pidió perdón a las víctimas de pederastia y reconoció que se habían utilizado métodos inapropiados. Pidió también investigación, pero no anunció castigo para los curas violadores de niños.
El investigador Fernando González ha llamado la atención sobre el hecho de que Benedicto XVI se dirigió a los obispos irlandeses como si él no hubiera estado al frente por más de veinte años de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, como si él hubiera estado al margen y por encima de todo el conflicto.
EL CLAMOR DE LOS SOBREVIVIENTES
Ha habido manifestaciones de víctimas de abusos sexuales tanto en las inmediaciones de la Plaza de San Pedro como frente a la embajada del Vaticano en Washington, exigiendo que se abran los archivos de los clérigos pedófilos y se les separe del sacerdocio. El Vaticano respondió a esto y a un editorial del “The New York Times” lamentándose de lo que calificó un intento de atacar al Papa y a sus asesores cercanos. El periódico respondió con este dato: cuando Ratzinger había sido obispo de Munich había autorizado una terapia para un cura pedófilo y había aprobado su traslado a otra parroquia.
Las asociaciones de víctimas hicieron pública su decepción por la carta papal sobre los casos de Irlanda. Esperaban señales y gestos más vigorosos, no sólo en este país sino en los demás países afectados por este grave delito. Roma salvaba de los tribunales a la alta jerarquía, cómplice de tan abominable práctica. La demanda generalizada es que quienes han victimado a inocentes y quienes han sido sus cómplices comparezcan ante los tribunales no sólo eclesiásticos, sino sobre todo civiles. También debe haber reparación a las víctimas, muchas de las cuales no sólo sufrieron el abuso sexual, sino también la persecución, la denigración y la calumnia de parte de la jerarquía eclesiástica y de sus incondicionales en las esferas del dinero. Las víctimas de la pederastia han demostrado que padecen daños sicológicos muy graves y duraderos.
HABLAN LOS LEGIONARIOS
Tratando de salvar sus cabezas después de la visita apostólica, la dirigencia de los Legionarios (su director general, el vicario general, los cuatro consejeros generales y los diez directores territoriales de diversas regiones del mundo), difundieron un comunicado el 25 de marzo de 2010 en el que siguieron el libreto marcado por el Vaticano: separarse de Maciel. Reconocieron que Maciel había tenido una hija en el contexto de una relación prolongada y estable con una mujer y que habían aparecido dos hombres que afirmaban ser también hijos suyos, fruto de otra relación con otra mujer. Pidieron perdón a las personas que habían acusado a Maciel en el pasado, a las que no les habían dado crédito, y les ofrecieron ayuda espiritual y pastoral. Afirman que, si hubiera alguna colaboración culpable actuarían de acuerdo a los principios de justicia y caridad cristianas. Se ofrecieron a hacer verdad sobre su historia, a brindar seguridad en sus instituciones a los menores de edad y a buscar la reconciliación y el encuentro con quienes habían sufrido.
El documento se refiere también a “otras conductas graves” de su fundador, pero no las especifica. Dice que los Legionarios no podían mirar ya a Maciel como modelo de vida cristiana o sacerdotal. Se presentan asombrados ante la conducta reprobable de Maciel y recalcan que anteriormente creyeron que las acusaciones eran falsas, a pesar de que hay datos de que los dirigentes tenían pleno conocimiento de muchos de los delitos de Maciel y que lo encubrían.
A Maciel lo siguen llamando su fundador y hasta agradecen a Dios por el bien que hizo. También expresan su gratitud al Papa por haberles ofrecido la visita apostólica. Dan gracias a los cinco visitadores por su solicitud paterna y llaman a los Legionarios y a sus seguidores a intensificar la oración.
Este documento brinda un excelente ejercicio para quienes se dedican al análisis del discurso. Aludiendo, elude. Nunca se habla expresamente de la pederastia de Maciel, todo que queda entre líneas. Piden perdón y dicen que están convencidos del significado y belleza del perdón, pero parecen referirse al perdón que ellos dan a su fundador. No ofrecen actos concretos de reparación del daño sino atención pastoral y oraciones. Y con oraciones ni ellos ni la Iglesia resolverán el grave problema de la pederastia. Posteriormente, el director general de los Legionarios quiso disculpar la existencia de su organización asegurando que Dios sabía escribir recto (ellos) sobre renglones torcidos (Maciel). Y anunció que su institución se relanzaría.
UNA CONGREGACIÓN CONTAMINADA
Víctimas de Maciel respondieron que el documento del perdón legionario era insuficiente y superficial. Destacaron que faltaba todo lo relativo al resarcimiento de los daños. Roberto Blancarte, especialista en religiones, coincidió en que el comunicado, que se quería adelantar al resultado que diera el Vaticano, resultaba insuficiente. José Barba, uno de los principales denunciantes de Maciel, consideró que la disculpa de la dirigencia legionaria, correspondiendo a su acostumbrada retórica, carecía de arrepentimiento y de justicia. Subrayó que los legionarios no tomaban en cuenta verdaderamente a las víctimas, ni siguiera las identificaban con sus nombres. Planteó que no bastaba la visita apostólica vaticana y que se requería que un grupo internacional de alto nivel hiciera una investigación paralela para después rendirle cuentas a la sociedad.
Afirmó que la congregación no podía deslindarse de los actos de su fundador Marcial Maciel y comenzar una nueva época sin ese modelo. Los legionarios resolvían muy fácilmente el asunto diciendo que lo contaminado era Maciel y que el resto de la congregación nada tenía que ver. Había que examinar a fondo a toda la institución, contradiciendo la manera rápida en que los legionarios pretendían desconocer que su fundador había influido a toda su organización. En respuesta a lo que había dicho el director general de los legionarios de que estaban “huérfanos”, Barba destacó que realmente lo estaban, pero huérfanos de espíritu.
CÓMPLICES Y ENCUBRIDORES DE DELITOS
El periodista Carlos Puig recordó los análisis de León Krauze, quien ha demostrado que sin Maciel no se puede entender ni a los legionarios ni a su obra Regnum Christi. Puig plantea que deben distinguirse tres aspectos importantes: las atrocidades de Maciel, la operación de encubrimiento en que los Legionarios y la jerarquía católica se embarcaron desde hacía décadas, y las maquinaciones de élites mexicanas para aplastar a las víctimas que denunciaban los abusos de Maciel y a los periodistas que revelaron al monstruo que era el fundador de los Legionarios.
No era posible rescatar a la legión de su legionario mayor. Las palabras que habían utilizado en su comunicado, intentando deslindarse de Maciel, resultaban patéticas al afirmar que lo que su fundador y guía moral había hecho resultaba reprobable. El abuso sexual, la delincuencia, la mentira y el encubrimiento son algo más que reprobable. En ese escrito los Legionarios no se refirieron a las leyes civiles por las que su fundador merecía la cárcel. La dirigencia legionaria reconocía que Maciel no había sido un buen cristiano, pero no reconocía que era un delincuente sexual y un pederasta. El colmo era que pedían perdón para su fundador y lo más que ofrecían a las víctimas es seguir orando por ellas.
Como lo había hecho Maciel, los dirigentes de la Legión seguían usando la fe como arma para justificar acciones criminales. Puig enfatizó que el comunicado de los Legionarios era omiso en cuanto al añoso operativo de los cercanos al fundador para encubrirlo y protegerlo. Había que preguntar cuántos de los que firmaron ese comunicado callaron durante años, cuántos ayudaron a esconder los delitos de su fundador, cuántos colaboraron al aplastamiento de las víctimas de Maciel. Puig los interrogó: cuándo comenzarían los Legionarios a denunciar a los cómplices de Maciel, porque lo que habían hecho esos cómplices no era encubrir “un pecado” sino un delito.
AUTÓMATAS DESHUMANIZADOS
La dirección de los legionarios -nos alerta Fernando González- lanza el perdón por delante, mecanismo que ha servido las más de las veces para no ahondar en los hechos y brincarse la justicia. A eso se le puede denominar “el cortocircuito del perdón”.
González recalca que la mancha de protección y de complicidad que permitió a Maciel continuar con su carrera delictiva por más de cincuenta años incluyó no sólo a la cúpula de los legionarios sino a instancias medias y hasta menores de la congregación, que han sido sus cómplices hasta la actualidad. Maciel introyectó en la institución que fundó su mismo código institucional. No todo ha salido a la luz y falta un examen a fondo sobre las finanzas y su malversación.
Otro elemento que apuntó el analista León Krauze tiene que ver con las otras víctimas de Maciel. A partir de datos que conoce de una familia entregada a los Legionarios, este escritor relata cómo los hijos de esa familia fueron criados a partir de las enseñanzas de Maciel, y da testimonio de la transformación aterradora que sufren quienes se entregan al apostado legionario. Hay una especie de lavado de cerebro y de deshumanización que los cambia en autómatas. Para ellos, Maciel no es sólo el fundador, sino el dogma mismo. Los Legionarios tienen deudas no sólo con las víctimas de los abusos sexuales de Maciel, sino con los miles que participaron en un movimiento creado, guiado e inspirado por “un monstruo hipócrita y cruel”.
¿BASTA CON REFUNDAR LA LEGIÓN?
Vaticanólogos y especialistas en el estudio de las religiones han aventurado que, ante el diluvio que se ha abatido sobre los Legionarios, esta congregación está ante la disyuntiva de que el Vaticano la desaparezca -algo posible pero improbable- o de que busque una salida que les permita proseguir por medio de una “refundación”. Es lo que parece que elegirán, extirpando el tumor de Maciel de la congregación que él fundó. Sin embargo, para no pocos analistas esta última salida no sería en verdad una solución porque no se puede dar sólo la vuelta a una página, ya que Maciel es todo el libro de la Legión. En la Legión hay un cáncer con metástasis. Maciel no es una parte prescindible de ese cuerpo, sino la columna vertebral y la médula que origina toda una manera de ser y hacer.
No puede olvidarse el arraigado y desmedido culto a Maciel inculcado por largos años a los legionarios y a sus seguidores. Muchos siguen manteniendo altarcitos domésticos a Maciel y se tapan los ojos ante las numerosas evidencias. Otra cuestión escandalosa que no puede obviarse es la existencia de redes pederastas entre los legionarios y sus seguidores, que sabiendo la doble, triple y aun cuádruple vida de Maciel promovieron su canonización por el Vaticano, aún en vida. La escritora Sanjuana Martínez recordó que, a pesar del castigo romano a Maciel, el Arzobispo Primado de México había declarando que Maciel siempre sería el fundador para los Legionarios.
Las respuestas de los legionarios ante la crisis, y sus actuaciones frente al examen al que han sido sometidos, dan muestras de que hay un habitus de Maciel que no pueden abandonar. Por eso, ante la denuncia de los hijos de Maciel de que éste había abusado sexualmente de ellos, lejos de compungirse verdaderamente, trataron de hacerse pasar como agraviados por lo que presentaron como un chantaje, en lugar de aceptar que quienes habían sido victimizados sólo solicitaban una reparación económica por el grave daño sufrido. Otra muestra de que aprendieron bien a imitar a Maciel se dio en la coyuntura del castigo vaticano a su fundador. Negaron entonces que se tratara de un castigo y decían que sólo estaba en un “retiro espiritual”. Después de eso, y ante el anuncio de que el Vaticano los sometería a un examen, quisieron presentando como una ayuda que Roma les daba.
LA PERVERSA PSICOPATOLOGÍA LEGIONARIA
Uno de los ex-legionarios que fue víctima de Maciel ha señalado que la sicología legionaria -habría que decir la psicopatología- no va a cambiar, pues llevan seis décadas de manejarse con las convicciones de Maciel y aprendiendo su forma de proceder: la hábil utilización del engaño. La institución se preparó para responder a los cuestionarios de los visitadores, vaticanos. Los dirigentes legionarios mandaron previamente a los miembros de la institución posibles preguntas que les podrían plantear para que supieran qué respuestas deberían dar. Los visitadores se encontraron así con respuestas aprendidas, mientras la dirigencia de los Legionarios anunciaba que todos habían respondido “con libertad”.
El experimentado especialista en la democracia, Sheldon S. Wolin, ha señalado que el mentiroso quiere que lo irreal sea aceptado como la realidad y que mentir es una expresión de la voluntad de poder.
REACCIONES DE AUTORIDADES CIVILES MEXICANAS
La escritora Roberta Garza afirma que la Iglesia siempre ha sabido convertir sus crímenes en pecados para expiarlos en la oscuridad, por lo que llamó a que se examinara cómo la pederastia, el encubrimiento y el lavado de dinero se habían convertido en el auténtico “carisma” de los Legionarios. Y adelantó que la iglesia no haría verdadera justicia. Otra articulista mexicana escribió que las disculpas tardías no bastaban, que el daño estaba hecho, y que la autoridad moral de la curia católica se encontraba severamente cuestionada. Varios analistas mexicanos se admiraron de que una violación de derechos humanos tan sostenida y tan amplia no hubiera tenido como respuesta una investigación de parte de las autoridades civiles mexicanas. Maciel había muerto, pero su institución seguía gozando de un descomunal poder y de total impunidad. Se exige ahora que las autoridades civiles mexicanas no se sumen a la complicidad y hagan justicia.
En México las fracciones parlamentarias del PRD, PRI y PAN de la Cámara de Diputados solicitaron a la jerarquía católica que a las personas afectadas por la actividad criminal del fundador de los Legionarios se les repararan los daños sufridos. Un ex-ministro de la Suprema Corte, Juventino Castro, consideró que los Legionarios deberían asumir la responsabilidad de los excesos de su fundador y declaró que había suficientes elementos para hacer desaparecer a esta institución. La diputada Leticia Quezada exigió a la Procuraduría General de la República que investigara a los Legionarios ante la probabilidad de que existiera en ella una red de pederastia. No obstante algunos senadores se negaron a hacer comentarios sobre este caso con el argumento de que sus hijos estudian en escuelas de los Legionarios.
CÁRCEL PARA LOS CÓMPLICES
La jerarquía católica ha sido sumamente torpe al tratar de escudarse en que los pederastas en las filas del clero no son más numerosos que los que pueden encontrarse en otras profesiones. Cualquier pederasta es sumamente condenable donde aparezca, y si aparece en la iglesia, que presume de ser portadora de una misión de santidad, es aún más abominable. Calcula mal la jerarquía cuando enfrenta los casos de pederastia con simulaciones que no llegan a la raíz del problema. Si para salir del paso ofrece soluciones poco convincentes, se hundirá más en una crisis de grandes proporciones.
Esteban Garaiz, quien en México ha demostrado ser un personaje público responsable y confiable, a partir de testimonios de primera mano sobre la pederastia de Maciel y de la constatación directa de la existencia de complicidades entre los Legionarios, ha argumentado en uno de sus artículos que la pederastia es un mal social y no sólo un pecado. Que siendo un delito, los delincuentes deben ser sometidos a la ley civil, y castigados en proporción al grave daño provocado. Que la jerarquía eclesiástica tiene la obligación, moral y civil, de pedir perdón y de reparar y restituir a las víctimas con sus nombres y apellidos, y reconocer que no eran mentirosos sino hombres valientes que han estado reclamando su derecho. Ha enfatizado que, además, los grandes empresarios mexicanos que brindaron apoyo incondicional a un delincuente social como Maciel tienen la obligación de pedir público y publicado perdón a las víctimas de pederastia a quienes calumniaron y hostigaron. Finalmente, hace ver que también los cómplices de Maciel deberían ir a la cárcel.
LOS HIJOS DE MACIEL, TAMBIÉN SUS VÍCTIMAS
González profundiza en el dramático caso de los dos hijos de Maciel, que terminaron reconociendo que en efecto habían pedido 26 millones de dólares como indemnización, y aceptando que, efectivamente, ofrecieron silencio por dinero, lo que los hizo quedar equiparados con su padre. Aunque habría que señalar una diferencia: ellos sí aceptaron haber entrado al juego de proponer silenciar el delito a cambio de dinero, cuando su padre nunca reconoció su auténtico rostro, el que ahora todo mundo conoce. Los hijos de Maciel cuando menos no mintieron al revelar su vida. Lo trágico es que hayan quedado, sin más, equiparados con su padre por el ofrecimiento de un intercambio, cuando lo fundamental fue el relato de la mentira en la que vivieron y del abuso que sobre ellos ejerció Maciel.
Ambos condensan en sus almas y sus cuerpos los dos aspectos más significativos de la sexualidad de Maciel. Lamentable resultó la red institucional que, con sus silencios sostenidos, terminó provocando el testimonio mediático en el cual los hijos de Maciel se vieron compelidos a denigrar en público a su propio padre.Si ya de por sí hablar es muy difícil para cualquier sobreviviente de abuso sexual, ahora la conminación a seguir hablando se convertirá para ellos en una nueva fuente de vergüenza si no lo hacen.
LA HORA DE LA VERDAD
Fernando González reflexiona que el caso de Maciel y su Legión, a diferencia de otros similares, por su duración en el tiempo ha permitido pasar de la inverosimilitud -a la que por mucho tiempo apelaron las instancias vaticanas y episcopales, los Legionarios, sus élites afines y los padres de familia de sus colegios- a la verosimilitud, para pasar ahora a la aceptación de las evidencias.
La primera versión vaticana, y la de toda la institución legionaria se ha derrumbado ante buena parte de la sociedad mexicana. Lo que el Vaticano deje de los Legionarios seguirá siendo una institución cerrada y autoritaria, ya sin el rostro ostensible de Maciel, pero siempre con su sello y esencia.
El caso Maciel se ha convertido en elemento crucial para analizar a la institución a la que dio origen. Ha implicado la develación de una hybris que ha desatado una tragedia en la jerarquía católica. Independientemente de la decisión que tome el Vaticano respecto de los Legionarios, tanto las élites católicas como la institución de Maciel, no se librarán de la condena de la historia. Si en esa institución hubiera personas que no quisieran llevar en su conciencia la complicidad, tendrían que impulsar la autodisolución de la Legión de Maciel, pues no se trató del caso de uno de sus miembros, sino precisamente de su fundador. Finalmente, esta grave crisis corresponde a los de arriba. Y descubre con gran nitidez su corrupción, hipocresía y doble moral.
DÉCADAS DE DELITOS
En 1944 Maciel fue ordenado sacerdote. Dos años más tarde viajó a España con un primer grupo de jóvenes. En 1950 impulsó en Roma un centro de estudios de la Legión. En 1959 dio origen a un movimiento de laicos al que llamó Regnum Christi. En esa época dio a conocer un escrito que tituló “El Salterio de mis días”. Los legionarios lo consideraban su guía espiritual. Se trataba de un descarado plagio: era en realidad una copia, en un 80%, de un libro del político católico español Luis Lucía, muerto en Valencia en 1943.
A finales de los años 50 Maciel ya fue sometido a un proceso canónico por denuncias de pederastia. Pese a las evidencias, la curia romana no quiso actuar. En 1965 Roma reconoció oficialmente la congregación de los Legionarios. Maciel tuvo la habilidad de irse ganando a importantes personajes de la burocracia vaticana, de las élites eclesiásticas y de la clase empresarial en los países por los que iba extendiendo su congregación. Desde finales de los 70 y hasta inicios de los 90 fue un activo promotor de los viajes de Juan Pablo II a México.
A finales de los años 90 el Vaticano recibió documentación por otra demanda de pederastia en contra de Maciel. Provenía de varios ex-legionarios. Ratzinger, quien estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, optó por archivarla para que Juan Pablo II no se malquistara con Maciel. No fue sino hasta 2006, siendo ya Papa Benedicto XVI, que Ratzinger decidió castigar al fundador de los legionarios, pero intentando darle a la sanción un bajo perfil. Le exigió a Maciel que dejara Roma, renunciara a todo ministerio público sacerdotal y llevara una vida retirada. A principios de 2008, Maciel murió sin que hubiera respondido ante la justicia por sus graves delitos. protegen, silencian, trasladan, diseminan...
En 2006 el académico mexicano Fernando González publicó una meticulosa investigación sobre la pederastia del fundador de los Legionarios y sobre las redes de complicidad con la pederastia en esa institución y en la cúpula eclesial católica: “Marcial Maciel. Los legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos” (Tusquets, 2006). Posteriormente, dio otra vuelta de tuerca a revelaciones y análisis de esas prácticas criminales con otro libro: “La Iglesia del Silencio. De mártires y pederastas” (Tusquets, 2009). En la segunda parte de este libro González ofrece nuevos datos y nuevas fuentes en torno a los abusos sexuales del fundador de los Legionarios, un protegido por el papa Juan Pablo II. Resaltando lo difícil que es investigar las actividades sexuales del clero, documenta las denuncias que en los últimos años han hecho en todo el mundo quienes han sufrido abusos sexuales y silencio y tergiversación de parte de clérigos abusadores.
Lo más estridente en estos casos es que los abusadores traicionan la confianza depositada en ellos y hacen víctimas indefensas a quienes les fueron entregados para que los cuidaran. Los violentados se convierten en cómplices atrapados. Y los pederastas se protegen de las denuncias aduciendo un supuesto “martirio moral”. El autor examina las diversas estrategias institucionales de la iglesia católica para afrontar la sexualidad pervertida en estos funcionarios eclesiásticos. Protege a la institución por encima de los derechos humanos de las personas afectadas. Se trata de una conducta institucional y de una hipocresía estructural. Silencian, controlan, deslocalizan y diseminan. Intentando evitar el escándalo, descalifican a los denunciantes y estimulan al abusador protegido a continuar con sus abusos en los muchos sitios a donde lo trasladan.
JUAN PABLO II: CÓMPLICE INSTITUCIONAL
El libro de González detalla el caso del fundador de los Legionarios, Marcial Maciel, morfinómano y pederasta. Cada vez que era denunciado, su institución y muchos obispos salían en su defensa aduciendo que se atacaba a la iglesia. Este sujeto produjo una institución con lógica empresarial y con muchas redes entre los poderosos económicos y religiosos.
El autor examina cómo los violentados, por vergüenza y culpa, suelen callar los abusos. Para encubrirse, Maciel inventó un voto especial que obligaba a los miembros de su congregación a guardar silencio sobre sus perversiones y negocios sucios. Juraban no criticar al superior. Nadie le podía pedir cuentas. Vivió una doble vida en una institución que lo resguardaba. La Legión se convirtió en una institución de culto a la personalidad del fundador.
En la primera oleada de denuncias en los años 50 la mayoría de los abusados terminaron mintiendo ante una incipiente y pronto abortada investigación vaticana. A los que lo denunciaban se les denigraba y al abusador se le transfiguraba como víctima inmolada. Juan Pablo II fue su cómplice institucional. Cuando era cardenal Ratzinger lo protegió. En 1998 bloqueó el caso y en 2001 introdujo modificaciones al Código de Derecho Canónico para darle una salida a Maciel: el delito de absolución del cómplice prescribiría a los diez años. Posteriormente, posibilitó una puerta de escape al abusador y dejó a los abusados sin la posibilidad de probar en un juicio sus acusaciones. El libro demuestra que Maciel permaneció impune gracias a estas complicidades.
ANTE UN ALUD DE EVIDENCIAS
González hace ver que cuando las evidencias de las tropelías y crímenes de Maciel ya no podían ocultarse por más tiempo, la lógica eclesiástica fue apartar del escenario al fundador de los Legionarios, pero salvando su institución. Después de la muerte de Maciel, el Vaticano prefirió condenarlo al hacerse público que había tenido mujeres e hijos, sin hablar de sus prácticas pederastas y de su adicción a las drogas. En lugar de reconocer los delitos de su fundador y las complicidades de muchos de sus miembros y de la misma institución, los Legionarios se refugiaron en un mitigado reconocimiento, aduciendo que Maciel era humano y tenía “defectos”.
El libro de González muestra que el grupo de hombres denunciantes, demandantes de justicia durante años, permitió que se volviera pensable lo que descansaba en el limbo de lo inverosímil. Pese a la tendencia de las autoridades eclesiásticas a neutralizar la protesta, la denuncia empezó a encontrar sus propios caminos. Se evidenciaron las relaciones existentes en el ámbito eclesiástico con el dinero, el poder y el sexo. Se develaron también las redes de complicidad que se tejen en la jerarquía católica. Quedó claro que Juan Pablo II protegió a ciencia y conciencia al pederasta Maciel. Se dio una negociación entre autoridades vaticanas y la dirigencia de los Legionarios para que aceptaran que Maciel había tenido hijos. Pero, tanto en Roma como en la congregación de los Legionarios, se adujeron argumentos bastante estultos para tratar de salvar la figura de Maciel preguntándose cómo era posible que un pederasta, si en verdad lo era, hubiera logrado levantar una empresa educativa de tanta importancia, como si ser pederasta impidiera ser buen empresario...
No obstante la amplia red de complicidades que Maciel urdió, ésta se debilitó finalmente ante el alud de evidencias. Los ex-legionarios que denunciaron derribaron el muro del pacto del silencio levantado por el fundador, su congregación y la jerarquía católica. Una pregunta quedará flotando: cómo pudo Maciel seducir a tantos. Fernando González afirma que todavía queda mucho por investigar. De lo que no hay duda es que institucionalmente se ha abierto una herida en la iglesia católica que no es cicatrizable.
SEXO Y DINERO FUERON DE LA MANOS
La Legión cuenta con 125 casas religiosas, 900 sacerdotes, 3 mil seminaristas, 70 mil voluntarios laicos, 150 colegios y 9 universidades en 22 países. En Roma tienen una de las principales universidades pontificias. Sus bienes se estiman en 20 mil 500 millones de euros.
Entre los Legionarios hay un “carisma” de simulación, mentira y pederastia heredado por el fundador que no se esfumará con sólo quitar sus retratos de las paredes. González brinda importantes datos sobre una red de pederastia en uno de los colegios de los Legionarios, demosrando cómo se van haciendo cadenas intergeneracionales de largo aliento.
El autor subraya que Maciel actuaba su impostura con desparpajo y que sus discípulos han jugado a no ser descubiertos. El autor apunta a una veta importante: la del dinero. Las actuales autoridades de la institución de los Legionarios dicen no saber cómo su fundador manejaba el dinero para su doble vida, aunque quieren que aceptemos que ellos sí lo hacen de manera transparente. Si la investigación eclesiástica abierta acerca de los Legionarios fuera en verdad seria, debería indagar la procedencia y uso del dinero de esta institución.
La segunda parte del libro de González tiene tres anexos. En el primero se puede ver cómo el supuesto perdón pregonado por Maciel hacia sus críticos tuvo muchos límites, y cómo utilizó mucho dinero para entablar juicios contra quienes lo denunciaban, algunos de los cuales, por carecer de recursos económicos, eran obligados a llegar a un “arreglo”. El anexo 2 habla de los secretos que explican la conducta de pederasta de Maciel, por haber sido él mismo abusado en su infancia por los arrieros con los que anduvo. Su padre pensó que ir en travesías con arrieros lo ayudaría a hacerse hombre.
En el tercer anexo se encuentran las reflexiones de un ex-legionario en torno a una querella que interpuso ante la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe por la denuncia que un grupo de ex-legionarios sostuvo contra Maciel. Ahí se constata que la Santa Sede actuó con discrecionalidad a favor del acusado. Según testimonios de los años 40, 50 y 60 Maciel fue reincidentemente culpable del delito de absolución de cómplice y la modificación canónica introducida por Ratzinger evitó el debido proceso. Además de proteger al delincuente, se conculcó el derecho de las víctimas.
QUIÉN ERA EN VERDAD MACIEL
A finales de 2008 y principios de 2009 hubo un giro vaticano en el caso Maciel. El Secretario del Vaticano visitó México en diciembre de 2008 y en febrero de 2009 fue a Madrid, donde ha vivido una de las hijas de Maciel. El 10 de marzo de 2009 el Vaticano ordenó una visita apostólica a los Legionarios. En mayo se conocieron los nombres de los visitadores encargados de investigar a la Legión.
Mientras la comisión vaticana examinaba a los Legionarios, la prensa internacional dio a conocer un cúmulo de revelaciones sobre el caso Maciel. Se documentó su drogadicción. Se filtraron acusaciones de que había tenido contacto con el narcotráfico. Se presentaron pistas de sus cuentas millonarias en diversas partes del mundo. Se detectaron varias de las falsas identidades que usaba oficialmente. Se difundieron versiones del período previo a su muerte: sus resistencias a acudir a misa cuando se le había impuesto como penitencia una vida de oración, y las expresiones en contra de la religión que profería, despechado porque Roma lo había expulsado. Se supo que habían acudido a atenderlo en su lecho de muerte una de sus concubinas y una hija -situación conocida por las autoridades de los Legionarios-, una de las cuales los amenazó con dar a conocer a los medios quién era en verdad Maciel.
También tuvo mucha difusión de la aparición de dos jóvenes en el programa radial de Carmen Aristegui, que declararon ser hijos de Maciel haber sido abusados sexualmente por su padre, versión confirmada públicamente por otra de sus concubinas, madre de los jóvenes. Se supo también que los dirigentes de los Legionarios tenían conocimiento desde hacía tiempo de la vida licenciosa de su fundador. Parecían tener menos resistencia a reconocer la vida heterosexual de Maciel que a aceptar públicamente las contundentes pruebas de su homosexualidad pederasta.
UN MONSTRUO ARROPADO POR EL PAPA JUAN PABLO II
Ante esta avalancha de pruebas, los calificativos usados en los medios de comunicación fueron subiendo de tono al referirse a Maciel: simulador, farsante, impostor, hipócrita, vicioso, morfinómano, timador, libertino, obseso sexual, pederasta compulsivo, abusador sexual de menores, delincuente, facineroso, criminal, demonio en ropa de sacerdote… Muchos escribieron sobre su larga y prolija historia de pederastia, drogadicción, poligamia, engaños, enriquecimiento ilícito, trasiego de influencias religiosas y políticas, falsificación de identidad y mitomanía. Quedaba cada vez más claro que el monstruo Maciel había florecido a la sombra de sus protectores.
El principal protector de Maciel fue Juan Pablo II, quien incurrió en total complicidad. En 1991 el Papa nombró a Maciel miembro de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos sobre la formación de sacerdotes. En 1992, miembro de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En 1993, miembro del Sínodo de Obispos sobre la Vida Consagrada y su Misión en la Iglesia y en el Mundo. En 1994, consultor permanente de la Congregación para el Clero. En 1997, miembro de la Asamblea especial para América del Sínodo de Obispos. Y cuando ya tenía pleno conocimiento de las acusaciones contra él, lo alabó públicamente como impulsor del trabajo pastoral y lo propuso ante la juventud como un ejemplo.
MUCHOS OBISPOS Y GRANDES EMPRESARIOS MEXICANOS
Varios analistas se han preguntado por qué sucedió esto y han tenido que constatar que la razón fundamental ha radicado en el dinero que Maciel le daba al Vaticano. El escritor Rubén Aguilar señaló en la revista “Milenio” que la investigación sobre pederastia no había prosperado por la estrecha relación de Maciel con el Papa Juan Pablo II, forjada a partir del dinero que éste le conseguía para financiar su lucha contra el comunismo. También una red de obispos -con los que tenía contacto por los puestos que les dio Juan Pablo II- fueron encubridores y cómplices de Maciel. Cuando a fines del siglo 20 se hicieron públicas las acusaciones de pederastia varios obispos defendieron con enjundia a Maciel y denostaron con suma dureza a sus acusadores.
Grandes empresarios mexicanos también han sido cómplices. Presumían con orgullo que Maciel asistiera a celebrarles misa en sus ceremonias de aniversarios y casara y bautizara a muchos de sus familiares. Por esa cercanía no dudaron en utilizar su poder económico para proteger a Maciel y atacar a quienes pedían justicia por las atrocidades cometidas por el fundador de los Legionarios. La mayoría de las familias de la alta burguesía mexicana tienen a alguno de sus familiares vinculados a la legión de Maciel. Para ellos defender a Maciel y a los Legionarios se ha convertido en una misión familiar, con una actuación no lejana de los códigos de las mafias.
EL CIRUJANO RATZINGER
Los visitadores del Vaticano concluyeron sus labores a mediados de marzo de 2010. Pero no hay grandes expectativas de lo que pueda resultar de ese examen. Se teme que todo esté ya cocinado y que haya mucha simulación para hacer aparecer que la jerarquía católica está respondiendo a la crisis. Desde Roma se ha aclarado que los resultados de la inspección realizada por el Vaticano tardarán en darse a conocer. No habría que esperar transparencia, pues la jerarquía no está acostumbrada a la rendición de cuentas ni a sus fieles ni a la sociedad. Como no hay manera de defender a Maciel, lo más probable es que se haga una condena de su memoria y se realicen algunos ajustes en la dirección de la Legión para que la institución “refundada” prosiga con algunos maquillajes. Son muchas las redes de dinero y de poder y hay muchos cómplices en la estructura eclesial y empresarial con intereses en que los Legionarios no desaparezcan. Un elemento que puede tener mucho peso en la decisión vaticana es el monto de recursos que la curia romana sigue recibiendo de esta institución.
El académico Fernando González, acostumbrado a hacer análisis muy penetrantes, ha resaltado lo perverso que ha sido que el Vaticano mande una comisión de visitadores a juzgar a los Legionarios, como si esa comisión sólo fuera juez y no formara parte de la cadena de complicidades de tres instancias vaticanas que han intervenido en el caso Maciel: la Secretaría de Estado, la Sagrada Congregación de Religiosos y la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. González se refiere al actual Papa como el “cirujano” Ratzinger, quien inventó la figura del “pederasta solipsista”, una especie de oxímoron, o armonizador de contrarios. A este cirujano le corresponderá ver hasta dónde recortar el cuerpo de la Legión sin tocar las instancias vaticanas cómplices, donde inevitablemente tendría que llegar a sí mismo y a Juan Pablo II.
PISTAS VATICANAS
Lo que recientemente ha hecho el Vaticano en otros casos de pederastia da algunas pistas de cómo puede proceder en el caso de los legionarios. A finales de marzo de 2010 se supo que el Vaticano no había castigado a un sacerdote estadounidense acusado de haber abusado de 200 niños sordos, argumentando que estaba muy enfermo y anciano. Ante el escándalo de numerosos casos de pederastia entre el clero de Irlanda, y enfatizando que la declaratoria romana no se circunscribía sólo a ese país, el Vaticano pidió perdón a las víctimas de pederastia y reconoció que se habían utilizado métodos inapropiados. Pidió también investigación, pero no anunció castigo para los curas violadores de niños.
El investigador Fernando González ha llamado la atención sobre el hecho de que Benedicto XVI se dirigió a los obispos irlandeses como si él no hubiera estado al frente por más de veinte años de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, como si él hubiera estado al margen y por encima de todo el conflicto.
EL CLAMOR DE LOS SOBREVIVIENTES
Ha habido manifestaciones de víctimas de abusos sexuales tanto en las inmediaciones de la Plaza de San Pedro como frente a la embajada del Vaticano en Washington, exigiendo que se abran los archivos de los clérigos pedófilos y se les separe del sacerdocio. El Vaticano respondió a esto y a un editorial del “The New York Times” lamentándose de lo que calificó un intento de atacar al Papa y a sus asesores cercanos. El periódico respondió con este dato: cuando Ratzinger había sido obispo de Munich había autorizado una terapia para un cura pedófilo y había aprobado su traslado a otra parroquia.
Las asociaciones de víctimas hicieron pública su decepción por la carta papal sobre los casos de Irlanda. Esperaban señales y gestos más vigorosos, no sólo en este país sino en los demás países afectados por este grave delito. Roma salvaba de los tribunales a la alta jerarquía, cómplice de tan abominable práctica. La demanda generalizada es que quienes han victimado a inocentes y quienes han sido sus cómplices comparezcan ante los tribunales no sólo eclesiásticos, sino sobre todo civiles. También debe haber reparación a las víctimas, muchas de las cuales no sólo sufrieron el abuso sexual, sino también la persecución, la denigración y la calumnia de parte de la jerarquía eclesiástica y de sus incondicionales en las esferas del dinero. Las víctimas de la pederastia han demostrado que padecen daños sicológicos muy graves y duraderos.
HABLAN LOS LEGIONARIOS
Tratando de salvar sus cabezas después de la visita apostólica, la dirigencia de los Legionarios (su director general, el vicario general, los cuatro consejeros generales y los diez directores territoriales de diversas regiones del mundo), difundieron un comunicado el 25 de marzo de 2010 en el que siguieron el libreto marcado por el Vaticano: separarse de Maciel. Reconocieron que Maciel había tenido una hija en el contexto de una relación prolongada y estable con una mujer y que habían aparecido dos hombres que afirmaban ser también hijos suyos, fruto de otra relación con otra mujer. Pidieron perdón a las personas que habían acusado a Maciel en el pasado, a las que no les habían dado crédito, y les ofrecieron ayuda espiritual y pastoral. Afirman que, si hubiera alguna colaboración culpable actuarían de acuerdo a los principios de justicia y caridad cristianas. Se ofrecieron a hacer verdad sobre su historia, a brindar seguridad en sus instituciones a los menores de edad y a buscar la reconciliación y el encuentro con quienes habían sufrido.
El documento se refiere también a “otras conductas graves” de su fundador, pero no las especifica. Dice que los Legionarios no podían mirar ya a Maciel como modelo de vida cristiana o sacerdotal. Se presentan asombrados ante la conducta reprobable de Maciel y recalcan que anteriormente creyeron que las acusaciones eran falsas, a pesar de que hay datos de que los dirigentes tenían pleno conocimiento de muchos de los delitos de Maciel y que lo encubrían.
A Maciel lo siguen llamando su fundador y hasta agradecen a Dios por el bien que hizo. También expresan su gratitud al Papa por haberles ofrecido la visita apostólica. Dan gracias a los cinco visitadores por su solicitud paterna y llaman a los Legionarios y a sus seguidores a intensificar la oración.
Este documento brinda un excelente ejercicio para quienes se dedican al análisis del discurso. Aludiendo, elude. Nunca se habla expresamente de la pederastia de Maciel, todo que queda entre líneas. Piden perdón y dicen que están convencidos del significado y belleza del perdón, pero parecen referirse al perdón que ellos dan a su fundador. No ofrecen actos concretos de reparación del daño sino atención pastoral y oraciones. Y con oraciones ni ellos ni la Iglesia resolverán el grave problema de la pederastia. Posteriormente, el director general de los Legionarios quiso disculpar la existencia de su organización asegurando que Dios sabía escribir recto (ellos) sobre renglones torcidos (Maciel). Y anunció que su institución se relanzaría.
UNA CONGREGACIÓN CONTAMINADA
Víctimas de Maciel respondieron que el documento del perdón legionario era insuficiente y superficial. Destacaron que faltaba todo lo relativo al resarcimiento de los daños. Roberto Blancarte, especialista en religiones, coincidió en que el comunicado, que se quería adelantar al resultado que diera el Vaticano, resultaba insuficiente. José Barba, uno de los principales denunciantes de Maciel, consideró que la disculpa de la dirigencia legionaria, correspondiendo a su acostumbrada retórica, carecía de arrepentimiento y de justicia. Subrayó que los legionarios no tomaban en cuenta verdaderamente a las víctimas, ni siguiera las identificaban con sus nombres. Planteó que no bastaba la visita apostólica vaticana y que se requería que un grupo internacional de alto nivel hiciera una investigación paralela para después rendirle cuentas a la sociedad.
Afirmó que la congregación no podía deslindarse de los actos de su fundador Marcial Maciel y comenzar una nueva época sin ese modelo. Los legionarios resolvían muy fácilmente el asunto diciendo que lo contaminado era Maciel y que el resto de la congregación nada tenía que ver. Había que examinar a fondo a toda la institución, contradiciendo la manera rápida en que los legionarios pretendían desconocer que su fundador había influido a toda su organización. En respuesta a lo que había dicho el director general de los legionarios de que estaban “huérfanos”, Barba destacó que realmente lo estaban, pero huérfanos de espíritu.
CÓMPLICES Y ENCUBRIDORES DE DELITOS
El periodista Carlos Puig recordó los análisis de León Krauze, quien ha demostrado que sin Maciel no se puede entender ni a los legionarios ni a su obra Regnum Christi. Puig plantea que deben distinguirse tres aspectos importantes: las atrocidades de Maciel, la operación de encubrimiento en que los Legionarios y la jerarquía católica se embarcaron desde hacía décadas, y las maquinaciones de élites mexicanas para aplastar a las víctimas que denunciaban los abusos de Maciel y a los periodistas que revelaron al monstruo que era el fundador de los Legionarios.
No era posible rescatar a la legión de su legionario mayor. Las palabras que habían utilizado en su comunicado, intentando deslindarse de Maciel, resultaban patéticas al afirmar que lo que su fundador y guía moral había hecho resultaba reprobable. El abuso sexual, la delincuencia, la mentira y el encubrimiento son algo más que reprobable. En ese escrito los Legionarios no se refirieron a las leyes civiles por las que su fundador merecía la cárcel. La dirigencia legionaria reconocía que Maciel no había sido un buen cristiano, pero no reconocía que era un delincuente sexual y un pederasta. El colmo era que pedían perdón para su fundador y lo más que ofrecían a las víctimas es seguir orando por ellas.
Como lo había hecho Maciel, los dirigentes de la Legión seguían usando la fe como arma para justificar acciones criminales. Puig enfatizó que el comunicado de los Legionarios era omiso en cuanto al añoso operativo de los cercanos al fundador para encubrirlo y protegerlo. Había que preguntar cuántos de los que firmaron ese comunicado callaron durante años, cuántos ayudaron a esconder los delitos de su fundador, cuántos colaboraron al aplastamiento de las víctimas de Maciel. Puig los interrogó: cuándo comenzarían los Legionarios a denunciar a los cómplices de Maciel, porque lo que habían hecho esos cómplices no era encubrir “un pecado” sino un delito.
AUTÓMATAS DESHUMANIZADOS
La dirección de los legionarios -nos alerta Fernando González- lanza el perdón por delante, mecanismo que ha servido las más de las veces para no ahondar en los hechos y brincarse la justicia. A eso se le puede denominar “el cortocircuito del perdón”.
González recalca que la mancha de protección y de complicidad que permitió a Maciel continuar con su carrera delictiva por más de cincuenta años incluyó no sólo a la cúpula de los legionarios sino a instancias medias y hasta menores de la congregación, que han sido sus cómplices hasta la actualidad. Maciel introyectó en la institución que fundó su mismo código institucional. No todo ha salido a la luz y falta un examen a fondo sobre las finanzas y su malversación.
Otro elemento que apuntó el analista León Krauze tiene que ver con las otras víctimas de Maciel. A partir de datos que conoce de una familia entregada a los Legionarios, este escritor relata cómo los hijos de esa familia fueron criados a partir de las enseñanzas de Maciel, y da testimonio de la transformación aterradora que sufren quienes se entregan al apostado legionario. Hay una especie de lavado de cerebro y de deshumanización que los cambia en autómatas. Para ellos, Maciel no es sólo el fundador, sino el dogma mismo. Los Legionarios tienen deudas no sólo con las víctimas de los abusos sexuales de Maciel, sino con los miles que participaron en un movimiento creado, guiado e inspirado por “un monstruo hipócrita y cruel”.
¿BASTA CON REFUNDAR LA LEGIÓN?
Vaticanólogos y especialistas en el estudio de las religiones han aventurado que, ante el diluvio que se ha abatido sobre los Legionarios, esta congregación está ante la disyuntiva de que el Vaticano la desaparezca -algo posible pero improbable- o de que busque una salida que les permita proseguir por medio de una “refundación”. Es lo que parece que elegirán, extirpando el tumor de Maciel de la congregación que él fundó. Sin embargo, para no pocos analistas esta última salida no sería en verdad una solución porque no se puede dar sólo la vuelta a una página, ya que Maciel es todo el libro de la Legión. En la Legión hay un cáncer con metástasis. Maciel no es una parte prescindible de ese cuerpo, sino la columna vertebral y la médula que origina toda una manera de ser y hacer.
No puede olvidarse el arraigado y desmedido culto a Maciel inculcado por largos años a los legionarios y a sus seguidores. Muchos siguen manteniendo altarcitos domésticos a Maciel y se tapan los ojos ante las numerosas evidencias. Otra cuestión escandalosa que no puede obviarse es la existencia de redes pederastas entre los legionarios y sus seguidores, que sabiendo la doble, triple y aun cuádruple vida de Maciel promovieron su canonización por el Vaticano, aún en vida. La escritora Sanjuana Martínez recordó que, a pesar del castigo romano a Maciel, el Arzobispo Primado de México había declarando que Maciel siempre sería el fundador para los Legionarios.
Las respuestas de los legionarios ante la crisis, y sus actuaciones frente al examen al que han sido sometidos, dan muestras de que hay un habitus de Maciel que no pueden abandonar. Por eso, ante la denuncia de los hijos de Maciel de que éste había abusado sexualmente de ellos, lejos de compungirse verdaderamente, trataron de hacerse pasar como agraviados por lo que presentaron como un chantaje, en lugar de aceptar que quienes habían sido victimizados sólo solicitaban una reparación económica por el grave daño sufrido. Otra muestra de que aprendieron bien a imitar a Maciel se dio en la coyuntura del castigo vaticano a su fundador. Negaron entonces que se tratara de un castigo y decían que sólo estaba en un “retiro espiritual”. Después de eso, y ante el anuncio de que el Vaticano los sometería a un examen, quisieron presentando como una ayuda que Roma les daba.
LA PERVERSA PSICOPATOLOGÍA LEGIONARIA
Uno de los ex-legionarios que fue víctima de Maciel ha señalado que la sicología legionaria -habría que decir la psicopatología- no va a cambiar, pues llevan seis décadas de manejarse con las convicciones de Maciel y aprendiendo su forma de proceder: la hábil utilización del engaño. La institución se preparó para responder a los cuestionarios de los visitadores, vaticanos. Los dirigentes legionarios mandaron previamente a los miembros de la institución posibles preguntas que les podrían plantear para que supieran qué respuestas deberían dar. Los visitadores se encontraron así con respuestas aprendidas, mientras la dirigencia de los Legionarios anunciaba que todos habían respondido “con libertad”.
El experimentado especialista en la democracia, Sheldon S. Wolin, ha señalado que el mentiroso quiere que lo irreal sea aceptado como la realidad y que mentir es una expresión de la voluntad de poder.
REACCIONES DE AUTORIDADES CIVILES MEXICANAS
La escritora Roberta Garza afirma que la Iglesia siempre ha sabido convertir sus crímenes en pecados para expiarlos en la oscuridad, por lo que llamó a que se examinara cómo la pederastia, el encubrimiento y el lavado de dinero se habían convertido en el auténtico “carisma” de los Legionarios. Y adelantó que la iglesia no haría verdadera justicia. Otra articulista mexicana escribió que las disculpas tardías no bastaban, que el daño estaba hecho, y que la autoridad moral de la curia católica se encontraba severamente cuestionada. Varios analistas mexicanos se admiraron de que una violación de derechos humanos tan sostenida y tan amplia no hubiera tenido como respuesta una investigación de parte de las autoridades civiles mexicanas. Maciel había muerto, pero su institución seguía gozando de un descomunal poder y de total impunidad. Se exige ahora que las autoridades civiles mexicanas no se sumen a la complicidad y hagan justicia.
En México las fracciones parlamentarias del PRD, PRI y PAN de la Cámara de Diputados solicitaron a la jerarquía católica que a las personas afectadas por la actividad criminal del fundador de los Legionarios se les repararan los daños sufridos. Un ex-ministro de la Suprema Corte, Juventino Castro, consideró que los Legionarios deberían asumir la responsabilidad de los excesos de su fundador y declaró que había suficientes elementos para hacer desaparecer a esta institución. La diputada Leticia Quezada exigió a la Procuraduría General de la República que investigara a los Legionarios ante la probabilidad de que existiera en ella una red de pederastia. No obstante algunos senadores se negaron a hacer comentarios sobre este caso con el argumento de que sus hijos estudian en escuelas de los Legionarios.
CÁRCEL PARA LOS CÓMPLICES
La jerarquía católica ha sido sumamente torpe al tratar de escudarse en que los pederastas en las filas del clero no son más numerosos que los que pueden encontrarse en otras profesiones. Cualquier pederasta es sumamente condenable donde aparezca, y si aparece en la iglesia, que presume de ser portadora de una misión de santidad, es aún más abominable. Calcula mal la jerarquía cuando enfrenta los casos de pederastia con simulaciones que no llegan a la raíz del problema. Si para salir del paso ofrece soluciones poco convincentes, se hundirá más en una crisis de grandes proporciones.
Esteban Garaiz, quien en México ha demostrado ser un personaje público responsable y confiable, a partir de testimonios de primera mano sobre la pederastia de Maciel y de la constatación directa de la existencia de complicidades entre los Legionarios, ha argumentado en uno de sus artículos que la pederastia es un mal social y no sólo un pecado. Que siendo un delito, los delincuentes deben ser sometidos a la ley civil, y castigados en proporción al grave daño provocado. Que la jerarquía eclesiástica tiene la obligación, moral y civil, de pedir perdón y de reparar y restituir a las víctimas con sus nombres y apellidos, y reconocer que no eran mentirosos sino hombres valientes que han estado reclamando su derecho. Ha enfatizado que, además, los grandes empresarios mexicanos que brindaron apoyo incondicional a un delincuente social como Maciel tienen la obligación de pedir público y publicado perdón a las víctimas de pederastia a quienes calumniaron y hostigaron. Finalmente, hace ver que también los cómplices de Maciel deberían ir a la cárcel.
LOS HIJOS DE MACIEL, TAMBIÉN SUS VÍCTIMAS
González profundiza en el dramático caso de los dos hijos de Maciel, que terminaron reconociendo que en efecto habían pedido 26 millones de dólares como indemnización, y aceptando que, efectivamente, ofrecieron silencio por dinero, lo que los hizo quedar equiparados con su padre. Aunque habría que señalar una diferencia: ellos sí aceptaron haber entrado al juego de proponer silenciar el delito a cambio de dinero, cuando su padre nunca reconoció su auténtico rostro, el que ahora todo mundo conoce. Los hijos de Maciel cuando menos no mintieron al revelar su vida. Lo trágico es que hayan quedado, sin más, equiparados con su padre por el ofrecimiento de un intercambio, cuando lo fundamental fue el relato de la mentira en la que vivieron y del abuso que sobre ellos ejerció Maciel.
Ambos condensan en sus almas y sus cuerpos los dos aspectos más significativos de la sexualidad de Maciel. Lamentable resultó la red institucional que, con sus silencios sostenidos, terminó provocando el testimonio mediático en el cual los hijos de Maciel se vieron compelidos a denigrar en público a su propio padre.Si ya de por sí hablar es muy difícil para cualquier sobreviviente de abuso sexual, ahora la conminación a seguir hablando se convertirá para ellos en una nueva fuente de vergüenza si no lo hacen.
LA HORA DE LA VERDAD
Fernando González reflexiona que el caso de Maciel y su Legión, a diferencia de otros similares, por su duración en el tiempo ha permitido pasar de la inverosimilitud -a la que por mucho tiempo apelaron las instancias vaticanas y episcopales, los Legionarios, sus élites afines y los padres de familia de sus colegios- a la verosimilitud, para pasar ahora a la aceptación de las evidencias.
La primera versión vaticana, y la de toda la institución legionaria se ha derrumbado ante buena parte de la sociedad mexicana. Lo que el Vaticano deje de los Legionarios seguirá siendo una institución cerrada y autoritaria, ya sin el rostro ostensible de Maciel, pero siempre con su sello y esencia.
El caso Maciel se ha convertido en elemento crucial para analizar a la institución a la que dio origen. Ha implicado la develación de una hybris que ha desatado una tragedia en la jerarquía católica. Independientemente de la decisión que tome el Vaticano respecto de los Legionarios, tanto las élites católicas como la institución de Maciel, no se librarán de la condena de la historia. Si en esa institución hubiera personas que no quisieran llevar en su conciencia la complicidad, tendrían que impulsar la autodisolución de la Legión de Maciel, pues no se trató del caso de uno de sus miembros, sino precisamente de su fundador. Finalmente, esta grave crisis corresponde a los de arriba. Y descubre con gran nitidez su corrupción, hipocresía y doble moral.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario